sábado, 13 de diciembre de 2008

El Gremio de Escritores

He inciado un blog que tendrá varios administradores y donde todo el mundo podrá escribir. Para que los relatos sean publicados tendrá que avisarnos y ya está. Se pretende que varias personas colaboremos en crear un mundo, pudiendo más adelante cambiar de mundo (época, fantasía y demas cosas).


El blog es:

http://elgremiodeescritores.blogspot.com/


Y concretamente queda todo mejor explicado aquí:

http://elgremiodeescritores.blogspot.com/2008/12/el-gremio-de-escritores.html

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Arrasar (Parte IV)




-…En fin…-.
El grupo de gente recién llegado se reunió alrededor del chico herido en el suelo. Dicho grupo era de lo más variopinto:
El que había llegado en primer lugar debía tener un año más que yo aproximadamente. Iba todo de negro: el pelo, la perilla, la ropa… hasta los ojos se hallaban inmersos en una siniestra oscuridad. Su camiseta estaba rasgada y cubierta de sangre. O eso me pareció al principio, ya que luego cuando se acercó un poco más me di cuenta de que era un dibujo en el que ponía con salpicaduras de sangre la palabra: “Blooddrunk”. Sostenía en la mano derecha una torre de ajedrez (negra para variar). No parecía importarle en absoluto lo que pasaba a su alrededor, porque no dirigió la mirada a nadie, sino que puso un pie encima de la cabeza del chico y la pisoteó levemente con curiosidad, como si quisiera ver como reaccionaba.
Tras él venían dos chicas. La de la izquierda tenía una larga cabellera oscura, cuyos ondulados mechones franqueaban entre penumbras unos ojos rojos sedientos de sangre. Cuando sonreía, la punta de unos plateados y afilados colmillos se asomaba por la comisura de su boca. La empuñadura de una catana asomaba por su espalda. Llevaba un top negro que se adaptaba a su cuerpo de manera perfecta, unos pantalones negros ajustados con inscripciones en sangre a lo largo de la pierna derecha y unas botas con bordes de acero, a juego con sus colmillos y con su catana.
La chica de la derecha era más bajita. Tenía el pelo más corto y más liso. No dejaba de sonreír, mostrando una dentadura blanca y perfecta (era increíble como se las arreglaba para enseñar todos los dientes). Sus ojos eran verdes y brillantes. Llevaba un fino jersey blanco de cuello ancho que le dejaba un hombro al descubierto. Como pantalones llevaba unos vaqueros azules y botas negras de suela dura. En su espalda cargaba con un arco y un carcaj. Quitó de en medio al chico de la torre de ajedrez haciéndole cosquillas. Éste dejó de pisotear el cráneo enfurruñado. La chica se acuclilló al lado de lo ya que parecía un cadáver.
-Conozco un jutsu médico infalible que lo curará- aseguró con una sonrisa de loca que me preocupó.
El gran jutsu médico resultó ser taponar el agujero metiendo el dedo. Lo más lógico del mundo. Pero en parte tenía razón, dejó de brotar sangre. Sin embargo, de pronto se borró la sonrisa de la chica y le sustituyó un grito de dolor.
-¡Lyra!, ¡Me ha mordido!- exclamó indignada.
-¿Quién? ¿Jaime?- respondió su compañera.
-¿Jaime?- reaccionó de pronto el chico de la torre de ajedrez- ¿Quién es Jaime?. Se llama primo. Lo pone en su dni.
-¡Es igual! Primo no me ha mordido, ha sido su estúpida neurona.
Y al parecer la neurona volvió a morderle el dedo con más fuerza, a juzgar por el grito que brotó de sus cuerdas vocales.
De pronto el suelo se cubrió por una alargada y sinistra sombra.
-¡Charly!- saludó Lyra – mm… ¿dónde está el resto?- preguntó inclinando la cabeza ligeramente.
Tuve que alzar la cabeza para verle bien. Tenía el pelo rizado. Llevaba gafas de sol, una sudadera hecha con lo que parecía piel de lobo, y una gigantesca sierra eléctrica apoyada en el hombro. Alzó la mandíbula con una seriedad imponente, que se transformó en una sonrisa de paranoico.
-El resto… se ha quedado atrás…- respondió.



The Reaper

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Infierno (Parte 1: sucesos)


Despegué mis párpados y me levanté del suelo. Totalmente desnudo y sin saber donde me encontraba, observe el inmenso páramo que me rodeaba sintiéndome totalmente perdido y desorientado, pues un desierto de arena infinito se mezclaba en color marrón rojizo con un cielo nublado. Hacía bastante calor y un mar de dudas surcaba velozmente mi cabeza. Aun con miedo ante una más que probable muerte en un lugar así, avancé entre dunas con la esperanza de encontrar… algo…

Tras dos días andando sentía el estómago lleno de ratas rabiosas y enfurecidas rugiendo por salir de allí y la lengua y la garganta como el papel de lija. Poco rato pasó desde lo que consideré que debía de ser por la mañana, pues allí no había cambios de luz, y empezó a caer una llovizna de luces pequeñas, aunque el color del cielo no había variado tampoco. Desgracia la mía cuando me encontré con que esas luces eran una lluvia de fuego que, como cabezas de cerilla encendida, caía en numerosas pero pequeñas dosis que se apagaban en el suelo o, peor aún, me abrasaban la piel. Como un loco intenté cubrirme de arena como pude para evitar las quemaduras y aguanté durante horas medio enterrado hasta que la lluvia terminó. Demasiado absurdo para ser real… Demasiado doloroso para no ser verdad…

Es tras mucho andar durante largos días, sin comprender la razón por la que no estaba muerto y podía seguir andando a pesar de ver sobradamente el relieve de mis huesos, cuando encontré un oasis. ¿Un oasis? Me lancé a la carrera y salté a sus aguas bebiendo al tiempo que me zambullía. Entonces noté algo raro. Eso no era agua, sabía como a hierro y era más espeso. Saque la cabeza otra vez a la superficie y me vi metido en un oasis de sangre. Salí aterrorizado y me quedé mirando a lo que antes me había parecido agua y ahora no lo era. Las gotas de sangre se deslizaban por mi cuerpo y es entonces cuando me di cuenta de que había recuperado mi físico normal y mi boca volvía a segregar saliva en abundancia. ¿Era ese oscuro brebaje lo que me había repuesto?

Sin embargo, antes de poder pensar más en eso, descubrí un árbol completamente negro y sin hojas cuya presencia no había notado antes. De todas formas, no era eso lo que más me preocupaba, sino un agujero que tenía en su tronco, ese agujero me aterrorizó los siguientes días que pasé allí. Era una abierta caja de Pandora de la que podrían salir los males en cualquier momento y no podía dormir esperando a que vinieran a por mí. Sí… padecía insomnio por el miedo que me infundía, y quería marcharme pero la sangre, que me repugnaba profundamente, era a la vez un alivio y una droga que no podía dejar por mucho asco que le tuviera. Quería irme pero no tenía a donde y aquí tenía asegurada la supervivencia, pero vivir entre miedo y arcadas no me gustaba. Aún así, no podía marchar.

Maldito árbol… ¡Conspiraba contra mí! Estaba seguro de que se movía cuando yo dormía. No podía dormir demasiado rato seguido o llegaría donde mí y… no quería acabar en ese agujero, ¡no me devoraría un vegetal! Mi paranoia aumentaba cuanto más tiempo me quedaba allí, mi sueño se veía mermado cada vez más y proporcionalmente crecían mis ojeras. Tenía que vigilarlo, no podía despistarme. No, no podía quitarle ojo de encima o sería mi fin, no podía dormirme…

Pasaron más días aún, perdí la cuenta de cuánto tiempo llevaba en ese mundo. Un día, llegó una mujer que en vez de brazos y piernas tenía alas y garras, una arpía. Se posó tranquilamente en el árbol y dijo de forma que parecía que escupía al hablar “Debo castigarlos, han de recordar siempre el mal que hicieron. Se lo merecen…”. “Hola, ¿hay algo más allá de este lugar?” le dije yo pero habló sin aparentar darse cuenta de mi presencia “Humanos, humanos, estúpidos humanos, os voy a desgarrar. Quiero escuchar vuestros gritos…”. Y siguió diciendo cosas a la vez que echaba el vuelo. Le grité “Gracias”, pues me había hecho pensar que había algo más en este desierto. Debía largarme de aquí, por mucho que eso supusiese dejar mi alimento maldito. Pero antes… antes tenía que terminar con algo… Me acerqué corriendo al árbol y metí un puñetazo de lleno en el agujero. Se oyó un crujido y medio árbol cayó para atrás. Dentro de su tronco había unos huesos machacados y un colgante con una piedra negra. Efectivamente, ese árbol me habría comido. Me colgué el colgante, convirtiéndose así en mi única prenda y la sangre del oasis se fue aclarando lentamente hasta convertirse en agua. Ese lugar ya no estaba maldito.

Tras mucho caminar, pasaron meses y las lluvias de fuego se habían convertido en sólo una pequeña molestia. Ya me había acostumbrado al fuego quemando mi piel, la cual se regeneraba pasadas unas horas. Con el tiempo llegué a algo nuevo, lo que me pareció una parrilla gigante con unos 30 metros de radio. Básicamente había una verja de metal a la altura del suelo y un agujero con ardientes brasas. Y en medio había algo, o más bien alguien, encadenado. Puse un pie en la verja pero me quemó mucho más que la lluvia, no podía acercarme Así que le dirigí unas palabras a gritos pero me ignoró. Estaba allí tumbado sobre hierros ardientes a poca distancia de las brasas. En poco rato una llama de fuego salió del brasero y acarició al hombre. Él gritó de dolor. Poco a poco fue subiendo la figura y lo que al principio había sido una mano se convirtió en un montón de llamas en formas de mujer. Esa mujer ardiente se colocó encima del pobre personaje que no dejaba de gritar y lo violó. Pasaron horas en las que no pude hacer otra cosa que esperar y escuchar gritos y llantos y, ya satisfecha, la mujer se volvió a sus brasas dejando a su víctima sexual sucumbida bajo la mortal pasión. A pocos metros había una placa que me acerque a ver y cuya inscripción decía “Judas Iscariote, condenado a sufrir la eternidad”. Y así era, todos los días venía la mujer de fuego a torturar al pobre Judas así como el águila que se comía el hígado a Prometeo.

Pasó el tiempo y tuvimos una amistad profunda en la que yo le contaba cosas y el simplemente sufría cuando le tocaba y el resto del día se quedaba tirado, nunca habló. Acabé decidiendo que tenía que partir de nuevo, me sentía mal por él pero no podía quedarme allí de por vida. Así que al final, en medio del momento de dolorosa pasión, me marché gritándole entre lágrimas “¡Lo siento, Judas! ¡Perdóname, por favor! ¡Judas, lo siento!”…


The Blind