martes, 14 de abril de 2009

Arrasar (Parte X)



El sol asomó levemente por el horizonte cuando abrí los ojos. Me encontraba junto a los restos de la hoguera de la noche anterior, y rodeado de personas que yacían roncando al unísono. El suelo estaba cubierto de botellas de alcohol.
Al poco tiempo la gente comenzó a desperezarse con bostezos guturales. Con pasos tambaleantes recogieron sus cosas y se fueron por donde vinieron la noche anterior. Pronto quedamos el grupo de siempre.
Esperé pacientemente unos minutos a que se despertara el resto. Pero los profundos ronquidos que salían de sus gargantas indicaban que no lo harían solos.
Sin pararme mucho a pensar en lo que hacía, resacoso, cogí una de las botellas del suelo y la rompí contra la cabeza de Xathick, que se encontraba más cerca.
- Arigato, Alai-kun…- murmuró todavía sin abrir los ojos.
Al cabo de un rato, despertamos a todos con las botellas que quedaban por el suelo. Una cosa llevó a la otra y hubo una pequeña refriega de porqué a Ker se le despertaba con una botella de Whisky mientras que a Lady Nerón tan sólo con una de Kas de limón.
Sea como fuere, conseguimos que se despertaran todos. Desayunamos restos de alcohol y los demás recogieron sus armas que estaban desperdigadas por el suelo.
Nos reunimos todos. Listos para la batalla. No se me pasó por alto que Charly aún sonreía demasiado.
“¿Venceremos en este estado?” me pregunté para mis adentros.
Sin apenas hablar comenzamos a andar hacia el ejército que esperaba impaciente a la batalla. Nos adentrábamos entre la marabunta de guerreros, que nos abrían el paso inclinando la cabeza o alzando sus botellas. Pronto me di cuenta de que éramos los líderes de esta causa.
Conforme avanzábamos fuimos despertando, con lo que las conversaciones volvieron. Lyra se dirigió a Ana.
-¿Te imaginas lo que triunfaría una bomba aquí entre tanta gente?
Ana le miró con los ojos entrecerrados.
El chico de la torre de ajedrez observaba con odio a todo el ejército que nos rodeaba como si fuese nuestro enemigo.
Primo se dirigió hacia mí, mostrándome orgulloso a su ejército.
-Mira, aquí están los celiacos…- señaló a un grupo de gente con aspecto enfermizo que alzaban banderas con aspas de trigo tachadas- más allá las tortugas…- dirigió la mirada hacia un montón de lo que me habían parecido piedras.
Observé mejor y me di cuenta de que se movían. Eran tortugas cubiertas de una armadura de acero y llevaban unos pequeños lanzamisiles sobre el caparazón.
-Al otro lado los ninjas…- giró la cabeza hacia un grupo de ninjas.
Llevaban catanas, pergaminos, vendas, kunais, shurikens, etc. Caí en la cuenta asombrado que a muchos de ellos ya los conocía. Alcancé a ver Sakura pegando a Naruto. A Kakashi leyendo, ajeno a todo lo que le rodeaba. Un poco más allá vi a Ulquiorra que miraba con indiferencia a Zaraki Kenpachi, que sonreía de oreja a oreja.
-Y nuestro guerrero más importante…- señaló a una imponente figura que tapaba el sol- ¡El oso floroso!
Se trataba de un oso enorme cubierto de flores. Se movía lentamente y no parecía mucho importarle lo que pasara por debajo de él, ya que no hizo ningún amago de moverse ante los saludos de Primo.
-Es un poco tímido- se explicó Primo al ver que no le hacía ni caso- Sólo se mueve cuando estás sólo con él y le dices “¡Oh, oso floroso! ¡Guíame hasta la muerte!”.
-Y entonces te lleva hasta Primo- completó Xatchick.
-Mucha utilidad en una batalla- añadió Ana con ironía- Y además, no es un oso, es un perro.
Todos le miramos con extrañeza. Era evidente que se trataba de un oso.
-Se llama Pupy…- murmuró Ana derrotada ante la evidencia.
-Los colores de las flores ya no son tan brillantes como antes- comentó Ichigo.
-Eso es lo que pasa cuando se le da rámen de comer- reprendió con odio Primo.
Xathick bajó la mirada.
Continuamos avanzando, dejando atrás al oso floroso.
Tras una larga caminata, llegamos a la cabeza del ejército.
Ante nosotros se extendía una inmensa ciudad repleta a reventar de torres y edificios humeantes, que apenas se veían a causa de la intensa capa de mierda que contaminaba el ambiente: Madrid.
Me di la vuelta y contemplé a nuestro ejército. Los filos de aceros y banderas negras se alzaban hasta perderse en el horizonte.
-Creo que no encontraremos mucha resistencia- pensé en voz alta.
-No te confíes- dijo Primo- Uno de los nuestros se ha unido a Madrid.
Le miré exigiendo una explicación.
-Así la batalla será más interesante- sus ojos reflejaron un destello de locura.
De pronto gritó.
Un grito inhumano de guerra al que respondió todo el ejército. Hasta las entrañas de la tierra temblaron.


The Reaper

miércoles, 1 de abril de 2009

Edición doble de Arrasar (Parte IX)


Rememoremos de qué trata este relato…

Todo comenzó con aquel chico en el cementerio. Fue cuando, mientras tocaba el violín frente a la tumba de su padre bajo una temperatura heladora, llegó un cuervo con un mensaje: “Crea tu propio camino. Extremo Este de la Calle del Olvido”.
El cementerio ahora estaba teñido de sangre y el cuervo me hablaba: “Sigue al niño salvaje, él te llevará hasta la muerte”.
El chico despertó. ¿Un sueño? Releyó el mensaje del cuervo y salió de casa. Sus pasos le llevaron a la calle del Olvido. Después de subir una pendiente rocosa, se asomó al borde de un precipicio y vio… ¿un ejército? Un chico le sobresaltó a sus espaldas. Aquel chico dirigía el ejército y era él quien le había enviado el cuervo. Después de presentarse se clavó sin querer una bola llena de pinchos en la cabeza y se desmayó. Antes de que pudiera reaccionar llegaron un chico y dos chicas que conocían al que más tarde se haría llamar Primo. El chico, con una torre de ajedrez en la mano, comenzó a pisar la cabeza a Primo. Una de las chicas (Ana) tapó la herida de Primo con el dedo, con intención de curarle. Descubrió que dentro habitaba una neurona. La otra chica (Lyra) propuso cortar por lo sano con su catana. Luego llegó Charly, con su sierra eléctrica al hombro. Una cosa llevó a la otra y el chico de la torre de ajedrez dejó inconsciente a Lyra.
Tras algunos intercambios de palabras que en la normalidad corresponderían a unos pirados mentales, se fueron todos a cenar a la hoguera, excepto Charly que se fue a por la cena. Tras una breve caminata llegamos al lugar: una hoguera inmensa. Lyra se despertó en la hoguera y volvió a atacar a Primo. Por otra parte, Ana, en otro de sus intentos por curar a Primo, le abrió la cabeza con un martillo. Al cabo de un rato le cosió la cabeza y Primo también despertó entre las llamas con un saludo… ¡Armgajam!
Dos chicas que yacían inconscientes al lado de la hoguera antes de que llegaran todos, fueron lanzadas a las llamas también. Éstas son Lady Nerón y Ker.
Fue entonces cuando llegó Charly con la cena (un oso que cargaba sobre el hombro) y otros dos chicos inconscientes (despertaron en la hoguera). Por el camino arroyó un árbol en el que se encontraba Ker y cayó con estrépito. El chico de la torre de ajedrez entró en cólera y mató al oso.
Charly tiró a la hoguera a los dos inconscientes, Ichigo y Xathick. Tras una breve discusión sin pies ni cabeza, todas las miradas se volvieron hacia el protagonista de ésta historia: Alai.
El chico de la torre de ajedrez dejó inconsciente a Alai, que despertó en la hoguera, como todos. Después de esto Alai tuvo una breve pelea con el chico de la torre de ajedrez, mientras el resto discutía si el oso floroso puede comer ramen… hasta que Lady Nerón notó la ausencia de Ker. Recordaron (gracias a Alai) que se había derrumbado su árbol y Charly, con un gesto caballeresco, fue a buscarla.
Lyra se encargó de trocear al oso y comenzó la cena.

Arrasar (Parte IX)

Las llamas de la hoguera perdían su ferocidad a medida que pasaban las horas. Estuve un buen rato con la mirada perdida entre el fuego y sus brasas, sumergido en mis pensamientos. Las llamas bailaban con movimientos siniestros en torno a la leña y se perdían entre las grietas incandescentes que amenazaban con partir el tronco. No había probado bocado del oso que Lyra me había servido con tan buena intención. Hacía tiempo ya que Xathick se me acercó con algo de timidez y me preguntó:
-¿No te lo vas a comer?
Negué con la cabeza. Entonces se remangó e introdujo la mano en el tórax de mi ración de oso y, con un sonido repulsivo, sacó el corazón y lo metió en su bol de ramen. Sonrió y volvió a su sitio.
Mientras tanto, Charly ya había vuelto y traía a Ker, que yacía medio muerta en sus brazos.
-¿Cómo iba a saber yo que estarías en la copa del árbol?- se excusaba Charly.
Ana se levantó y cogió a Ker para curarla, no sin antes echar una mirada desaprobadora a Charly. Sin embargo éste, lejos de sentirse culpable, se encogió de hombros y, al ver que yo no comía, cogió por una costilla mi ración, se sentó a mi lado y comenzó a comer.
Ker no tardó en caer a la hoguera.
Durante un buen rato nadie dijo nada. El hambre acallaba cualquier conversación. Tan sólo se oían los gruñidos guturales de lo que parecían una manada de leones devorando a su presa. De pronto mis tripas cobraron vida y brotó de ellas un rugido que no podía ser ignorado. Charly se volvió hacia a mí. Tenía toda la cara embadurnada de sangre que le caía en la ropa como si acabase de salir de la ducha.
-¿Fegufo que fo queres?- Consiguió decir.
Alzó lo que quedaba de mi ración de oso chorreando de sangre y me lo puso delante de mi nariz. Si hubiese tenido algo en el estómago, lo habría vomitado en ese instante.
-Deberías comer, estás delgado y paliducho- comentó Ker.
-Sí- confirmó Lady Nerón- además…- añadió- necesitarás fuerzas para la batalla.
Cogí mi ración de oso que Charly me ofrecía y me levanté hacia la hoguera. Busqué un palo lo suficientemente largo para no quemarme. Todos miraron con curiosidad como asaba la carne.
-¿Se puede saber a qué viene esta batalla?- pregunté.
Fue entonces cuando me pregunté a mí mismo porqué no había formulado esa pregunta antes. Pero me di cuenta de que habían pasado demasiadas cosas absurdas.
También me di cuenta de que nadie contestaba a mi pregunta. Como la carne ya estaba lista, la saqué de la hoguera y me senté de nuevo en mi sitio, junto a Charly, que miraba ahora mi ración con envidia.
Miré a todos los presentes. Tenían una expresión de no tener la más remota idea de responder a mi sencilla pregunta. Todos se volvieron hacia Primo al mismo tiempo. Éste tenía la mirada clavada en el fuego. Por primera vez desde que le vi, estaba serio. Se tomó su tiempo para contestar.
-Esta batalla marcará el fin de la era de los “humanos”- la última palabra la escupió con tal desprecio que me dio escalofríos.
Todos volvieron la cabeza hacia mí, como si mi respuesta fuese un resto en un partido de tenis. Una evidente respuesta me vino a la cabeza.
-¿Pero acaso vosotros no sois humanos o…- no terminé de formular mi pregunta. Supe de antemano la respuesta con sus simples miradas.- Bueno, al menos yo me considero humano- conseguí decir.
Primo apartó la mirada de la hoguera y clavó sus oscuros ojos en los míos. Parecía como si pudiese ver a través de mí.
-¿Estás seguro?- preguntó con una media sonrisa que sólo podría imitar el mismísimo diablo.
Pero no había terminado de hablar. Volvió a centrar su atención en el fuego. El reflejo de mil llamas se revelaba en la oscuridad de sus ojos.
-Esta batalla, o esta guerra, como prefieras llamarlo, no sólo consiste en la completa aniquilación de los humanos. También es un símbolo.- Hizo una pausa antes de continuar, como si estuviera midiendo sus palabras- Un símbolo que hará saber a aquellos que se creen superiores a todos nosotros, que no lo son. Que mientras luchemos, estaremos ahí, y no podrán deshacerse de nosotros…
Mientras hablaba, ocurrió algo sorprendente. De entre las sombras comenzaron a surgir personas, que se acercaban en silencio y se sentaban en torno al círculo que formábamos. Se sentaban a escuchar, bebiendo las palabras que salían como agua de la boca de Primo.
Y no sólo se unían personas, sino también criaturas que nunca había visto. ¿O sí las había visto? Fue como si todas las novelas fantásticas que había leído hasta ahora, que no eran pocas, se convirtieran en realidad.
Sacudí la cabeza, confuso, esperando despertar.
Pero no desperté. Aquellas criaturas eran muy reales. Pero pronto desvié la atención de ellas, y me dediqué enteramente a escuchar, como todos, el largo discurso de Primo: un discurso teñido de sangre y rebelión. Los conocidos como los débiles de la sociedad unidos en un puño para arrasar con todo.
Algunas personas y criaturas traían consigo instrumentos, tanto conocidos como no conocidos. Grupos cantaban tan bajo que hacía temblar el suelo. Escuché con atención. Eran canciones que ya conocía.
Detrás de mí se estaba entonando una canción de WarCry… “Y ese día nuestro resplandor… luchará contra el brillo del sol… los demás por fin entenderán… quienes son los siervos del metal…”. Me sorprendí a mí mismo acompañándoles con la letra.
Más allá distinguí otra inconfundible canción de Saratoga: “¡Arrasar!, la gran ciudad… los buenos tiempos volverán…”
Pero no sólo cantaban en castellano, ni sólo voces puras. También voces impuras quebraban el ambiente, que bien podrían ser de W.A.S.P., de Catamenia, de Children of Bodom… y de todos aquellos grupos que tan bien conocía.
Noté de pronto una mano sobre mi hombro. Un bigardo de dos metros de alto y otro tanto de ancho me hacía señas con su cabeza melenuda para que cogiera el violín que me entregaba. Lo cogí con cuidado, y antes de que me diera cuenta tocaba melodías con un grupo que no conocía. La música se apoderó hasta de la mismísima naturaleza.
Al final los que no tenían ni idea de tocar un instrumento o de entonar cualquier melodía dejaron de hacerlo y se sentaron formando un círculo. En cuyo centro tocábamos todos.
La torre de ajedrez del chico de la torre de ajedrez se había transformado en la guitarra negra de Alexi. Ana había cogido una de sus flechas y la convirtió en una flauta travesera que se unió a nuestras melodías. Lyra por su parte estaba pegando a Charly no se sabe porqué. Primo se había montado en un rincón una batería demasiado grande para él, pero bien que hacía vibrar el suelo. En cambio, Xathick, que se sentó al lado de Primo, cogió sus palillos chinos como si fueran baquetas, y aporreó su cuenco de ramen. Increíblemente sonaba bien. Lady Nerón se debatía contra Ker en un duelo de voces. Ichigo tocaba un teclado que tenía colgado como una guitarra. Tocaba a tanta velocidad que no se le veían los dedos.
Todo juntos gritamos. Me sentí como parte de ellos. Me sentía en casa. Nuestro grito de rebelión alertó nuestra presencia a todo aquel que se atreviera a desafiarnos. El mundo entero tembló.
-Que se preparen para la batalla…- murmuré.


The Reaper