domingo, 29 de noviembre de 2009

Destruye mi vida




Suena la campana del colegio, es hora de irse a casa. Este es el momento en que los niños normales vuelven a sus casas y no salen de ellas alegando que tienen que hacer deberes, aunque esta tarea no les lleve más de media hora y dediquen el resto de la tarde a ver la caja tonta. Al contrario que para ellos, este es el momento en el que yo me voy, tratando de evitar mi propia casa. Pero antes de irme alguien me toca el hombro.

- Quiero que me avises si vuelve a ocurrir algo –me dice mi tutor.
- No te preocupes, hace tiempo que no sucede nada nuevo –miento.
- Bueno yo… simplemente no quiero que te pase nada malo, si me necesitas para cualquier cosa, puedes hablar conmigo.
- Tengo prisa, adiós.

Me escapo rápidamente. Mi profesor es buena gente pero la última vez que acudí a él, todo fue a peor. Sus intenciones son buenas pero no puede hacer nada, si el entra las cosas pueden ir a peor y no puedo permitirlo, no puedo hacerle esto a ella.

Esta vez me dirijo al parque. Supongo que lo normal sería ir con amigos pero yo no los tengo. Me dicen que soy una persona muy triste, que nunca sonrío... supongo que eso no les gusta, no les caigo bien y nadie habla conmigo, algunos incluso me golpean y se burlan de mí. No puedo decir que esté contento con ello pero es el menor de mis males. Los verdaderos problemas están en el lugar al que siempre tengo que volver, donde no pasa un día sin que haya tormenta y que siempre nos moja.

Pasan las horas en el parque, hace rato que he hecho mis deberes y he leído un rato pero ahora en invierno oscurece antes y simplemente acabo quedándome sentado, con el viento helado en mi espalda. Da igual cuánto me acurruque, no puedo dejar de temblar de frío. En la cabeza de nadie suele entrar que esto pueda ser parte de mis momentos más felices.

Salgo del parque antes de que se haga demasiado tarde. Al llegar a casa saco las llaves y se me caen, tengo las manos completamente heladas y no soy capaz de coger las cosas sin una pronunciada torpeza. Al entrar, la saludo a ella y me voy a mi cuarto, me cubro con una manta para entrar en calor. Ella me trae un chocolate caliente y me dice que no debería ir hasta tan tarde con mis amigos con el frío que hace en la calle. Sí, siempre le miento. Me da un beso y se va al salón a seguir leyendo una novela romántica que comenzó hace apenas unos pocos días. El maquillaje no puede ocultar la hinchazón de su ojo.

Apenas pasada una media hora, llega la tormenta. Oigo abrir y cerrar la puerta de casa. Ella acude a recibirle. Sé que intenta sonreír a pesar de que no la veo, pero los gritos empiezan.

- ¡¿Por qué no has hecho la cena?! ¡Me paso todo el día trabajando para traer dinero a esta casa y al llegar a mi casa no está hecha ni la cena!

Plas.

Acaba de cruzarle la cara. Ella llora.

- ¡¿Crees que me gusta hacerte esto?! ¡¿Crees que quiero hacerlo?!

Plas, plas, plas.

Ella llora desconsolada. Le pide perdón, le suplica que le disculpe por su torpeza y promete intentar estar más atenta. Las lágrimas recorren mis mejillas y no puedo esperar más así. No puedo dejar que le siga haciendo eso. Voy a la cocina corriendo, cojo un cuchillo y salgo a su encuentro. Ella está tirada en el suelo. Él está de cuclillas y la tiene agarrada del pelo y le está gritando al oído.

- ¡Déjala! –grito entre lágrimas.

Se pone en pie y me mira con una mueca torcida por la ira.

- ¡Así que el niñato sale en defensa de esta zorra! ¡Y tienes los cojones de amenazarme!

Me tumba de una patada en la cara y el cuchillo vuela por el pasillo. Me sangran la boca, la nariz y los oídos. Él me levanta la camisa y se desata el cinturón.

- ¡No, por favor! –grito entre sollozos.

Zas. La hebilla de metal se me clava en la carne. No puedo dejar de llorar, el dolor el insoportable. Me da dos golpes más: zas, zas.

- ¡No le pegues! ¡No le hagas daño a él! – grita ella.

El se da la vuelta y comienza a propinarle patadas en el suelo sin dejar de gritar insultos. Es mi momento. Vuelvo a coger el cuchillo y me abalanzo sobre su espalda, calvándoselo lo más certeramente que puedo a la altura del corazón. Se revuelve como puede agitando los brazos en el aire. Se gira de nuevo hacia mí pero esta vez cae pesadamente sobre el suelo. Ella me mira sorprendida. Me acerco y nos abrazamos en un mar de lágrimas.

- No volverá a hacerte daño…





The Blind

5 comentarios:

Rock Lobster dijo...

Para aquellos pocos lectores que queden de este blog:

Sé que llevo mucho tiempo sin escribir, tal vez la repetición fuese algo que me haya echado para atrás así que quería salirme un poco de lo de siempre.

O quizás más bien, de lo que antes podíamos entender como lo de siempre.

No tengo claro si me ha salido un buen relato puesto que tampoco soy un gran escritor pero en mi cabeza me he puesto en la situación de ese niño. Creo que no he representado del todo bien los sentimientos de la situación, pero, por alguna razón, quería escribir eso.

ana dijo...

pues a mi me ha gustado mucho.
lo malo esque el niño de tu relato tiene muchos dobles en la vida real...

Henry Hart dijo...

Te pido permiso para publicarlo en mi blog, obiamente diciendo que lo he sacado de tu blog.

The Reaper dijo...

Peeero... este relato es demasiado... ¿real? No puedo bromear sobre ésto.
Supongo que no está tan mal cambiar de vez en cuando.
Sangreeeeeee

Rock Lobster dijo...

Henry HArt, publicalo si quieres.
The Reaper, tenía que salirme un poco de lo comñun.