miércoles, 24 de septiembre de 2008

La máquina de los sueños



- Aquí tiene el dinero –dijo Gisp ofreciendo el dinero exacto a la dependienta de la tienda-. ¿De verdad funciona?

- Yo misma lo he probado, no he sabido nunca de un aparato tan perfecto.

- Me fiaré de ti entonces. Tu no me mentirías, ¿verdad?

- Verás que tu sueño es perfecto, ocurrirá lo que siempre quisiste que ocurriese en tu vida real. De hecho, no sabrás que es un sueño, creerás que todo es real a pesar de lo ilógico que puede resultarte hasta que despiertes. Es lo que ocurre en los sueños, ¿no?

Gisp se despidió y salió de la tienda con prisa. La “maquina de los sueños” había salido recientemente al mercado y tenía una crítica impresionante a nivel mundial. Lógicamente el precio era exorbitado, pero la posibilidad de evadirse a un mundo donde era feliz no tenía precio. Un mundo creado por su propia cabeza no podía otra cosa que ser perfecto.

La máquina en sí, leía los pensamientos, principalmente los deseos de cada uno y los ejecutaba. Daban más ganas de vivir dormido que despierto.

Y así fue como ese día, Gisp se tomó un somnífero y se arropó entre las sábanas de su cama para dormir cuanto antes, sin haber cenado siquiera.

Y así comenzó el sueño…

- Gisp… -decía una voz lejana- Gisp… Despierta Gisp…

Y Gisp abrió los ojos, los cuales se cruzaron con otros ojos de un verde que siempre había deseado, una blanca sonrisa rodeada por unos labios que necesitaba que chocasen con los suyos…

- Kitara… -dijo levantándose un poco confundido- ¿dónde estamos?

- No es importante –dijo sonriendo aún más-. ¡Vamos, no puedes llegar tarde al concierto!

- ¿Un concierto –dijo animado por la idea de ir con ella-? ¿Quién toca?

- ¿Te has vuelto loco –respondió ella riendo-? ¡Te está esperando el público! ¡Hace meses que se agotaron todas las entradas para verte!

Gisp no entendía nada pero la siguió corriendo como ella iba. Así de repente, llegaron al concierto. Concretamente él apareció en el escenario ante una oleada de gente como no podía existir en la tierra. Todos gritaron al verle llegar “¡Gisp! ¡Gisp!”. Kitara estaba en primera fila, y sus gritos se escuchaban por encima de los de los demás. No supo ni por qué, pero le apareció una guitarra en forma de lanza entre sus manos. Sabía tocar la guitarra pero no podía considerarse un profesional.

Sin embargo, no más plantar la mano en el mástil hizo un punteo acelerado que levantó los gritos de la gente de nuevo. Convencido, empezó a tocar y cantar canciones que ni conocía. Todas hubiesen sido grandes canciones de los mejores grupos y habrían necesitado meses para crearlas. Sin embargo, ¡él las estaba interpretando con una improvisación incongruente!

Tocó varias canciones y, tras romper la guitarra contra su propia cabeza, saltó hacia el público que le recibió con los brazos en alza para cogerle. Pero al caer, se encontró en el suelo, encima de Kitara, sin nadie más en rededor.

- Un concierto increíble –le dijo ella con las mejillas rosadas y las pupilas clavadas en las de él-.

- Bueno… -dijo el sonrojándose- Lo cierto es que no sabía que pudiera hacer eso.

- ¡Oh, que escena más enternecedora –sonó otra voz en tono burlesco seguida de las risas de otras dos.

Era una persona que Gisp conocía bien. Ese maldito descerebrado que volvía a estar acompañado de sus perros, sus fieles “amigos” con tanta personalidad que hubiesen seguido a un trozo de hormigón por ser más pesado e inteligente que ellos. Y allí estaban, haciendo bulto con ese matón que de por sí solo ya ocupaba lo mismo que un armario.

- Paletum… De esta te voy a devolver todas tus palizas juntas –con estas palabras, Kitara se apartó un poco asustada y Gisp se levantó-.

- ¿Que vas a hacer qué –respondió Paletum-?

- Matarte.

Se materializó a la espalda de su oponente y le propinó una avalancha de puñetazos (a una media de 400 km/h por golpe) que su oponente recibió sin poder evitarlo y que dejaron sus huesos masacrados y su cuerpo quedó como una masa blanda que manaba sangre que se iba dispersando por el suelo.

Los otros dos corrieron en direcciones opuestas. Al primero lo alcanzó de nuevo apareciéndose delante y lo detuvo poniendo dos dedos en su frente. Bueno, mas bien incrustándose en ésta. Después le arrancó la cabeza y la utilizó como proyectil para derribar al otro. Se acercó con calma hasta donde el segundo esbirro estaba. Puso un pie en su pecho y le aplastó sus crujientes costillas sin contemplaciones.

Con todo esto, Kitara parecía sentirse delante de un salvador a pesar deque Gisp acabase de matar a tres personas. Bueno, esa escoria en concreto se lo merecía. Ella se le acercó y le dio un abrazo sin importarle que chorrease sangre.

- ¡Has estado fantástico!

- A veces la gente hace cosas que nunca hubiese pensado que pudiese hacer hasta que se encuentra en una situación de peligro.

- ¿Sabes ya que eres número uno en ventas?

- ¿Cómo dices?

- ¡Tú libro de relatos! ¡Tus historias son conocidas por todo el mundo, has vendido mas copias que la Biblia, el Quijote, todos los diccionarios en toda lengua existente y Harry Potter juntos!

Y seguido se encontraron en la presentación de su libro, el cual curiosamente había vendido tanto siendo publicado en ese mismo momento. Él nunca había sido más que un escritor aficionado pero… ¡allí estaba! Sus pequeñas historias gore-humorísticas habían cuajado en el mundo de los lectores y se había convertido en el mejor escritor de la historia con su primera publicación. Tuvo que hablara ante la gente, tuvieron comida para picar y se codeó con las personas más brillantes del planeta que existía y que habían existido. Entre otras, tuvo una interesante discusión con Platón, el cual insistía en la existencia del continente perdido en las aguas del mar.

Entonces la presentación acabó y volvieron a quedar ellos dos. Los ojos verdes se aproximaban y se cerraron cuando estaban tan cerca que se veían desenfocados, pues, aunque no los ojos, su dueña le estaba besando. Besando como el siempre había querido…

- ¡Arriba, tienes que ir a clase –le despertó su madre encendiendo una molesta luz-!

Gisp se levantó sin decir nada. No podía ser que todo hubiese sido soñado, pero cogió el aparato que en su cabeza estaba enganchado y lo recordó con pena.

Miró su guitarra, reposando en una silla cogiendo polvo por la falta de atención, encendió el ordenador y abrió tristemente su blog, donde colgaba aquello que escribía. “Cinco comentarios…” dijo para sí mismo.

Y preocupado cogió rápido el teléfono y marcó un número determinado. Alguien cogió:

- ¿Sí –dijo una voz-?

- Paletum, ¿estás muerto?

- ¿Quién…?

Colgó. Y seguidamente marcó otro número.

- ¿Quién es –dijo otra voz-?

- ¿Está Kitara?

- Sí, ahora se pone.

- ¿Hola –dijo otra voz más pasado un momento-?

- Kitara, dime que me quieres…

- ¿Gisp? ¿Pero estás loco? Deberías cambiar de camell…

Colgó de nuevo y se fue deprimido a prepararse para ir a clase. No sabía como podría volver a soportar lo mismo de siempre tras haber sido feliz por una noche. Entonces obtuvo la respuesta: si soñando era feliz, debía de dormir para siempre…

Ese mismo día el metro estuvo inactivo durante horas a causa de un suicidio.

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Ah, y lo prometido es deuda, no tiene paint:


The Blind

lunes, 15 de septiembre de 2008

El poder del Metal

¡¡¡DEATH!!!

Bajo la tormenta de truenos
Descargamos nuestra ira
Hacia los que llamamos "poperos"
Que nos joden la vida

Cuatro amigos que tocan Heavy Metal
Preparados para el rito infernal
Tras largos años de trabajo han acabado
Su excavadora gigante han terminado

Inician su recorrido
Raptan poperos a porrillo
Les machacan con sus guitarras en trocitos
Para comérselos, pues es su rito

Satán ha sido sustituido
Por el más loco grupo de amigos
Nadie les puede parar
El mundo van a aplastar

En el núcleo de la tierra
Se anuncian aires de guerra
Pero antes a papear
Beben ácido sulfúrico y comen tanques hasta reventar

El cantante empieza a gritar
Cantos infernales
Con sus cuerdas vocales
Que comienzan a vibrar

Le sigue el guitarra con su instrumento de hierro
El único que no se rompe ante el poder del acero
Su arma esta repleta de pinchos
Para desangrarse con ahínco
Combinado con una sierra mecánica
Toca solos con su guitarra eléctrica

El teclista se desfasa con su teclado
Hecho de costillas atadas con venas de condenados
Sus notas desgarran las cabezas
De los sufridos que a mordiscos les arrancan las orejas

El bajista masacra su bajo
Agita las greñas
Y arrea las cuerdas
Todo ello a puñetazos

El batera da cien golpes por segundo
Con martillos del inframundo
Rajándose el cuello con sus platillos
Y desangrando a sus enemigos
Olvidándose de todo el mundo
Se saca los ojos con gusto

Con los altavoces de potencia nuclear
Desde el centro de la tierra va todo a reventar
Ríen sádicamente sin consuelo
Con sus ojos sangrantes mirando al cielo

Se les salen las entrañas
Cuando están metiendo caña
Mientras el planeta peta
Todos mueren por el Heavy Metal…

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Buenas y malas gentes: esta es una canción que escribimos el primo y yo hace la tira y que surgió en recopilacion de ideas de un día que nos pusimos a decir chorradas. En realidad, las rimas dan bastante pena, se nota que hace mucho que está escrito. Sí, uno se da cuenta tras mirar sus primeros escritos que ha mejorado (lo cual no hace que sea bueno, sino mejor que antes).

En fin, tengo algunas cosas por escribir, a medio escribir o simplemente ideas a la espera de ser desarrolladas pero estos días no estoy uniendo palabras para crear relatos. Dentro de poco os compensaré.

Y bueno, por puro aburrimiento, os concendo lo nunca visto para vosotros, una foto mía con un cráneo en un palo:


Lo siento por los que tuvieseis curiosidad. Venga, prometo que en mi próxima entrada publico una foto y no me dibujo con paint por encima de la cara.

Saludos.

The Blind

sábado, 6 de septiembre de 2008

Arrasar (Parte II)


La luna resplandecía con un tono rojizo. Los pinos teñidos en sangre se alzaban alrededor del cementerio, inmóviles. El vapor de la nieve al derretirse me nublaba la vista y me provocaba náuseas. Olía a muerte. Oí un batir de alas. Bajé la mirada y me sobresalté. El cuervo se había posado en mi pierna ensangrentada y picoteaba la herida que él mismo había abierto. Intenté espantarlo pero no encontré los brazos. De pronto el cuervo alzó la cabeza hacia mí... “Sigue al niño salvaje, él te llevará hasta la muerte” dijo sin abrir el pico bañado en sangre. La temperatura bajó bruscamente. El cuervo alzó el vuelo y fue a posarse al otro lado del cementerio sobre el hombro de una siniestra y oscura silueta que se alejaba entre las sombras...
Desperté. Mi cuerpo se contraía azotado por violentos temblores. Las mantas que antes me cubrían se habían caído de la cama. Giré hasta el borde del gélido colchón y alargué el brazo para volver a abrigarme. Poco a poco los temblores fueron cesando. De pronto recordé porqué me había despertado y pensé en el cuervo. Sabía que me había dicho algo pero no alcanzaba a recordar el qué. Me acordé de la extraña silueta sobre la que el cuervo se había posado. “Me dijo algo sobre la muerte”. Palpé con la mano mi pierna, pero allí no había ninguna herida.
Me senté en la cama y me ceñí las mantas al cuello. Una alfombra de prendas sucias acumuladas con desorden durante semanas cubría el suelo de mi habitación. El armario en el que debía guardarse la ropa estaba cerrado. De la puerta colgaba un gran póster de Apocalyptica, con los tétricos y oscuros violonchelos de siempre, junto a otro póster de W.A.S.P., desde donde Jackie Lawless me observaba con ese deje de locura tan propio de él.
Sin embargo, lo único verdaderamente ordenado de la habitación era la estantería. Tenía tres pisos: en el primero descansaban libros de fantasía variopinta colocados por tamaño, junto a mis discos ordenados por estilos, en el segundo había montones de partituras de música, el trabajo de toda una vida, y, por último, decoraban la cima de la estantería un par de estuatillas de mercadillo, un esqueleto haciendo surf, y la muerte sosteniendo su guadaña. Nada del otro mundo.
La mesilla estaba al lado de la cama, sobre la que había una lámpara cubierta por una fina capa de polvo y un papelito meticulosamente doblado.
Saqué un brazo de entre las mantas y cogí el papel:
“Crea tu propio camino. Extremo Este de la calle del Olvido”.
La calle del Olvido. En esa calle precisamente tuve aquel accidente de coche con mi familia. Tan sólo sobreviví yo. ¿Casualidad?. “Un lugar en el que has vivido una experiencia cercana a la muerte te conducirá hasta la mismísima muerte...” pensé con la mirada perdida. Todo era muy irónico.
Sin embargo, allí estaba el papelito que sostenía entre mis dedos. ¿Quién me habría mandado aquel extraño mensaje?. Volví a pensar en la muerte.
Me levanté con lentitud y me vestí. Miré por la ventana. Atardecía. Bostecé y salí de casa.
El aire limpio invadió mis pulmones. Me metí las manos en los bolsillos y comencé a andar. Crucé varias manzanas hasta que al cabo de una media hora llegué a la calle del Olvido. No había ningún coche. Observé el sol y me caminé en dirección opuesta, hacia el este.
Mi mirada estaba clavada en la sombra que se adelantaba a mis pasos. No sabría decir cuanto tiempo estuve caminando cuando de pronto el asfalto que estaba pisando se convirtió en piedras y arena. Alcé la vista. La calle terminaba allí, y en su lugar un caminito de campo ascendía en curvas hasta una colina, detrás de la cual había un gigantesco risco débilmente iluminado en la cima por los últimos rayos del día.
Seguí caminando. Llegué a pie del risco y sin pararme a pensarlo comencé a escalarlo. Era un buen escalador, con lo que no tuve problemas en llegar hasta arriba sin dar ningún paso en falso. En cuanto vi la altura a la que estaba se me revolvió es estómago.
Una vez en lo alto apoyé las manos en la roca y subí con las rodillas. Una explanada de hierba fresca y verde me daba la bienvenida. Después de descansar unos minutos me levanté. Observé que la explanada no se extendía mucho.
Anduve un poco más y llegué hasta el borde de un precipicio. El corazón me dio un vuelco. ¿Un ejército?.


The Reaper