sábado, 6 de septiembre de 2008

Arrasar (Parte II)


La luna resplandecía con un tono rojizo. Los pinos teñidos en sangre se alzaban alrededor del cementerio, inmóviles. El vapor de la nieve al derretirse me nublaba la vista y me provocaba náuseas. Olía a muerte. Oí un batir de alas. Bajé la mirada y me sobresalté. El cuervo se había posado en mi pierna ensangrentada y picoteaba la herida que él mismo había abierto. Intenté espantarlo pero no encontré los brazos. De pronto el cuervo alzó la cabeza hacia mí... “Sigue al niño salvaje, él te llevará hasta la muerte” dijo sin abrir el pico bañado en sangre. La temperatura bajó bruscamente. El cuervo alzó el vuelo y fue a posarse al otro lado del cementerio sobre el hombro de una siniestra y oscura silueta que se alejaba entre las sombras...
Desperté. Mi cuerpo se contraía azotado por violentos temblores. Las mantas que antes me cubrían se habían caído de la cama. Giré hasta el borde del gélido colchón y alargué el brazo para volver a abrigarme. Poco a poco los temblores fueron cesando. De pronto recordé porqué me había despertado y pensé en el cuervo. Sabía que me había dicho algo pero no alcanzaba a recordar el qué. Me acordé de la extraña silueta sobre la que el cuervo se había posado. “Me dijo algo sobre la muerte”. Palpé con la mano mi pierna, pero allí no había ninguna herida.
Me senté en la cama y me ceñí las mantas al cuello. Una alfombra de prendas sucias acumuladas con desorden durante semanas cubría el suelo de mi habitación. El armario en el que debía guardarse la ropa estaba cerrado. De la puerta colgaba un gran póster de Apocalyptica, con los tétricos y oscuros violonchelos de siempre, junto a otro póster de W.A.S.P., desde donde Jackie Lawless me observaba con ese deje de locura tan propio de él.
Sin embargo, lo único verdaderamente ordenado de la habitación era la estantería. Tenía tres pisos: en el primero descansaban libros de fantasía variopinta colocados por tamaño, junto a mis discos ordenados por estilos, en el segundo había montones de partituras de música, el trabajo de toda una vida, y, por último, decoraban la cima de la estantería un par de estuatillas de mercadillo, un esqueleto haciendo surf, y la muerte sosteniendo su guadaña. Nada del otro mundo.
La mesilla estaba al lado de la cama, sobre la que había una lámpara cubierta por una fina capa de polvo y un papelito meticulosamente doblado.
Saqué un brazo de entre las mantas y cogí el papel:
“Crea tu propio camino. Extremo Este de la calle del Olvido”.
La calle del Olvido. En esa calle precisamente tuve aquel accidente de coche con mi familia. Tan sólo sobreviví yo. ¿Casualidad?. “Un lugar en el que has vivido una experiencia cercana a la muerte te conducirá hasta la mismísima muerte...” pensé con la mirada perdida. Todo era muy irónico.
Sin embargo, allí estaba el papelito que sostenía entre mis dedos. ¿Quién me habría mandado aquel extraño mensaje?. Volví a pensar en la muerte.
Me levanté con lentitud y me vestí. Miré por la ventana. Atardecía. Bostecé y salí de casa.
El aire limpio invadió mis pulmones. Me metí las manos en los bolsillos y comencé a andar. Crucé varias manzanas hasta que al cabo de una media hora llegué a la calle del Olvido. No había ningún coche. Observé el sol y me caminé en dirección opuesta, hacia el este.
Mi mirada estaba clavada en la sombra que se adelantaba a mis pasos. No sabría decir cuanto tiempo estuve caminando cuando de pronto el asfalto que estaba pisando se convirtió en piedras y arena. Alcé la vista. La calle terminaba allí, y en su lugar un caminito de campo ascendía en curvas hasta una colina, detrás de la cual había un gigantesco risco débilmente iluminado en la cima por los últimos rayos del día.
Seguí caminando. Llegué a pie del risco y sin pararme a pensarlo comencé a escalarlo. Era un buen escalador, con lo que no tuve problemas en llegar hasta arriba sin dar ningún paso en falso. En cuanto vi la altura a la que estaba se me revolvió es estómago.
Una vez en lo alto apoyé las manos en la roca y subí con las rodillas. Una explanada de hierba fresca y verde me daba la bienvenida. Después de descansar unos minutos me levanté. Observé que la explanada no se extendía mucho.
Anduve un poco más y llegué hasta el borde de un precipicio. El corazón me dio un vuelco. ¿Un ejército?.


The Reaper

8 comentarios:

The Reaper dijo...

Siento repetir la foto, pero le va al pelo con este relato.
Espero que no os moleste la tardanza en colgar, pero es lo que hay. Morid

Lady Nerón dijo...

Quiero más. Os lo ordeno.
Intrigante final... ¿un ejército? La verdad es que a veces no os entiendo.

Yaw! Soy la primera en comentar.

[ кeя ] dijo...

Regresé! pasaba solo a saludar tengo que irme :S pero volvere para leeros... ya echaba en falta los relatos sangrientos

Rock Lobster dijo...

Primo, hay cierta frase que me recuerda a "sigue al oso floroso. el te guiara hasta la muerte".
Por cierto, has descrito tu habitacion real, o al menos muy parecida.

ana dijo...

iba a mencionar lo de "sigue al PERRO floroso"..

x cierto...

Pamplina: Planta anual de la familia de las Cariofiláceas, de doce a catorce centímetros de altura, con hojas pequeñas y aovadas y flores blancas. Abunda en los parajes húmedos, y se usa en medicina y para alimentar pájaros.

tambien "álsine", k es otra planta (parecida o igual kreo). si no me crees mira en el diccionario. :)

kontinua eskribiendo k yo kontinuare leyendo!

The Reaper dijo...

Explicación al resto sobre el oso floroso: el oso floroso vive al lado del gugen en bilbao y si te presentas frente a él completamente sólo y le gritas: "Oh oso floroso, guíame hasta la muerte!" se levanta y te lleva hasta mí. (Te lleva a patita, advierto).
Hay diversos personajes que te pueden guiar hasta la muerte, porque siempre saben donde está. Uno de ellos aparecerá en este relato.
Lady Nerón- ¿Qué es lo que no entiendes? xD (Has sido la segunda en comentar :))
Ker- Bienvenida de nuevo, brotará sangre. ¿Tu descanso ya ha terminado? xD
Primo- Muere! Con mi habitación real sólo veo parecido al esqueleto haciendo surf y el hecho de que mi estantería tenga tres pisos... pero sí! es clavada!!
Ana- ¿Perro? Pamplinas! Es un oso. Y floroso. Osea que pamplina es droga ¿no?

Os responderé con comentarios como este de ahora en adelante. Es lo menos que merece el lector, aparte de morir
Mueteeeeeeeeeee

xathick dijo...

hola de nuevo!! he estado desconectado pero vuelvo para comentar! Lo unico que no entiedo del relato es porque no se suicida el tio... aunque supongo que el siguiente sera mejor que un simple suicidio...
bueno sigue asi!

The Reaper dijo...

Xathick - Mis personajes no son tan débiles como para suicidarse, lo nuestro es luchar. Eres bienvenido de nuevo ya lo sabes. Prometo sangre, diversión, música y paranoias.
Yaw!