martes, 9 de febrero de 2010

Tomos de la Muerte (Tomo 1 - Punto de vista: The Blind)


Es imposible que haya pasado. Sé perfectamente que no estoy consciente, es como si mi cuerpo estuviese dormido pero, dentro de él, yo sigo siendo racional. No hay imagen, sólo el eco que provocan mis pensamientos, porque pensar es lo único que puedo hacer. Mi guitarra… mi guitarra ha desaparecido, y sólo ese sentimiento de vacío y odio ha podido provocar que me encuentre en este estado.

Finalmente, y tras una eternidad, abro los ojos. No tengo la menor idea de qué ha podido pasar durante este rato, ni el tiempo que se ha esfumado. De hecho, al ‘despertar’ me he encontrado de pie, con algunos rasguños pero no parece que me hayan violado. Una densa niebla me impide ver a más de cuatro o cinco metros pero a pesar de todo reconozco estar en un terreno rocoso, por la inclinación, deduzco que una montaña. Cuestionándome el por qué, no encuentro negativa y sin saber la razón, decido escalar. La inclinación es cada vez mayor y las rocas a las que necesito apoyarme para subir están más afiladas por cada metro ascendido. A medida que asciendo por esa pared de cuchillos, los cortes que me producen derivan en que en cada apoyo queden dibujos de manos manchas con sangre.

¿Qué hay allí? Veo la cima pero tiene una especie de sombra con forma de palo o algo similar en la cima, apuntando al cielo. Termino de subir los escasos metros que me faltaban y, como con vida propia, la niebla se aparta para dejarme ver el objeto. Tiene la base incrustada en la roca, un mástil decorado con enredaderas negras y cuya cabeza emula una lanza; mi guitarra.

Sin dudarlo un momento la cojo con una mano y la levanto. Se desprende fácilmente de la roca. Tengo la sensación de que, como a un Rey Arturo del metal, la roca no habría cedido para nadie más. Me sitúo yo en la cumbre antes ocupada por mi instrumento y oteo el paisaje. Niebla. No hay más que niebla extendida hacia el infinito y una suave brisa pidiéndome que toque para ella, pidiéndome que hiera el silencio y lo sepulte con las notas de mi arte. Acaricio el mástil de la guitarra bañándolo con un reguero de sangre. Preparo mis ensangrentados dedos y cierro un momento los ojos esperando inspiración.

Instantáneamente, mis dedos empiezan a tocar un solo que podría ser catalogado de violencia. Mis dedos viajan a la velocidad de un rayo pero yo los veo lentos, como si estuviesen nadando en un tarro de miel espesa. Más rápido. Más. ¿Vas a ponerte a llorar? ¡Toca como un heavy! Mis dedos alcanzan un movimiento de vértigo y cada nota entra en mi cabeza como una explosión de metal. La sangre que pinta ahora mi guitarra ha mejorado su sonido.

Con un final atronador, finalizo el solo. El eco me devuelve notas desde lejos pero, ¿es ese mi solo? Obviamente no. Alguien está tocando desde otro lugar y… ¡mejor que yo! ¿Cómo se atreve? Cuando finaliza su solo hago yo uno mejor. Como en un partido de ping-pong, devolvemos un ataque con otro más certero, rápido y mejor. Finalmente, en uno de mis solos, el roce de mis dedos contra las cuerdas produce un calor que se convierte en fuego. Le doy un final como nunca antes se había escuchado, un sonido desgarrador que ni los oídos más expertos podrían concebir.

Mi guitarra se desvanece. No hay respuesta. Mis manos siguen ardiendo. No me molesto en apagarlas. El aire sopla con más fuerza hasta convertirse en un vendaval. Se rompe el cielo, descargando toda su ira mediante una tormenta de truenos. Sé que es lo que se avecina, y no hay forma de pararlo. Alzo la vista, coloco los brazos en cruz y, de nuevo, cierro los ojos. No puedo verlo pero se que está cerca. Cada vez más, lo presiento.

Alzo los brazos con rapidez y detengo una gigantesca bola, aquello que venía a toda velocidad hacia mí: la Luna. Pero el éxito no es pleno, la base en la que me encuentro se rompe y caigo, aun sujetando la Luna, varios metros más abajo, clavándome las rocas en la espalda. Noto como penetran en mi carne, hurgando las heridas y provocándome un daño bestial. A pesar del dolor, empujo la Luna y me levanto, pero ella sigue ejerciendo la misma presión sobre mis brazos.

Todos y cada uno de los innumerables rayos de la tormenta se concentran sobre mi cuerpo, ahora transformado en un pararrayos humano (¿humano? Quería decir heavy). Apenas puedo aguantar. Justo entonces, algo me atraviesa la espalda, rompiéndome la columna vertebral, destrozando mis órganos internos y abriéndose paso por las costillas para aparecer a saludarme en mi propio pecho. El mástil de mi guitarra…

Sí, es Pablito mi ejecutor. Un pequeño niño de cinco años, mi archienemigo. La sangre me sale a borbotones por la boca (además de por el pecho y la espalda). Me río. A carcajada limpia, sin poder parar. Mi risa resuena por todos lados; Pablito, conmigo atravesado en la guitarra, comienza a tocar los solos que yo mismo había interpretado antes; los rayos siguen abrasándome el cuerpo; y seguo sosteniendo el peso de la Luna, que cada vez hace retroceder más mis brazos, rozándome ya la cara. Sé que es el momento de saludar al personaje presente a mi lado. Sé que esta allí, estoy seguro de que, aunque yo no vea nada, le estoy mirando a los ojos. Le grito entre mis risas paranoides.

¡Mátame, es el momento! ¡Arráncame la vida!



El golpe fue brutal. La Luna, a la vez que una guadaña invisible, cayó sobre mí. La mezcla de todo creó una explosión de proporción estelar y mi cuerpo se destruyó por completo.

Polvo eres, pero ni polvo quedará de ti.



The Blind

lunes, 14 de diciembre de 2009

Overlord (Parte I: El Principio)


Leidar asomó la cabeza entre los arbustos en los que se había escondido. Observó a ambos lados para confirmar que los había despistado y salió de su escondrijo. Apenas era un escuálido chico que ni tan siquiera había entrado en la pubertad. Era incluso un poco más bajo que el resto de los niños de su edad, de los que comenzaba a cansarse al ser perseguido por todo el pueblo de Nédela. Esta vez no había sido distinto, había salido a las afueras del pueblo a ver si conseguía cazar algunos gnomos pero le habían seguido. Los adultos normalmente tampoco ayudaban a solucionar este tipo de situaciones, “Suficiente hemos hecho dejándote vivir en esa casa, sin echarte del pueblo” eran las pocas palabras que solían dirigirle. Sí, ahora vivía solo en esa pequeña choza desde que murieron sus padres, justo después comenzó a…

- ¡Ahí está el niño brujo!

Una bola de nieve golpeó su nuca y lo tiró de bruces al suelo. Varios niños salieron corriendo entre risas.

- ¡Corred o nos lanzará un hechizo!

Se levantó dolorido y con los ojos buceando en un mar de lágrimas que poco a poco empapaban una cara completamente enrojecida por el contacto con la gélida nieve. Echó a correr hacia su casa, al otro lado del pueblo. En su carrera tropezó dos veces, aguantando las miradas de desprecio de la gente, como siempre que le veían pasar. Llegó hasta su casa, entró y cerró la puerta sin usar ningún tipo de llave, pues no la necesitaba. Se acurrucó en una esquina y los recuerdos le invadieron de nuevo.

Su padre era un cazador, pero hacía unos meses lo encontraron devorado por los lobos. Ante esta desgracia, Leidar había desarrollado una habilidad especial. No era algo concreto, su cuerpo podía generar algo de magia, generalmente involuntaria. A veces los objetos de su casa levitaban al dormir, o cuando se concentraba mucho podía controlar levemente su magia, habiendo llegado a crear pequeñas chispas sobre un palo de madera reseca. El se sentía maravillado con sus nuevos poderes, pero su madre sentía estar criando un pequeño demonio. Tras una gran reflexión y mucho dolor interno, intentó matarlo con un puñal cuando Leidar dormía. Sin embargo, Leidar se despertó instintivamente y del susto que le produjo ver esa escena, su madre estalló en llamas. Con el fuego consumiendo su vida, ella escapó de la casa y gritando por todo el pueblo. La gente salió de sus casas por el alboroto y vieron como la mujer moría entre lametazos ígneos.

Tras ese acontecimiento, Leidar fue juzgado por el pueblo. A pesar de todo, su corta edad logró salvarle, sintieron esa mínima cantidad de compasión. Lo que si pretendieron fue expulsarle del pueblo pero, debido a que ninguno pudo entrar en su casa, le dejaron ocuparla a él. Eso se debía a la magia involuntaria de Leidar. Nadie que el desease lograba abrir la puerta de esa choza. Los únicos que podían abrirla eran él y…

La puerta se abrió en ese momento sobresaltándole. Una figura familiar entró y cerró detrás de sí. Kelda era una chica de más o menos su altura, unos meses más joven, de pelo rojizo, ojos verdes, piel blanca y vestía ropas de abrigo debido al frío que normalmente hacía por esas fechas. Desobedeciendo a sus padres, Kelda había querido conocerle. Ella era la única amiga que había tenido desde que empezó su faceta mágica, la única que lo veía como una persona y la única cuya sonrisa podía arrastrar las nubes de sus malos días y deslumbrar como si del mismísimo Sol se tratase.

- ¿Han vuelto a reírse de ti? -preguntó Kelda con tono preocupado.

Leidar asintió intentando no llorar más, pero Kelda se le acercó para abrazarle y no pudo contenerse. Se sentía bastante tonto llorando delante de ella, pero también era la única persona a quien podía llorar.

- Deberías defenderte. Si temen que os embrujes, hazlo, así te dejarán en paz.

- No sé cómo hacerlo –contestó Leidar tratando de enjugarse las lágrimas-. Además, me echarían definitivamente del pueblo, se que no lo ha hecho hasta ahora por miedo pero en cuanto haga algo…

Kelda le miró y dejó escapar una de sus tiernas sonrisas. A Leidar el corazón le dio un vuelco. Puede que fuesen aún jóvenes, pero él tenía muy claro que Kelda era la persona con la que pasaría el resto de su vida, no sentía más que amor hacia ella.

- ¿Sabes? –dijo Kelda con un tono que Leidar no le había oído nunca antes- Me alegro de ser tu amiga. La gente te juzga sin conocerte.

Kelda alejó un poco la cara de él y levantó la suya empujándole la barbilla hacia arriba con suavidad.

- Yo sé cómo eres.

El corazón de Leidar adquirió el ritmo de cien caballos al galope. Sus labios se habían dirigido hacia los de Kelda en un beso rápido y corto. Llevaba tiempo queriendo intentar demostrarle que la quería y la forma en la que lo había hecho había sido brusca y torpe. Kelda se vio sorprendida por esa acción, pero sus ojos y su sonrisa hablaron por ella. Pasó las manos por la nuca de Leidar y le propinó un beso más prolongado. Leidar tenía el corazón saliéndosele del pecho, todos sus problemas se habían esfumado en una décima de segundo. Tras ese indefinido intercambio de sentimientos, volvieron a separarse. Él fue a tomar la palabra.

- Y-yo…

¡Crash! Un fuerte ruido en la aldea le interrumpió. Se escuchaban los gritos ajetreados de la gente de la aldea.

- ¿Qué es lo que está pasando? –dijo Kelda- ¡Vamos a ver!

Aunque Leidar se sintió desgraciado por dejar ese momento, prefirió pensar que ya tendrían todo el tiempo del mundo más adelante. En la aldea parecía cocerse algo gordo. Ya fuera, le cogieron entre varios aldeanos y se lo llevaron a la plaza. La plaza estaba llena de soldados. Le tiraron al suelo delante de un hombre con apariencia de líder militar.

- ¿Es este el chico? –dijo con voz firme.
- Sí, señor. Puede llevárselo peor por favor no arrase nuestra aldea. –dijo uno de los campesinos.

Con un gesto de su mano. Los soldados le cogieron a la fuerza y se lo llevaron. Kelda gritó desesperadamente pero los aldeanos la retuvieron.

- ¡No, Leidar! ¡Leidar! ¡Te quiero! ¡Leidar, te quiero!


Leidar despertó. Tantos años después, y ese recuerdo seguía haciendo eco entre sus sueños…




The Blind

sábado, 5 de diciembre de 2009

Arrasar (Final)



Sonreí… Ana había vuelto.
Pero ella no sonreía. Estaba enfadada. No le bastó con propinar una patada brutal al chico de la torre de ajedrez. Tenía sed de venganza.
Dio cortas pero rápidas zancadas hasta llegar al cuerpo tendido. Le agarró del cuello de la camiseta e intentó alzarle por encima del suelo…. Pero era demasiado bajita y eso le hizo enfadar aún más, por lo que le volvió a dejar en el suelo, le agarró de los pies y lo zarandeó dando vueltas hasta estamparlo contra el árbol más cercano con una violencia brutal.
El chico de la torre de ajedrez reaccionó. Con la mitad del cerebro asomando por la brecha de su cabeza, alzó su brazo derecho sosteniendo la torre de ajedrez, y empujó levemente la cabeza de Ana hacia atrás. Ésta abrió los ojos de puro pánico al notar que la cicatriz de su cuello se descosía y la cabeza se le caía hacia atrás. Los músculos, tendones y cuerdas vocales quedaron al descubierto entre un torrente de sangre. El cadáver semi-decapitado cayó de rodillas, inerte, y seguidamente se desplomó contra el suelo.
Mi sonrisa se esfumó. El chico de la torre de ajedrez cogía entre sus manos con curiosidad parte de su cerebro y se lo comía. Pero no tuvo mucho tiempo para seguir probando nuevos sabores, porque de repente un cuenco de ramen fue a parar con una violencia inaudita contra su cabeza.
Todo ocurrió muy rápido.
Reche descargaba toda su munición sobre todo aquel que osara estar su alrededor. Pero cayó ante la sierra eléctrica de charly, que le rebanó las piernas y el tórax sin ningún reparo. A su vez, Lyra introdujo sus manos como garras en el cuello de Charly y le arrancó la garganta acompañado de un sonido repulsivo.
Mientras tanto Lady Nerón volaba por el aire y sus conjuros causaban estragos en la batalla, pero fue derribada por un salto felino de Ker, que se ocupó de hurgar dentro de las cuencas de sus ojos hasta matarla.
De pronto, algo que parecía un zombi se abalanzó hacia mí. Se trataba del chico de la torre de ajedrez que, con trocitos de bol de ramen incrustados en la cabeza y el cerebro asomando literalmente por su cráneo, convirtió su torre de ajedrez en un pincho moruno y me atravesó el estómago.
Al principio no me dolió mucho, pero luego el pincho moruno se multiplicó en una enredadera de espinas dentro de mi tripa y el chico de la torre de ajedrez tiró con fuerza. Todas mis tripas e intestinos salieron con una facilidad impresionante.
Pronto se me comenzó a nublar la vista. El tiempo pareció detenerse por un momento. Me pregunté cómo habíamos llegado a esto.
Me respondí yo sólo a esa pregunta. Nuestro ejército había acabado con el enemigo… pero como la sed de sangre no se esfumaba, no podían evitar matarse entre ellos.
Sufriendo en mi agonía alcancé a ver a dos supervivientes. Primo y el chico de la torre de ajedrez, completamente bañados en sangre, soltaban carcajadas paranoicas mientras remataban a los montones de cadáveres que regaban el suelo con millones de litros de sangre.
-Vaya panda de grillaos…- pensé mientras cerraba los ojos.


The Reaper

jueves, 3 de diciembre de 2009

El banquete de los trece hambrientos

Ruoka se despertó sin recordar nada. Se encontraba encadenado en una tabla de madera apoyada sobre una pared de piedra. Observó el lugar en el que se encontraba y se vio en una amplia habitación redonda cuyo centro estaba ocupado por una gran mesa de mármol blanco con trece asientos en los que cabrían cinco personas normales sentadas. En la pared circular en la que él mismo se encontraba, pudo ver a otros doce hombres como él, con una puerta a derecha e izquierda de cada uno, enumerando así trece puertas también. Algunos de ellos estaban aun inconscientes mientras que otros estaban despiertos como él, pero por desgracia, todos llevaban una mordaza que les impedía hacer ningún tipo de ruido legible.

No pasó demasiado tiempo hasta que por salió un hombre de cada una de las puertas. Estos personajes parecían, como poco, tercermundistas. Sus cuerpos estaban secos y arrugados, sin apenas nada más que una fina capa de piel rodeando sus huesos. Eran como verdaderas momias andantes. Ruoka y los demás hombres encadenados se agitaron e intentaron inútilmente gritar para que les soltaran. Fueron ignorados. Los hombres ocuparon sus asientos y uno de ellos tomó la palabra:

- Bienvenidos de nuevo a este ritual, compañeros. Sé que todos estamos hambrientos y no nos gusta demasiado la charla así que, ¡que comience el banquete de los trece hambrientos!

Al momento, de las puertas empezaron a desfilar cocineros con cubiertos, platos diminutos y bebidas variadas que colocaron en la mesa. Ruoka se fijó en estos nuevos sujetos y descubrió que eran completamente normales, exceptuando claro que en su cara no tenían más que la boca, algo fundamental en un cocinero. Los trece hambrientos empezaron a comer lentamente sin levantar la vista de su comida. Ruoka no tardó en aburrirse a pesar del miedo que tenía.

Pasada alrededor de una hora, los trece hambrientos ya iban por un quinto plato. Aunque lentos, no dejaban de comer. Ruoka descubrió que poco a poco los platos que traían los cocineros eran cada vez más grandes, los hambrientos comían más rápido y hubiera jurado que ahora habían recuperado algo de carne. No sabía muy bien como seres tan pequeños y esmirriados podían comer algo que superase el tamaño de un puño pero poco a poco lo hacían y parecía que ello les iba recomponiendo poco a poco su físico normal, engrosando de nuevo sus músculos y mejorando su aspecto.

Pasaron numerosas horas en las que Ruoka se asustó de verdad por lo que estaba viendo. Los trece hambrientos ya tenían una apariencia normal, personas que no hubiesen destacado entre las demás. ¿Cómo podían estar metabolizando todo mientras seguían comiendo? Además ahora comían a una velocidad que pocas personas podrían mantener durante más de dos minutos, los cocineros iban y venían cada vez más a menudo. ¿Cuánto más podrían crecer esos hombres?

Varias horas más tarde lo descubrió. Los trece hambrientos ahora desbordaban de sus ya de por sí descomunales sillas. Eran gigantes deformidades de grasa que seguían comiendo. Ahora habían abandonado por completo los cubiertos para comer con las manos y podían fácilmente comerse un pollo de un solo bocado, las jarras de vino, cerveza y agua superaban los cuatro litros de capacidad y las vaciaban de un trago. Todo estaba completamente lleno de restos de comida, grasa, y restos. Los platos se amontonaban en la mesa y el suelo y los cocineros parecían no dar abasto, iban y venían a una velocidad a la que deberían estar ya mareados. Los platos que traían habían aumentado de tamaño hasta el punto de acarrear cerdos enteros cocinados o incluso vacas.

Finalmente, los cocineros se acercaron a los hombres encadenados. Ruoka y el resto intentaron resistirse, pues ya sabían cuál iba a ser el siguiente plato. Evidentemente, no pudieron hacer nada por ser descolgados por los cocineros, quienes les pusieron en la mesa, uno delante de cada uno de los hambrientos. Lo último que vio Ruoka es la campanilla de una asquerosa boca enorme al cerrarse sobre su cabeza.

Los trece hambrientos acabaron con su último plato y el único que había hablado al principio volvió a hacerlo.

- Finaliza el banquete de los trece hambrientos. Hasta el año que viene.

Y así, con ayuda de los cocineros, se fueron por las puertas por las que habían venido, aunque los cocineros tuvieron que empujar mucho para desatascarlos del marco de sus respectivas puertas.



The Blind

martes, 1 de diciembre de 2009

Comunicado: El Retorno

Saludos, lectores que puedan quedarnos.

The Reaper y yo hemos estado hablando y lo cierto es que tenemos ganas de retomar un poco la escritura de relatos. Siendo así, hemos cambiado y renovado completamente todo el aspecto del blog.

Los cambios son los siguientes:

La imagen principal: La anterior imagen era potente pero creemos que la actual tiene un sentido que va algo más relacionado con el propio nombre del blog.

Imagen de fondo: Nos ha costado un largo rato adaptarla y hacer pruebas pero hemos colocado esas manos sangrientas que, aparte de que nos han motivado mucho, llenan un poco los huecos vacíos que quedan a los lados. Teniendo en cuenta esto, también hemos eliminado las imágenes sueltas del costado que no tenían nada que ver.

Encuesta antigua: Desconocemos si pondremos encuestas en el futuro pero lo mínimo era eliminar la que ya llevaba meses.

Reproductor de música: Para empezar, hemos hecho que no se ponga automático porque hasta nosotros acabábamos hasta las nerices de ello. Así mismo hemos elegido canciones instrumentales (que creemos que se acercarán un poco más al gusto de todos) y lo hemos colocado al principio, para no tener que buscarlo.

Enlaces: Hemos borrado los enlaces que ya no estaban en activo o que, simplemente, no pintaban nada. También hemos puesto que estén en una lista actualizable de esas que queda como muy moderno.

Entradas: Finalmente, y aunque nos encantaba que todos pudiesen leer desde la primera entrada que publicamos sólo con abrir nuestro blog, hemos decidido que en cada página no haya más de 10 entradas. También hemos aumentado la letra, ya que la gente se quejaba de que costaba leer.

El resto de cosas como las frases, inspiraciones y demás las hemos dejado aunque les hemos bajado de lugar, son menos importantes. Ah, la etiqeta "pato" seguirá manteniéndose en todas las entradas.

Esto es todo, a ver si conseguimos recuperar un poco aquello a lo que en su día dedicamos tanto tiempo.

Fin del comunicado.


The Blind

domingo, 29 de noviembre de 2009

Destruye mi vida




Suena la campana del colegio, es hora de irse a casa. Este es el momento en que los niños normales vuelven a sus casas y no salen de ellas alegando que tienen que hacer deberes, aunque esta tarea no les lleve más de media hora y dediquen el resto de la tarde a ver la caja tonta. Al contrario que para ellos, este es el momento en el que yo me voy, tratando de evitar mi propia casa. Pero antes de irme alguien me toca el hombro.

- Quiero que me avises si vuelve a ocurrir algo –me dice mi tutor.
- No te preocupes, hace tiempo que no sucede nada nuevo –miento.
- Bueno yo… simplemente no quiero que te pase nada malo, si me necesitas para cualquier cosa, puedes hablar conmigo.
- Tengo prisa, adiós.

Me escapo rápidamente. Mi profesor es buena gente pero la última vez que acudí a él, todo fue a peor. Sus intenciones son buenas pero no puede hacer nada, si el entra las cosas pueden ir a peor y no puedo permitirlo, no puedo hacerle esto a ella.

Esta vez me dirijo al parque. Supongo que lo normal sería ir con amigos pero yo no los tengo. Me dicen que soy una persona muy triste, que nunca sonrío... supongo que eso no les gusta, no les caigo bien y nadie habla conmigo, algunos incluso me golpean y se burlan de mí. No puedo decir que esté contento con ello pero es el menor de mis males. Los verdaderos problemas están en el lugar al que siempre tengo que volver, donde no pasa un día sin que haya tormenta y que siempre nos moja.

Pasan las horas en el parque, hace rato que he hecho mis deberes y he leído un rato pero ahora en invierno oscurece antes y simplemente acabo quedándome sentado, con el viento helado en mi espalda. Da igual cuánto me acurruque, no puedo dejar de temblar de frío. En la cabeza de nadie suele entrar que esto pueda ser parte de mis momentos más felices.

Salgo del parque antes de que se haga demasiado tarde. Al llegar a casa saco las llaves y se me caen, tengo las manos completamente heladas y no soy capaz de coger las cosas sin una pronunciada torpeza. Al entrar, la saludo a ella y me voy a mi cuarto, me cubro con una manta para entrar en calor. Ella me trae un chocolate caliente y me dice que no debería ir hasta tan tarde con mis amigos con el frío que hace en la calle. Sí, siempre le miento. Me da un beso y se va al salón a seguir leyendo una novela romántica que comenzó hace apenas unos pocos días. El maquillaje no puede ocultar la hinchazón de su ojo.

Apenas pasada una media hora, llega la tormenta. Oigo abrir y cerrar la puerta de casa. Ella acude a recibirle. Sé que intenta sonreír a pesar de que no la veo, pero los gritos empiezan.

- ¡¿Por qué no has hecho la cena?! ¡Me paso todo el día trabajando para traer dinero a esta casa y al llegar a mi casa no está hecha ni la cena!

Plas.

Acaba de cruzarle la cara. Ella llora.

- ¡¿Crees que me gusta hacerte esto?! ¡¿Crees que quiero hacerlo?!

Plas, plas, plas.

Ella llora desconsolada. Le pide perdón, le suplica que le disculpe por su torpeza y promete intentar estar más atenta. Las lágrimas recorren mis mejillas y no puedo esperar más así. No puedo dejar que le siga haciendo eso. Voy a la cocina corriendo, cojo un cuchillo y salgo a su encuentro. Ella está tirada en el suelo. Él está de cuclillas y la tiene agarrada del pelo y le está gritando al oído.

- ¡Déjala! –grito entre lágrimas.

Se pone en pie y me mira con una mueca torcida por la ira.

- ¡Así que el niñato sale en defensa de esta zorra! ¡Y tienes los cojones de amenazarme!

Me tumba de una patada en la cara y el cuchillo vuela por el pasillo. Me sangran la boca, la nariz y los oídos. Él me levanta la camisa y se desata el cinturón.

- ¡No, por favor! –grito entre sollozos.

Zas. La hebilla de metal se me clava en la carne. No puedo dejar de llorar, el dolor el insoportable. Me da dos golpes más: zas, zas.

- ¡No le pegues! ¡No le hagas daño a él! – grita ella.

El se da la vuelta y comienza a propinarle patadas en el suelo sin dejar de gritar insultos. Es mi momento. Vuelvo a coger el cuchillo y me abalanzo sobre su espalda, calvándoselo lo más certeramente que puedo a la altura del corazón. Se revuelve como puede agitando los brazos en el aire. Se gira de nuevo hacia mí pero esta vez cae pesadamente sobre el suelo. Ella me mira sorprendida. Me acerco y nos abrazamos en un mar de lágrimas.

- No volverá a hacerte daño…





The Blind

viernes, 25 de septiembre de 2009

Arrasar Parte XII


Rememoremos de qué trata este relato…

Todo comenzó con aquel chico en el cementerio. Fue cuando, mientras tocaba el violín frente a la tumba de su padre, bajo una temperatura heladora, llegó un cuervo con un mensaje: “Crea tu propio camino. Extremo Este de la Calle del Olvido”.
El cementerio ahora estaba teñido de sangre y el cuervo me hablaba: “Sigue al niño salvaje, él te llevará hasta la muerte”.
El chico despertó. ¿Un sueño? Releyó el mensaje del cuervo y salió de casa. Sus pasos le llevaron a la calle del Olvido. Después de subir una pendiente rocosa, se asomó al borde de un precipicio y vio… ¿un ejército? Un chico le sobresaltó a sus espaldas. Aquel chico dirigía el ejército y era él quien le había enviado el cuervo. Después de presentarse se clavó sin querer una bola llena de pinchos en la cabeza y se desmayó. Antes de que pudiera reaccionar llegaron un chico y dos chicas que conocían al que más tarde se haría llamar Primo. El chico recién llegado, con una torre de ajedrez en la mano, comenzó a pisar la cabeza a Primo, el desmayado. Una de las chicas (Ana) tapó la herida de Primo con el dedo, con intención de curarle. Descubrió que dentro habitaba una neurona. La otra chica (Lyra) propuso cortar por lo sano con su catana. Luego llegó Charly, con su sierra eléctrica al hombro. Una cosa llevó a la otra y el chico de la torre de ajedrez dejó inconsciente a Lyra.
Tras algunos intercambios de palabras que en la normalidad corresponderían a unos pirados mentales, se fueron todos a cenar a la hoguera, excepto Charly que se fue a por la cena. Tras una breve caminata llegamos al lugar: una hoguera inmensa. Lyra se despertó en la hoguera y volvió a atacar a Primo. Por otra parte, Ana, en otro de sus intentos por curar a Primo, le abrió la cabeza con un martillo. Al cabo de un rato le cosió la cabeza y Primo también despertó entre las llamas con un saludo… ¡Armgajam!
Dos chicas que yacían inconscientes al lado de la hoguera antes de que llegaran todos, fueron lanzadas a las llamas también. Éstas son Lady Nerón y Ker.
Fue entonces cuando llegó Charly con la cena (un oso que cargaba sobre el hombro) y otros dos chicos inconscientes (despertaron en la hoguera). Por el camino arroyó un árbol en el que se encontraba Ker y cayó con estrépito. El chico de la torre de ajedrez entró en cólera y mató al oso.
Charly tiró a la hoguera a los dos inconscientes, Ichigo y Xathick. Tras una breve discusión sin pies ni cabeza, todas las miradas se volvieron hacia el protagonista de ésta historia: Alai.
El chico de la torre de ajedrez dejó inconsciente a Alai, que despertó en la hoguera, como todos. Después de esto Alai tuvo una breve pelea con el chico de la torre de ajedrez, mientras el resto discutía si el oso floroso puede comer ramen… hasta que Lady Nerón notó la ausencia de Ker. Recordaron (gracias a Alai) que se había derrumbado su árbol y Charly, con un gesto caballeresco, fue a buscarla.
Lyra se encargó de trocear al oso y comenzó la cena.
Durante la cena, Alai preguntó al fin el porqué de la batalla. Primo comenzó entonces lo que fue un largo discurso de rebelión contra los humanos que al final acabó atrayendo a personas y criaturas que traían instrumentos para dar solemnidad al discurso. Todo acabó en una especie de fiesta de metal.
A la mañana siguiente todos despertaron resacosos y se reunieron para comenzar la batalla. Con un grito de guerra espeluznante, todos se lanzaron en masa contra el objetivo, la ciudad contaminada: Madrid.
Primo advirtió que no nos confiáramos, puesto que uno de los nuestros, el general Reche, se había unido al bando contrario por el sencillo motivo de que la batalla estuviese más nivelada.
La batalla comenzó. La estrategia militar de Reche supuso la mitad de bajas en nuestro ejército. De pronto apareció el centollo gigante entre las filas enemigas. Consiguió intimidar a casi todo nuestro ejército… casi todo. El oso floroso dio un paso al frente…

Arrasar Parte XII

El oso floroso dio un paso al frente…
Ambos bandos miraron hacia las criaturas y se apartaron a un lado. El centollo gigante y el oso floroso se miraban fijamente. Observé atentamente a las dos gigantescas criaturas.
Tras unos segundos que consistieron en desafíos con la mirada, comenzaron a dar vueltas en círculos, tanteándose el uno al otro. Pero ninguno de los dos se decidía a lanzar el primer ataque.
De pronto el centollo chascó una pinza peligrosamente, a lo que el oso floroso reaccionó. Dio un salto en el aire dando mortales y al caer propinó una patada con su talón de flores. Pero el centollo era astuto... se quitó. El golpe impactó en el suelo y abrió una brecha gigantesca. El mundo se partió en dos y un torrente de lava se asentó en las profundidades esperando al desgraciado que osara caerse (algunos comenzaron a tirarse por mera diversión).
Ahora era el turno del centollo. Sus patas empezaron a moverse y, con una siniestra danza, alzó sus pinzas al cielo. Hubo un destello rojizo… ¡el centollo había invocado una caja de cerillas gigante!
No podía creer lo que veía. Sin duda era una lucha de alto nivel.
El centollo abrió la caja de cerillas con sus pinzas y sacó una cerilla del tamaño de una farola. Con un movimiento vertiginoso, prendió una llamarada a la cerilla y se la lanzó al oso floroso. En cuanto el fuego alcanzó las flores, el oso floroso comenzó a arder.
Todo parecía haber acabado para el oso floroso, que se perdía de vista tras las llamaradas. El ejército de Madrid proclamó su victoria de su mascota con vítores y burlas.
Muchos de nuestro ejército cayeron rendidos de rodillas, llorando por la muerte del oso floroso. Me volví hacia Primo.
-¿Y ahora qué hace…?- no terminé la pregunta.
Primo tenía los ojos inyectados en sangre y le temblaba todo el cuerpo. Noté algo raro que emanaba de él, algo que parecía una oleada de poder y destrucción. La comisura de su boca se transformó en una sonrisa paranoica. Me di cuenta que temblaba de emoción.
-El oso floroso…- comenzó a decir- ¡ES INDESTRUCTIBLE!- gritó mientras se lanzaba al ataque.
El resto del ejército, al ver que su general se lanzaba sólo al ataque, reaccionó y se sumó a la masacre.
Alcé la mirada y descubrí que el oso floroso era inmune a las llamas. El centollo dio un paso atrás, asustado, mientras que el oso floroso, furioso, se lanzó a por él y le propinó un puñetazo de flores y fuego. El centollo, apenas protegido por sus pinzas, salió despedido hacia atrás y cayó a la grieta de lava.
(Este acontecimiento fue más tarde conocido como: “La batalla de flores”, que se sigue celebrando hoy en día, aunque no de manera tan alucinante).
La adrenalina comenzó a recorrer mis venas. El oso floroso había vencido y pronto comprobé que su victoria había incrementado la locura asesina de todos los nuestros.
El chico de la torre de ajedrez alzó sus brazos y sostuvo su arma entre sus manos, apuntando al cielo, que empezó a oscurecerse de forma siniestra.
Del cielo comenzaron a formarse tornados cargados de rayos. Fue entonces cuando el chico de la torre de ajedrez descendió las manos con un movimiento brusco y clavó la torre de ajedrez en el suelo. Inmediatamente surgieron del suelo una inmensidad de espinas negras. El escenario que resultó fue sobrecogedor: cientos de humanos suspendidos en el aire, ensartados por el estómago, el tórax, la cabeza… un cementerio de cadáveres.
Lo que al parecer no tuvo en cuenta el chico de la torre de ajedrez fue que la mitad de los cadáveres correspondían a nuestro ejército.
De pronto apareció una figura de la nada. El chico de la torre de ajedrez salió despedido unos diez metros hacia atrás en cuanto la figura le propinó una patada en la cabeza. La intensidad del golpe había producido un remolino de polvo que rodeaba la figura. Una oleada de viento disipó el polvo y dejó a la vista una silueta femenina.
Se trataba de una mujer pálida. Vestía una sudadera blanca. Era bajita y de pelo negro. Llevaba colgados de la espalda un arco y un carcaj. Pero lo que más llamaba la atención era una terrible cicatriz que le recorría todo el cuello.
Sonreí… Ana había vuelto…


The Reaper

sábado, 9 de mayo de 2009

Confuso




Estoy asustado…

Está todo oscuro, ¿qué ha ocurrido? El aire es irrespirable… Me llevo una mano a la cara y la siento pringosa, ¿qué narices…?

Tengo miedo…

Palpo por donde puedo. El suelo está pringado como mis manos. Alcanzo una pared cercana. ¿Dónde estoy?

Estoy asustado…

Camino siguiendo la pared. Me duelen las piernas, creo que estoy sangrando. Resbalo. Caigo al suelo. La sangre en mi cara…

Tengo miedo…

“¿Hola?” Hay eco. “¿Hola?” Repito más fuerte. Eco… silencio… no hay nadie allí que pueda oírme.

Estoy asustado…

Me alejo un poco de la pared y doy con algo en el suelo. Un cuerpo… ¡Se mueve! ¡Se está moviendo! Retrocedo hasta la pared.

Tengo miedo…

¡Mi mechero! No le quedaba casi gas. ¿Dónde está? Mi bolsillo, busco rápidamente y lo saco tembloroso.

Estoy asustado…

Intento varias veces pero no se enciende. El cuerpo está de pie. Se le oye olfatear. Se está acercando.

Tengo miedo…

Se enciende una pequeña llama del mechero. Un cadáver putrefacto se me acerca con ojos inexpresivos.

Estoy asustado…

La llama se apaga lentamente. Mi cuerpo tiembla. En mi delirio sólo puedo repetir una cosa:

“Tengo miedo… Tengo miedo…”



The Blind

domingo, 3 de mayo de 2009

Arrasar (Parte XI)



Un grito inhumano de guerra al que respondió todo el ejército. Hasta las entrañas de la tierra temblaron. Y todos a una, nos lanzamos hacia Madrid.
Corríamos todos en masa movidos por una locura asesina. No quedaríamos saciados con sólo vencer. Matar a todos. No debe quedar títere con cabeza.
De pronto noté que algo ni iba bien. Conforme avanzábamos hacia los altos edificios, me di cuenta de que las calles estaban desiertas. Primo debió notar mi desconfianza y se puso a mi altura.
-¿Tú también lo has notado? Nada me impresionaría en la estrategia de los humanos –sonrió- al fin y al cabo, les dirige ni más ni menos que el general Reche.
-¿Reche… aquel del que me hablabas?, ¿Uno de los nuestros que se ha unido al otro bando?- pregunté.
-Sí, es el único estratega capaz de hacernos frente y hacer que esta batalla esté nivelada.
-¿No temes a la muerte verdad?- sonreí.
-Yo soy la muerte- dijo mientras se envolvía en un manto negro y se alejaba con una guadaña.
Al cabo de unos minutos corriendo, nos adentramos entre la piña de edificios. Había demasiada calma. La calma que precede a la tormenta.
-Preparaos para una emboscada- susurró Lady Nerón.
Me pregunté si le había oído sólo yo o se las había arreglado para que todos le escucharan.
De pronto, se oyeron el disparo de mil ametralladoras. Una lluvia de balas nos cubrió desde los tejados. Pero estábamos preparados. El oso floroso arremetió contra los edificios, uno tras otro.
De repente el suelo explotó bajo nuestros pies. Todas las rutas de alcantarillas estaban repletas de explosivos. Todos quedamos semienterrados bajo los escombros.
Antes de que pudiéramos reaccionar, una tropa de aviones tapó el sol y descargaron bombas y misiles contra nosotros.
-¡Esto es trampa!- gritó uno.
Observé la situación. La mitad de nuestro ejército había quedado aplastado o reducido a cenizas. Pero, un poco más allá, alcancé a ver a Lady Nerón. Estaba de pie, con los brazos en alto y sus pupilas dilatadas. De pronto cerró los ojos, y el cielo estalló en llamas. Los aviones cayeron como moscas.
Y por fin los humanos se dejaron ver. Salieron en pequeñas tropas de los edificios que no había derribado el oso floroso. Pronto acabamos rodeados por cientos de soldados armados.
Uno de ellos se abrió paso a la primera línea de combate. Lo reconocí al instante a pesar de no haberle visto nunca.
Reche. Era un chaval de pequeña estatura. Delgado y con aspecto enfermizo. Llevaba en la cabeza un casco de piloto y a la espalda llevaba una metralleta intimidante. Entre sus brazos cargaba un bazooka más grande que él y nos apuntaba sonriente.
Y de repente, entre los dos bandos, apareció de la nada una chica. Llevaba unos zapatos de acero terminados en punta, y unos pantalones vaqueros bajo una camisa blanca. Una cortina de pelo lacio caía hasta su espalda, dejando entrever unos ojos de color castaño. Alzó la cabeza y gritó.
-No tiene porqué continuar esta masacre.
Nos miramos los unos a los otros, intentando comprender lo que nos decía.
De pronto, Ana se separó del ejército y se unió a la recién llegada.
-Patri, ¿qué haces aquí?- preguntó como si se conocieran de siempre.
Intercambiaron un par de palabras más y comprobé con horror que Ana se unía a esa Patri.
El ambiente se fue tensando conforme ellas relataban lo que hacían llamar un mundo perfecto repleto de paz y amor. Donde las guerras no tenían lugar y el derramamiento de sangre era una pérdida de tiempo.
El chico de la torre de ajedrez comenzó a temblar ante tantas herejías. Era la primera vez que parecía oír lo que alguien decía.
No tardó en desencadenar su furia contenida sobre las herejes. De un solo golpe, la torre de ajedrez arrancó la cabeza a las dos.
Con un grito de guerra, los dos bandos se fusionaron en el mayor torrente de sangre de la historia.
Una sombra los cubrió a todos, que alzaron la cabeza.
El centollo más grande del mundo se alzaba sobre sus gigantescas patas. Hasta los más valientes de nuestro ejército quedaron intimidados.
-¡Un centollo!
A lo que Reche respondió:
-¡No es un centollo!, ¡Es un buey de mar!
Pronto comenzó una discusión y se reanudó la batalla.
Pero hubo uno que no se sintió intimidado por el centollo gigante… el oso floroso dio un paso al frente.

The Reaper

martes, 14 de abril de 2009

Arrasar (Parte X)



El sol asomó levemente por el horizonte cuando abrí los ojos. Me encontraba junto a los restos de la hoguera de la noche anterior, y rodeado de personas que yacían roncando al unísono. El suelo estaba cubierto de botellas de alcohol.
Al poco tiempo la gente comenzó a desperezarse con bostezos guturales. Con pasos tambaleantes recogieron sus cosas y se fueron por donde vinieron la noche anterior. Pronto quedamos el grupo de siempre.
Esperé pacientemente unos minutos a que se despertara el resto. Pero los profundos ronquidos que salían de sus gargantas indicaban que no lo harían solos.
Sin pararme mucho a pensar en lo que hacía, resacoso, cogí una de las botellas del suelo y la rompí contra la cabeza de Xathick, que se encontraba más cerca.
- Arigato, Alai-kun…- murmuró todavía sin abrir los ojos.
Al cabo de un rato, despertamos a todos con las botellas que quedaban por el suelo. Una cosa llevó a la otra y hubo una pequeña refriega de porqué a Ker se le despertaba con una botella de Whisky mientras que a Lady Nerón tan sólo con una de Kas de limón.
Sea como fuere, conseguimos que se despertaran todos. Desayunamos restos de alcohol y los demás recogieron sus armas que estaban desperdigadas por el suelo.
Nos reunimos todos. Listos para la batalla. No se me pasó por alto que Charly aún sonreía demasiado.
“¿Venceremos en este estado?” me pregunté para mis adentros.
Sin apenas hablar comenzamos a andar hacia el ejército que esperaba impaciente a la batalla. Nos adentrábamos entre la marabunta de guerreros, que nos abrían el paso inclinando la cabeza o alzando sus botellas. Pronto me di cuenta de que éramos los líderes de esta causa.
Conforme avanzábamos fuimos despertando, con lo que las conversaciones volvieron. Lyra se dirigió a Ana.
-¿Te imaginas lo que triunfaría una bomba aquí entre tanta gente?
Ana le miró con los ojos entrecerrados.
El chico de la torre de ajedrez observaba con odio a todo el ejército que nos rodeaba como si fuese nuestro enemigo.
Primo se dirigió hacia mí, mostrándome orgulloso a su ejército.
-Mira, aquí están los celiacos…- señaló a un grupo de gente con aspecto enfermizo que alzaban banderas con aspas de trigo tachadas- más allá las tortugas…- dirigió la mirada hacia un montón de lo que me habían parecido piedras.
Observé mejor y me di cuenta de que se movían. Eran tortugas cubiertas de una armadura de acero y llevaban unos pequeños lanzamisiles sobre el caparazón.
-Al otro lado los ninjas…- giró la cabeza hacia un grupo de ninjas.
Llevaban catanas, pergaminos, vendas, kunais, shurikens, etc. Caí en la cuenta asombrado que a muchos de ellos ya los conocía. Alcancé a ver Sakura pegando a Naruto. A Kakashi leyendo, ajeno a todo lo que le rodeaba. Un poco más allá vi a Ulquiorra que miraba con indiferencia a Zaraki Kenpachi, que sonreía de oreja a oreja.
-Y nuestro guerrero más importante…- señaló a una imponente figura que tapaba el sol- ¡El oso floroso!
Se trataba de un oso enorme cubierto de flores. Se movía lentamente y no parecía mucho importarle lo que pasara por debajo de él, ya que no hizo ningún amago de moverse ante los saludos de Primo.
-Es un poco tímido- se explicó Primo al ver que no le hacía ni caso- Sólo se mueve cuando estás sólo con él y le dices “¡Oh, oso floroso! ¡Guíame hasta la muerte!”.
-Y entonces te lleva hasta Primo- completó Xatchick.
-Mucha utilidad en una batalla- añadió Ana con ironía- Y además, no es un oso, es un perro.
Todos le miramos con extrañeza. Era evidente que se trataba de un oso.
-Se llama Pupy…- murmuró Ana derrotada ante la evidencia.
-Los colores de las flores ya no son tan brillantes como antes- comentó Ichigo.
-Eso es lo que pasa cuando se le da rámen de comer- reprendió con odio Primo.
Xathick bajó la mirada.
Continuamos avanzando, dejando atrás al oso floroso.
Tras una larga caminata, llegamos a la cabeza del ejército.
Ante nosotros se extendía una inmensa ciudad repleta a reventar de torres y edificios humeantes, que apenas se veían a causa de la intensa capa de mierda que contaminaba el ambiente: Madrid.
Me di la vuelta y contemplé a nuestro ejército. Los filos de aceros y banderas negras se alzaban hasta perderse en el horizonte.
-Creo que no encontraremos mucha resistencia- pensé en voz alta.
-No te confíes- dijo Primo- Uno de los nuestros se ha unido a Madrid.
Le miré exigiendo una explicación.
-Así la batalla será más interesante- sus ojos reflejaron un destello de locura.
De pronto gritó.
Un grito inhumano de guerra al que respondió todo el ejército. Hasta las entrañas de la tierra temblaron.


The Reaper

miércoles, 1 de abril de 2009

Edición doble de Arrasar (Parte IX)


Rememoremos de qué trata este relato…

Todo comenzó con aquel chico en el cementerio. Fue cuando, mientras tocaba el violín frente a la tumba de su padre bajo una temperatura heladora, llegó un cuervo con un mensaje: “Crea tu propio camino. Extremo Este de la Calle del Olvido”.
El cementerio ahora estaba teñido de sangre y el cuervo me hablaba: “Sigue al niño salvaje, él te llevará hasta la muerte”.
El chico despertó. ¿Un sueño? Releyó el mensaje del cuervo y salió de casa. Sus pasos le llevaron a la calle del Olvido. Después de subir una pendiente rocosa, se asomó al borde de un precipicio y vio… ¿un ejército? Un chico le sobresaltó a sus espaldas. Aquel chico dirigía el ejército y era él quien le había enviado el cuervo. Después de presentarse se clavó sin querer una bola llena de pinchos en la cabeza y se desmayó. Antes de que pudiera reaccionar llegaron un chico y dos chicas que conocían al que más tarde se haría llamar Primo. El chico, con una torre de ajedrez en la mano, comenzó a pisar la cabeza a Primo. Una de las chicas (Ana) tapó la herida de Primo con el dedo, con intención de curarle. Descubrió que dentro habitaba una neurona. La otra chica (Lyra) propuso cortar por lo sano con su catana. Luego llegó Charly, con su sierra eléctrica al hombro. Una cosa llevó a la otra y el chico de la torre de ajedrez dejó inconsciente a Lyra.
Tras algunos intercambios de palabras que en la normalidad corresponderían a unos pirados mentales, se fueron todos a cenar a la hoguera, excepto Charly que se fue a por la cena. Tras una breve caminata llegamos al lugar: una hoguera inmensa. Lyra se despertó en la hoguera y volvió a atacar a Primo. Por otra parte, Ana, en otro de sus intentos por curar a Primo, le abrió la cabeza con un martillo. Al cabo de un rato le cosió la cabeza y Primo también despertó entre las llamas con un saludo… ¡Armgajam!
Dos chicas que yacían inconscientes al lado de la hoguera antes de que llegaran todos, fueron lanzadas a las llamas también. Éstas son Lady Nerón y Ker.
Fue entonces cuando llegó Charly con la cena (un oso que cargaba sobre el hombro) y otros dos chicos inconscientes (despertaron en la hoguera). Por el camino arroyó un árbol en el que se encontraba Ker y cayó con estrépito. El chico de la torre de ajedrez entró en cólera y mató al oso.
Charly tiró a la hoguera a los dos inconscientes, Ichigo y Xathick. Tras una breve discusión sin pies ni cabeza, todas las miradas se volvieron hacia el protagonista de ésta historia: Alai.
El chico de la torre de ajedrez dejó inconsciente a Alai, que despertó en la hoguera, como todos. Después de esto Alai tuvo una breve pelea con el chico de la torre de ajedrez, mientras el resto discutía si el oso floroso puede comer ramen… hasta que Lady Nerón notó la ausencia de Ker. Recordaron (gracias a Alai) que se había derrumbado su árbol y Charly, con un gesto caballeresco, fue a buscarla.
Lyra se encargó de trocear al oso y comenzó la cena.

Arrasar (Parte IX)

Las llamas de la hoguera perdían su ferocidad a medida que pasaban las horas. Estuve un buen rato con la mirada perdida entre el fuego y sus brasas, sumergido en mis pensamientos. Las llamas bailaban con movimientos siniestros en torno a la leña y se perdían entre las grietas incandescentes que amenazaban con partir el tronco. No había probado bocado del oso que Lyra me había servido con tan buena intención. Hacía tiempo ya que Xathick se me acercó con algo de timidez y me preguntó:
-¿No te lo vas a comer?
Negué con la cabeza. Entonces se remangó e introdujo la mano en el tórax de mi ración de oso y, con un sonido repulsivo, sacó el corazón y lo metió en su bol de ramen. Sonrió y volvió a su sitio.
Mientras tanto, Charly ya había vuelto y traía a Ker, que yacía medio muerta en sus brazos.
-¿Cómo iba a saber yo que estarías en la copa del árbol?- se excusaba Charly.
Ana se levantó y cogió a Ker para curarla, no sin antes echar una mirada desaprobadora a Charly. Sin embargo éste, lejos de sentirse culpable, se encogió de hombros y, al ver que yo no comía, cogió por una costilla mi ración, se sentó a mi lado y comenzó a comer.
Ker no tardó en caer a la hoguera.
Durante un buen rato nadie dijo nada. El hambre acallaba cualquier conversación. Tan sólo se oían los gruñidos guturales de lo que parecían una manada de leones devorando a su presa. De pronto mis tripas cobraron vida y brotó de ellas un rugido que no podía ser ignorado. Charly se volvió hacia a mí. Tenía toda la cara embadurnada de sangre que le caía en la ropa como si acabase de salir de la ducha.
-¿Fegufo que fo queres?- Consiguió decir.
Alzó lo que quedaba de mi ración de oso chorreando de sangre y me lo puso delante de mi nariz. Si hubiese tenido algo en el estómago, lo habría vomitado en ese instante.
-Deberías comer, estás delgado y paliducho- comentó Ker.
-Sí- confirmó Lady Nerón- además…- añadió- necesitarás fuerzas para la batalla.
Cogí mi ración de oso que Charly me ofrecía y me levanté hacia la hoguera. Busqué un palo lo suficientemente largo para no quemarme. Todos miraron con curiosidad como asaba la carne.
-¿Se puede saber a qué viene esta batalla?- pregunté.
Fue entonces cuando me pregunté a mí mismo porqué no había formulado esa pregunta antes. Pero me di cuenta de que habían pasado demasiadas cosas absurdas.
También me di cuenta de que nadie contestaba a mi pregunta. Como la carne ya estaba lista, la saqué de la hoguera y me senté de nuevo en mi sitio, junto a Charly, que miraba ahora mi ración con envidia.
Miré a todos los presentes. Tenían una expresión de no tener la más remota idea de responder a mi sencilla pregunta. Todos se volvieron hacia Primo al mismo tiempo. Éste tenía la mirada clavada en el fuego. Por primera vez desde que le vi, estaba serio. Se tomó su tiempo para contestar.
-Esta batalla marcará el fin de la era de los “humanos”- la última palabra la escupió con tal desprecio que me dio escalofríos.
Todos volvieron la cabeza hacia mí, como si mi respuesta fuese un resto en un partido de tenis. Una evidente respuesta me vino a la cabeza.
-¿Pero acaso vosotros no sois humanos o…- no terminé de formular mi pregunta. Supe de antemano la respuesta con sus simples miradas.- Bueno, al menos yo me considero humano- conseguí decir.
Primo apartó la mirada de la hoguera y clavó sus oscuros ojos en los míos. Parecía como si pudiese ver a través de mí.
-¿Estás seguro?- preguntó con una media sonrisa que sólo podría imitar el mismísimo diablo.
Pero no había terminado de hablar. Volvió a centrar su atención en el fuego. El reflejo de mil llamas se revelaba en la oscuridad de sus ojos.
-Esta batalla, o esta guerra, como prefieras llamarlo, no sólo consiste en la completa aniquilación de los humanos. También es un símbolo.- Hizo una pausa antes de continuar, como si estuviera midiendo sus palabras- Un símbolo que hará saber a aquellos que se creen superiores a todos nosotros, que no lo son. Que mientras luchemos, estaremos ahí, y no podrán deshacerse de nosotros…
Mientras hablaba, ocurrió algo sorprendente. De entre las sombras comenzaron a surgir personas, que se acercaban en silencio y se sentaban en torno al círculo que formábamos. Se sentaban a escuchar, bebiendo las palabras que salían como agua de la boca de Primo.
Y no sólo se unían personas, sino también criaturas que nunca había visto. ¿O sí las había visto? Fue como si todas las novelas fantásticas que había leído hasta ahora, que no eran pocas, se convirtieran en realidad.
Sacudí la cabeza, confuso, esperando despertar.
Pero no desperté. Aquellas criaturas eran muy reales. Pero pronto desvié la atención de ellas, y me dediqué enteramente a escuchar, como todos, el largo discurso de Primo: un discurso teñido de sangre y rebelión. Los conocidos como los débiles de la sociedad unidos en un puño para arrasar con todo.
Algunas personas y criaturas traían consigo instrumentos, tanto conocidos como no conocidos. Grupos cantaban tan bajo que hacía temblar el suelo. Escuché con atención. Eran canciones que ya conocía.
Detrás de mí se estaba entonando una canción de WarCry… “Y ese día nuestro resplandor… luchará contra el brillo del sol… los demás por fin entenderán… quienes son los siervos del metal…”. Me sorprendí a mí mismo acompañándoles con la letra.
Más allá distinguí otra inconfundible canción de Saratoga: “¡Arrasar!, la gran ciudad… los buenos tiempos volverán…”
Pero no sólo cantaban en castellano, ni sólo voces puras. También voces impuras quebraban el ambiente, que bien podrían ser de W.A.S.P., de Catamenia, de Children of Bodom… y de todos aquellos grupos que tan bien conocía.
Noté de pronto una mano sobre mi hombro. Un bigardo de dos metros de alto y otro tanto de ancho me hacía señas con su cabeza melenuda para que cogiera el violín que me entregaba. Lo cogí con cuidado, y antes de que me diera cuenta tocaba melodías con un grupo que no conocía. La música se apoderó hasta de la mismísima naturaleza.
Al final los que no tenían ni idea de tocar un instrumento o de entonar cualquier melodía dejaron de hacerlo y se sentaron formando un círculo. En cuyo centro tocábamos todos.
La torre de ajedrez del chico de la torre de ajedrez se había transformado en la guitarra negra de Alexi. Ana había cogido una de sus flechas y la convirtió en una flauta travesera que se unió a nuestras melodías. Lyra por su parte estaba pegando a Charly no se sabe porqué. Primo se había montado en un rincón una batería demasiado grande para él, pero bien que hacía vibrar el suelo. En cambio, Xathick, que se sentó al lado de Primo, cogió sus palillos chinos como si fueran baquetas, y aporreó su cuenco de ramen. Increíblemente sonaba bien. Lady Nerón se debatía contra Ker en un duelo de voces. Ichigo tocaba un teclado que tenía colgado como una guitarra. Tocaba a tanta velocidad que no se le veían los dedos.
Todo juntos gritamos. Me sentí como parte de ellos. Me sentía en casa. Nuestro grito de rebelión alertó nuestra presencia a todo aquel que se atreviera a desafiarnos. El mundo entero tembló.
-Que se preparen para la batalla…- murmuré.


The Reaper

domingo, 1 de febrero de 2009

Arrasar (Parte VIII)


¡Saludos!- dije con un deje de locura que no era el mío- Me llamo Alai.
Todos me observaron como si acabara de llegar, incluida Ana, que era la que me había traído a la hoguera. Sin embargo, no pude ignorar las miradas de odio que me dirigía cada uno de ellos. Primo notó mi turbación y se me acercó al oído.
-Te están dando la bienvenida- susurró sin que los demás le oyeran.
-¿Con esas caras de asesinos psicópatas?- respondí del mismo modo.
-¿Cómo sino?- me miró con extrañeza- ¡eres muy raro!- sonrió.
De pronto el chico de la torre de ajedrez se acercó a mí y, con los ojos inyectados en sangre, alzó su torre de ajedrez. Sentí un golpe en la frente.
Entreabrí los ojos. Un resplandor amarillo y rojizo me deslumbró. No podía ver nada. De pronto sentí quemaduras por todo el cuerpo. Entonces lo comprendí. Me habían tirado a la hoguera. Abrí por completo los ojos del susto y salí disparado en cualquier dirección. Al salir de entre las llamas, la brisa del ambiente me sentó como un cubo de agua fría. Sonreí de placer y me desplomé en el suelo. Me di cuenta de que me dolía terriblemente la cabeza, y uno de mis zapatos estaba en llamas. Pero estaba tan dolorido que ni me intenté mover para apagarlo.
De repente noté un pie sobre mi cabeza. Imaginé de quien podría ser. Comencé a enfadarme. Hice acopio de mis fuerzas y cogí la pierna del chico de la torre de ajedrez y se la partí con un movimiento brusco. Apoyado sobre mis manos, elevé las piernas y giré sobre mí mismo. Le alcancé con el talón en la mandíbula, la cabeza le dio la vuelta y el cuello crujió peligrosamente.
Supe entonces que había cometido un grave error. Todos retrocedieron un paso. El chico de la torre de ajedrez se llevó las manos a la cabeza y la giró con suavidad. Movió el cuello en círculos hasta que un leve crujido indicó que ya estaba en su sitio. Sonrió. De esta misma forma se colocó la pierna, quebrada a la altura de la rodilla. Me miró. Volvía a tener los ojos rojos. Alzó la torre de ajedrez con ambas manos sobre su cabeza, y ocurrió algo que me hizo estremecer: un mar de nubes negras se aproximaban en círculos sobre nuestras cabezas, acompañadas de una tormenta de rayos y truenos que amenazaban con destruir todo.
De pronto se acercó Primo y cogió de un brazo al de la torre de ajedrez. Éste volvió de su trance.
-Ahorra tus energías para la batalla, Primo- dijo Primo, por primera vez serio.
Ya ni me pregunté porque Primo llamaba por su nombre al chico de la torre de ajedrez. Caí exhausto al suelo y me limité a mirar al cielo. Me temblaba todo el cuerpo.
-¡Hay que ver que poco aguante!- Dijo una voz de chica, probablemente la de Lyra.
-¿Qué esperabas?, tan sólo es un humano- Comentó una voz tranquila y a su vez imperiosa, la chica de piel pálida.
Entonces Ana se arrodilló a mi lado y extrajo una serie de instrumentos de su mochila.
-Tengo una pócima que te curará.
En ese momento temí por mi vida. Ana me puso una mano en la nuca para levantarme la cabeza, y con la otra sostuvo un frasco que contenía un líquido morado. Bebí. Para mi sorpresa, estaba riquísimo. Y no sólo eso. Noté que las quemaduras de mi cuerpo desaparecían y el dolor que sentía en la cabeza se extinguía.
-Gracias- murmuré.
-De nada, este regenera-humanos nunca falla- sonrió.
Preferí no preguntar. Lyra desenvainó repentinamente la catana de su espalda y se puso a trocear al oso.
-Charly…- comenzó a decir Ichigo- ¿ese oso no será pariente del oso floroso verdad?
Charly se encogió de hombros.
-¡Pero que no es un oso!- dijo a voz en grito Ana- ¡Es un perro!
-…Está loca…- murmuraron unos entre otros…
-La ira del oso floroso puede ser brutal- comentó con voz solemne Ichigo.
-Sí, pero le gusta el ramen- comentó Xathick.
-El ramen tiene gluten- saltó Primo.
-¿Y qué con eso?
-El oso floroso es celíaco.
-Vaya, pues el otro día se comió un bol entero de ramen- murmuró Xathick con cara culpable.
Primo le miró con odio.
-¡Perfecto!, ¡Lo primero que se te ocurre dar al oso floroso es un bol lleno de asqueroso gluten de no celíacos!- prosiguió Primo irritado.
-¡Pero es ramen!, no puede hacerle tanto daño… está tan riiiico….- su mirada se perdió.
-Silencio- La chica de piel pálida levantó levemente la cabeza -¿Dónde está Ker?
No hubo respuesta. Todos se pusieron a buscarla. Tras los árboles, bajo las piedras, en la mochila de Ana…
-Quizá siga en la copa del árbol que Charly ha derribado- comenté mirando hacia otro lado.
-¡Oh! ¡cierto!- comentó Charly como si se hubiera olvidado las palomitas en el microondas- como buen caballero que soy quizá debería ir a buscarla…
Mientras tanto, Lyra ya había cortado al oso en suficientes partes como para repartirlas entre todos. Fue dando un trozo a cada uno. Cuando llegó a mi altura me puso la mitad del tórax del oso, chorreando sangre y con el corazón entre las costillas.
-El corazón para el invitado- se limitó a decir con una sonrisa de vampiresa.
Todos me miraron con envidia.
-¿No vamos a asarlos?- pregunté con absoluta perplejidad.
Como respuesta me miraron como si fuera un bicho raro y comenzaron a comer.


The Reaper

lunes, 26 de enero de 2009

Arrasar (Parte VII)


-¡Armgajam!- Saludó Primo entre las llamas.
Descendió de la hoguera y apagó con calma las llamas que prendían su ropa. Alzó la cabeza y miró a su alrededor.
-Bien, ¿Estamos todos?- se rascó la cabeza confuso- He de presentaros a alguien… Ana…- Cambió de tema- ¿Me has puesto un tapón en la cabeza?
El chico de la torre de ajedrez se acercó a las dos chicas que yacían como muertas al pie de la hoguera y, como había hecho con el resto de inconscientes, las tiró una detrás de otra a la hoguera.
Despertaron. Mientras saltaban de la hoguera y se libraban despreocupadamente de las llamas, las observé con detenimiento.
Una de ellas llevaba unos pantalones piratas muy anchos, sujetos a su fina cintura con un cinturón de pinchos plateados, que combinaban con las pulseras que llevaba en ambas muñecas. Ceñida al cinturón, una catana de empuñadura negra imponía su autoridad. Tenía una camiseta corta y negra, que llegaba hasta la mitad de sus brazos, dejando los hombros al aire, rozados levemente por el cabello negro ondulado que descendía como una cascada. De uno de sus pendientes colgaban unos cascabeles, mientras que en el otro llevaba un dado negro sostenido por una cadenilla. Tenía un rostro perfecto, con unos ojos negros que no cesaban de observar todo lo que se ponía ante ellos, inquietos.
La otra en cambio, andaba sin prisa, con parsimonia. Iba descalza y tenía la piel extremadamente pálida. Llevaba un vestido negro y azulado que, sin saber muy bien porqué, le daba un aire impetuoso. Sus antebrazos se hallaban cubiertos por unas mangas azules. Su pelo bajaba hasta la mitad de su espalda emitiendo destellos conforme se movía. No supe con exactitud si sus ojos estaban surcados por unas profundas ojeras o bien se había pintado en torno a los ojos con tonos oscuros.
-Mmm… por curiosidad- dijo Lyra- ¿Qué os ha pasado?
-Todo empezó cuando Ker me dijo “¡¿A que no te atreves a darte con esta piedra en la cabeza?!”- respondió la chica de piel pálida.
-Entonces una cosa llevó a la otra y aquí estamos- terminó Ker- ¿Qué hay de la cena?
-Está en ello Charly- respondió Ana que había sacado su arco y, con el carcaj apoyado en el suelo, practicaba contra el tronco de un árbol.- Espero que vuelva pronto, tengo hambre.
El chico de la torre de ajedrez alzó la cabeza.
-¡Tengo hambre!
De pronto Ker salió corriendo hacia el árbol en el que practicaba Ana y, apoyando un pie en las flechas clavadas, todas en el mismo punto, saltó y trepó entre las ramas hasta desaparecer de la vista.
Tras unos segundos se oyó a Ker.
-¡Charly está viniendo!- gritó desde la copa- ¡Está derrumbando la mitad del bosque!
Y efectivamente, pronto se oyó su sierra eléctrica arrasando los troncos y sus carcajadas diabólicas que indicaban que había encontrado comida.
De repente Charly llegó dando zancadas y arrasó con el árbol en el que se encontraba Ker. Se oyó un grito de pánico en la copa del árbol hasta que cayó al suelo.
Hambrientos, todos se cernieron sobre Charly, pero no se acercaron demasiado, puesto que llevaba en un hombro dos personas (adiviné que estaban inconscientes) y en el otro hombro… un oso.
Cerré la boca.
-Por lo menos podrías haberlo traído muerto- se quejó Ana.
-Mmm pensé que era más divertido así- cogió al oso y lo puso en el suelo.
Antes de que el oso pudiese defenderse si quiera, al chico de la torre de ajedrez se le pusieron los ojos rojos y saltó con una furia diabólica sobre el animal. Éste cayó de espaldas alzando las garras a duras penas. Pero el chico de la torre de ajedrez se sentó sobre su cuello y comenzó a clavarle en la cabeza su torre de ajedrez con ambas manos.
El oso dejó de moverse.
El chico de la torre de ajedrez se levantó y sonrió. Su cara estaba cubierta de salpicaduras. Sus ojos perdieron progresivamente el tono rojizo.
Mientras tanto, Charly tiró a las dos personas que llevaba en el otro hombro a la hoguera.
Despertaron. Al incorporarse, uno de ellos sacó de no se sabe donde lo que parecía un cuenco y se lo estampó en la cabeza al otro.
-¡Auch!, ¿Pero qué haces?
El del cuenco pareció darse cuenta de su error.
-¡Ops! Perdona, creía que me estabas atacando, Ichigo.
-¡Ah claro!, ¿Eso creías? Pues te vas a…-
-Silencio- dijo la chica de la piel pálida con voz calmada.
Se hizo el absoluto silencio. Tras unos segundos.
-¿Por?- inquirió el chico del cuenco.
-Nada, quería que te callaras- contestó con una sonrisa.
-Bueno- interrumpió Primo- Ahora que estamos todos conscientes quiero presentaros a alguien…- Me miró.
Todas las miradas se clavaron en mí. Sin saber muy bien porqué, sonreí con un deje de locura.
-¡Saludos!


The Reaper

lunes, 19 de enero de 2009

La cruda realidad


Érase una vez un hombre infeliz. Este hombre era una buena persona: no pretendía ningún mal a la gente y era educado donde los haya. Su único problema es que nunca fue ni libre ni feliz.

Ya desde pequeño, se le acabó pronto el jugar y dejar correr la imaginación hasta donde el infinito marcase. Le metieron entre cuatro paredes para hacer lo que un grupo de dictadores de mayor tamaño ordenaba. Tras salir de esa prisión, apenas veía el sol de camino a casa, pasaba de una cárcel a otra.

Durante años le dijeron lo que tenía que hacer, lo que tenía que estudiar, cómo comportarse siendo un hipócrita en determinadas situaciones e incluso le “enseñaban” en que dios tenía que creer y cómo vivir según esa religión, sus mandatos, leyes, pecados… En clase no soportaba tener que memorizar para repetir como un lorito y después olvidar. No entendió que se promoviese esa forma de coger asco a aprender, ni tampoco el tener que ser como la sociedad quiere que seas. Respecto a la religión, nunca se creyó nada. ¿Cómo iba a creer en un montón de leyes morales con las que ni los predicadores daban ejemplo? La religión no podía ser como un club de fútbol al que uno se hace aficionado según el lugar en el que vives. La religión debía de ser algo interior, personal y sin opiniones ajenas. ¿Cómo sabemos si todos hablamos de un sentimiento interior y no de una buena dosis de crack en el cuerpo? Fuere como fuere, el no encontró ese sentimiento, no había dios en su vida.

Pasó el tiempo y alcanzó la pubertad, el pretendía salir a diario para no aburrirse en la rutina pero sus amigos o ponían excusas baratas para no salir entre semana o directamente sus propios padres se lo prohibían. Así es que, salvo los fines de semana en que salían a beber con la intención de pasar un buen rato, se quedaba en casa. Por suerte a menudo se veía acompañado por un buen libro.

Concluidos ya muchos años, se encontraba con una basura de empleo en el que se veía martirizado por su jefe, trabajaba como un esclavo y cobraba un suelo semejante. Ya no leía. Llegaba a casa demasiado cansado como para hacer ningún tipo de esfuerzo así que dejaba que la televisión pensara por él mientras su cerebro maceraba y se pudría junto con la carroña televisiva. El teléfono móvil le saturaba provocándole quebraderos de cabeza y más de una vez tuvo que comprar uno nuevo tras haberlo lanzado siete pisos abajo.

Los impuestos se lo comían y la hipoteca hacía tiempo que lo estaba digiriendo. Los políticos imponían más leyes absurdas a los ciudadanos para multarlos más de forma abusiva y, en vez de ayudar a mejorar, se lanzaban heces unos a otros intentando ocultar la mierda propia y buscando llenar, como sea, sus bolsillos.

Su adicción a los calmantes iniciada tras separarse de aquella bruja que se llevó a sus hijos y que se hacía llamar mujer se veía acompañada por un alcoholismo extremo ya iniciado en su pubertad.

Ahora era lo que todos esperaban de él. Vivía un modelo de vida decadente en el que se promovía ser otra oveja más en el rebaño y que cuando alguien dijera “¡Hombre de la calle! ¡Compre su felicidad con esta maravillosa tontería inservible!” respondería “Sí, amo.”.

Un mal día, al darse cuenta de todo esto, decidió suicidarse. Dejó su trabajo y consiguió otro de dependiente de un negocio de ropa conocido en época de rebajas. Antes de que abrieran las puertas en su primer día, se sentó en el suelo a esperar. La avalancha fue demoledora. Murió aplastado.



The Blind

sábado, 17 de enero de 2009

Arrasar (Parte VI)


-Claro.
Ana sonrió y esperó a que llegara a su altura. Bajamos todos juntos por la colina. Lyra se encontraba tendida unos metros más abajo. Mientras que el de la torre de ajedrez había bajado tras ella y volvía a pisarle la cabeza. La oscuridad comenzaba a ocultar el suelo, pero mis nuevos compañeros parecían saber en todo momento donde pisaban.
Una vez me hube acostumbrado medianamente a la actitud peculiar de mis acompañantes me puse a observar lo que nos rodeaba que, a pesar de la oscuridad, podía distinguirse lo suficiente. A nuestra derecha se extendía un tenebroso bosque sumergido en un silencio inquietante. El mismo bosque en el que Charly se había adentrado para buscar la cena con su gigantesca sierra eléctrica. Precisamente en ese momento se oyó en la lejanía el motor de la sierra eléctrica y unas carcajadas diabólicas.
Ana volvió la cabeza.
-Hoy tendremos cena- dijo sonriendo.
Subíamos y bajábamos por las innumerables colinas. Cuando estábamos lo suficientemente alto se podía divisar por encima de los árboles el ejército del que Primo se hacía llamar general. Por un momento lo había olvidado. Miles de antorchas y hogueras centelleaban inmóviles, iluminando entre las sombras a otros miles de personas.
Agucé la vista. Algunos de ellos no parecían personas. Pero desde aquella distancia no podía estar seguro.
Volvimos a bajar la colina y perdí de vista al ejército. A la izquierda, pasadas otras colinas por las que ya habíamos pasado, se alzaba un risco. Recordé de pronto cómo había llegado hasta aquí. Me acordé del cuervo del cementerio. Extremo este de la Calle del Olvido , el mensaje que había sido carbonizado en la palma de la mano de primo.
Llegamos a un tramo en el que el terreno se volvía más llano y el bosque terminaba. Torcimos a la derecha bordeando éste y caminamos hacia el ejército.
-Ya hemos llegado- Comentó Ana.
Nos estábamos acercando a una inmensa hoguera.
El chico de la torre de ajedrez cogió a Lyra de los pies y sin más miramientos le tiró a la hoguera. Tras yacer dos segundos entre las llamas, Lyra despertó. En cuanto se dio cuenta de lo que había ocurrido, antes de apagar las llamas que quemaban su ropa y su pelo, se levantó y pegó un puñetazo al chico de la torre de ajedrez que por poco le arranca la cabeza. Esta vez fue éste quien cayó inconsciente.
-Llamaré a esto “Puñetazo de fuego”… o “El ataque de mano de fuego”… mmm.
Mientras que Lyra debatía por librarse de las llamas y pensaba un nombre para su nuevo ataque, Ana se dirigió a la hoguera y cogió su mochila, de la que sacó un martillo.
Me quedé mirando perplejo. Ella se dio cuenta.
-Es mi botiquín- se explicó.
Alzó el partillo por encima de su cabeza y sacó levemente la lengua, calculando el golpe.
-¡CRASH!
Se hizo el silencio. Sacó el dedo.
-mmm creo que me he pasado- se limitó a decir sin darle mucha importancia al hecho de que le había partido la cabeza a Primo.
Sin embargo, no era esto lo que más me asombraba. Había algo más preocupante en lo que nadie parecía haber reparado. A lado de la hoguera yacían dos chicas. Antes hubiera pensado que estaban muertas, pero conociendo ya un poco a esta gente supo que se habían quedado inconscientes también.
-¿Puedes sostenerle la cabeza así un momento?- me preguntó Ana.
Tenía que apretar con ambas manos el cráneo para que la grieta se uniera. Mientras, Ana sacó de su botiquín una aguja y un hilo y se puso a coser. En cuanto terminó sacó un tapón y se lo puso en el agujero.
-¡Ala!, curado.
El chico de la torre de ajedrez cogió a primo de los pies y, como había hecho con Lyra, le tiró a la hoguera.
Primo despertó. Se levantó lentamente entre las llamas y dijo con voz oscura:
-¡Armgajam!

The Reaper

viernes, 9 de enero de 2009

Arrasar (Parte V)


-El resto… se ha quedado atrás…- dijo el tal Charly bajando la cabeza.
-¿Cómo que se ha quedado atrás?- preguntó Lyra con cara de preocupación.
-Sí. Lady Nerón y Ker han preferido quedarse encendiendo la hoguera e Ichigo… me parece que está hablando con una tortuga que hace mucho tiempo que no veía.
De pronto Lyra Giró sobre sí misma y le plantó una patada en el esternón con una fuerza imponente. Charly apenas se balanceó.
-¡Me has asustado Imbécil!- le gritó riéndose.
Charly sonrió. Y luego puso cara de sorpresa.
-¿Puedo preguntar por qué Ana tiene el dedo metido en la cabeza de Primo?.
Ana, concentrada ahora en zafarse de la neurona, estaba en el suelo empujando la cabeza del tal Primo con los pies y tirando de su brazo con todas sus fuerzas.
-Me temo que tendrás que llevarlo contigo- concluyó Lyra- Ya se nos ocurrirá algo en la hoguera… A menos que…- desenvainó la catana.
-¡Ni lo sueñes!- repuso Ana- Sigo queriendo mi dedo, gracias.
-No estaba pensando en tu dedo- sonrió.
-No creo que cortarle la cabeza le ayude mucho- objetó Charly.
Finalmente, Ana desistió de liberarse. Se levantó arrastrando el cuerpo inerte por el suelo.
El chico de la torre de ajedrez alzó la cabeza de pronto.
-Tengo hambre- dijo. Y comenzó a dar golpes a Ana con la torre de ajedrez en la cabeza.
-¡Ay! ¡Para!- exclamó defendiéndose con la única mano que podía levantar- ¡Está bien! Vamos a cenar.
De repente Lyra se acercó al chico de la torre de ajedrez y le dio un bocado en el cuello. Éste se dio la vuelta y le clavó la torre de ajedrez en la frente. Ambos sangraban abundantemente. Pero fue Lyra la que bizqueó un momento y cayó al suelo.
-¡Parad de vez!- Gritó Ana enfurecida- ¡No puedo curar a todos a la vez!
Pero el chico de la torre de ajedrez, haciendo caso omiso de sus quejas, comenzó a pisar la cabeza de Lyra con curiosidad.
-Bueno, voy a por la cena- añadió Charly. Acarició su sierra eléctrica y desapareció entre los árboles.
Entonces todos comenzaron a descender por la colina. Ana arrastraba a duras penas a Primo, mientras que el de la torre de ajedrez colocó a Lyra tumbada, paralela a la pendiente, y la hizo rodar hasta abajo. Pero antes de que se fueran, Ana se detuvo un momento y se dirigió hacia mí.
-¿Vienes?.
La pregunta me pilló por sorpresa. Dudé un momento. La verdad es que no me parecía una buena idea mezclarme con un grupo de psicópatas. Pero me di cuenta de que no tenía a donde ir y de que estaba muerto de hambre.
-Claro.


The Reaper

viernes, 2 de enero de 2009

Que sangren los cielos, que ya cerrarán las heridas


Es de noche y no puedo dormir.

Fracasos... fracasos acumulados uno a uno en ese rincón de mi mente deberían estar muertos. En cierto modo lo están, siendo como zombis en descomposición que vuelven a la vida y no me dejan olvidar.

Proyecto tras proyecto continúo igual que siempre. A veces hay avances y otras veces retrocesos, pero siempre se vuelve al punto de partida. Ese punto en el que no tienes nada.

En extrañas ocasiones hay situaciones afortunadas que perduran, pero en su mayoría se quedan en vanas ilusiones, como semillas que jamás llegaron a germinar.

Escoria humana, eso es lo que somos. Nosotros mismos nos auto-infundimos odio y lo destruimos todo. No tengo ninguna esperanza en la humanidad, es un pensamiento misántropo pero la mejor solución para el planeta es que nos extingamos.

Y aún sin esperanzas, no puedo quedarme de brazos cruzados, aunque sea nivel individual pienso conseguir lo que muy pocos pueden siquiera soñar. Sonará triunfal la música de la victoria y yo no caeré, aunque todos se me opongan.

Difundiré un caos benefactor y me alzaré entre las cenizas que dejen el fuego y las llamas. No necesito seguidores, mi voluntad lo es todo.


Es hora de poner fin a tanta estupidez y limpiar la mierda de nuestros errores.



The Blind

sábado, 13 de diciembre de 2008

El Gremio de Escritores

He inciado un blog que tendrá varios administradores y donde todo el mundo podrá escribir. Para que los relatos sean publicados tendrá que avisarnos y ya está. Se pretende que varias personas colaboremos en crear un mundo, pudiendo más adelante cambiar de mundo (época, fantasía y demas cosas).


El blog es:

http://elgremiodeescritores.blogspot.com/


Y concretamente queda todo mejor explicado aquí:

http://elgremiodeescritores.blogspot.com/2008/12/el-gremio-de-escritores.html

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Arrasar (Parte IV)




-…En fin…-.
El grupo de gente recién llegado se reunió alrededor del chico herido en el suelo. Dicho grupo era de lo más variopinto:
El que había llegado en primer lugar debía tener un año más que yo aproximadamente. Iba todo de negro: el pelo, la perilla, la ropa… hasta los ojos se hallaban inmersos en una siniestra oscuridad. Su camiseta estaba rasgada y cubierta de sangre. O eso me pareció al principio, ya que luego cuando se acercó un poco más me di cuenta de que era un dibujo en el que ponía con salpicaduras de sangre la palabra: “Blooddrunk”. Sostenía en la mano derecha una torre de ajedrez (negra para variar). No parecía importarle en absoluto lo que pasaba a su alrededor, porque no dirigió la mirada a nadie, sino que puso un pie encima de la cabeza del chico y la pisoteó levemente con curiosidad, como si quisiera ver como reaccionaba.
Tras él venían dos chicas. La de la izquierda tenía una larga cabellera oscura, cuyos ondulados mechones franqueaban entre penumbras unos ojos rojos sedientos de sangre. Cuando sonreía, la punta de unos plateados y afilados colmillos se asomaba por la comisura de su boca. La empuñadura de una catana asomaba por su espalda. Llevaba un top negro que se adaptaba a su cuerpo de manera perfecta, unos pantalones negros ajustados con inscripciones en sangre a lo largo de la pierna derecha y unas botas con bordes de acero, a juego con sus colmillos y con su catana.
La chica de la derecha era más bajita. Tenía el pelo más corto y más liso. No dejaba de sonreír, mostrando una dentadura blanca y perfecta (era increíble como se las arreglaba para enseñar todos los dientes). Sus ojos eran verdes y brillantes. Llevaba un fino jersey blanco de cuello ancho que le dejaba un hombro al descubierto. Como pantalones llevaba unos vaqueros azules y botas negras de suela dura. En su espalda cargaba con un arco y un carcaj. Quitó de en medio al chico de la torre de ajedrez haciéndole cosquillas. Éste dejó de pisotear el cráneo enfurruñado. La chica se acuclilló al lado de lo ya que parecía un cadáver.
-Conozco un jutsu médico infalible que lo curará- aseguró con una sonrisa de loca que me preocupó.
El gran jutsu médico resultó ser taponar el agujero metiendo el dedo. Lo más lógico del mundo. Pero en parte tenía razón, dejó de brotar sangre. Sin embargo, de pronto se borró la sonrisa de la chica y le sustituyó un grito de dolor.
-¡Lyra!, ¡Me ha mordido!- exclamó indignada.
-¿Quién? ¿Jaime?- respondió su compañera.
-¿Jaime?- reaccionó de pronto el chico de la torre de ajedrez- ¿Quién es Jaime?. Se llama primo. Lo pone en su dni.
-¡Es igual! Primo no me ha mordido, ha sido su estúpida neurona.
Y al parecer la neurona volvió a morderle el dedo con más fuerza, a juzgar por el grito que brotó de sus cuerdas vocales.
De pronto el suelo se cubrió por una alargada y sinistra sombra.
-¡Charly!- saludó Lyra – mm… ¿dónde está el resto?- preguntó inclinando la cabeza ligeramente.
Tuve que alzar la cabeza para verle bien. Tenía el pelo rizado. Llevaba gafas de sol, una sudadera hecha con lo que parecía piel de lobo, y una gigantesca sierra eléctrica apoyada en el hombro. Alzó la mandíbula con una seriedad imponente, que se transformó en una sonrisa de paranoico.
-El resto… se ha quedado atrás…- respondió.



The Reaper

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Infierno (Parte 1: sucesos)


Despegué mis párpados y me levanté del suelo. Totalmente desnudo y sin saber donde me encontraba, observe el inmenso páramo que me rodeaba sintiéndome totalmente perdido y desorientado, pues un desierto de arena infinito se mezclaba en color marrón rojizo con un cielo nublado. Hacía bastante calor y un mar de dudas surcaba velozmente mi cabeza. Aun con miedo ante una más que probable muerte en un lugar así, avancé entre dunas con la esperanza de encontrar… algo…

Tras dos días andando sentía el estómago lleno de ratas rabiosas y enfurecidas rugiendo por salir de allí y la lengua y la garganta como el papel de lija. Poco rato pasó desde lo que consideré que debía de ser por la mañana, pues allí no había cambios de luz, y empezó a caer una llovizna de luces pequeñas, aunque el color del cielo no había variado tampoco. Desgracia la mía cuando me encontré con que esas luces eran una lluvia de fuego que, como cabezas de cerilla encendida, caía en numerosas pero pequeñas dosis que se apagaban en el suelo o, peor aún, me abrasaban la piel. Como un loco intenté cubrirme de arena como pude para evitar las quemaduras y aguanté durante horas medio enterrado hasta que la lluvia terminó. Demasiado absurdo para ser real… Demasiado doloroso para no ser verdad…

Es tras mucho andar durante largos días, sin comprender la razón por la que no estaba muerto y podía seguir andando a pesar de ver sobradamente el relieve de mis huesos, cuando encontré un oasis. ¿Un oasis? Me lancé a la carrera y salté a sus aguas bebiendo al tiempo que me zambullía. Entonces noté algo raro. Eso no era agua, sabía como a hierro y era más espeso. Saque la cabeza otra vez a la superficie y me vi metido en un oasis de sangre. Salí aterrorizado y me quedé mirando a lo que antes me había parecido agua y ahora no lo era. Las gotas de sangre se deslizaban por mi cuerpo y es entonces cuando me di cuenta de que había recuperado mi físico normal y mi boca volvía a segregar saliva en abundancia. ¿Era ese oscuro brebaje lo que me había repuesto?

Sin embargo, antes de poder pensar más en eso, descubrí un árbol completamente negro y sin hojas cuya presencia no había notado antes. De todas formas, no era eso lo que más me preocupaba, sino un agujero que tenía en su tronco, ese agujero me aterrorizó los siguientes días que pasé allí. Era una abierta caja de Pandora de la que podrían salir los males en cualquier momento y no podía dormir esperando a que vinieran a por mí. Sí… padecía insomnio por el miedo que me infundía, y quería marcharme pero la sangre, que me repugnaba profundamente, era a la vez un alivio y una droga que no podía dejar por mucho asco que le tuviera. Quería irme pero no tenía a donde y aquí tenía asegurada la supervivencia, pero vivir entre miedo y arcadas no me gustaba. Aún así, no podía marchar.

Maldito árbol… ¡Conspiraba contra mí! Estaba seguro de que se movía cuando yo dormía. No podía dormir demasiado rato seguido o llegaría donde mí y… no quería acabar en ese agujero, ¡no me devoraría un vegetal! Mi paranoia aumentaba cuanto más tiempo me quedaba allí, mi sueño se veía mermado cada vez más y proporcionalmente crecían mis ojeras. Tenía que vigilarlo, no podía despistarme. No, no podía quitarle ojo de encima o sería mi fin, no podía dormirme…

Pasaron más días aún, perdí la cuenta de cuánto tiempo llevaba en ese mundo. Un día, llegó una mujer que en vez de brazos y piernas tenía alas y garras, una arpía. Se posó tranquilamente en el árbol y dijo de forma que parecía que escupía al hablar “Debo castigarlos, han de recordar siempre el mal que hicieron. Se lo merecen…”. “Hola, ¿hay algo más allá de este lugar?” le dije yo pero habló sin aparentar darse cuenta de mi presencia “Humanos, humanos, estúpidos humanos, os voy a desgarrar. Quiero escuchar vuestros gritos…”. Y siguió diciendo cosas a la vez que echaba el vuelo. Le grité “Gracias”, pues me había hecho pensar que había algo más en este desierto. Debía largarme de aquí, por mucho que eso supusiese dejar mi alimento maldito. Pero antes… antes tenía que terminar con algo… Me acerqué corriendo al árbol y metí un puñetazo de lleno en el agujero. Se oyó un crujido y medio árbol cayó para atrás. Dentro de su tronco había unos huesos machacados y un colgante con una piedra negra. Efectivamente, ese árbol me habría comido. Me colgué el colgante, convirtiéndose así en mi única prenda y la sangre del oasis se fue aclarando lentamente hasta convertirse en agua. Ese lugar ya no estaba maldito.

Tras mucho caminar, pasaron meses y las lluvias de fuego se habían convertido en sólo una pequeña molestia. Ya me había acostumbrado al fuego quemando mi piel, la cual se regeneraba pasadas unas horas. Con el tiempo llegué a algo nuevo, lo que me pareció una parrilla gigante con unos 30 metros de radio. Básicamente había una verja de metal a la altura del suelo y un agujero con ardientes brasas. Y en medio había algo, o más bien alguien, encadenado. Puse un pie en la verja pero me quemó mucho más que la lluvia, no podía acercarme Así que le dirigí unas palabras a gritos pero me ignoró. Estaba allí tumbado sobre hierros ardientes a poca distancia de las brasas. En poco rato una llama de fuego salió del brasero y acarició al hombre. Él gritó de dolor. Poco a poco fue subiendo la figura y lo que al principio había sido una mano se convirtió en un montón de llamas en formas de mujer. Esa mujer ardiente se colocó encima del pobre personaje que no dejaba de gritar y lo violó. Pasaron horas en las que no pude hacer otra cosa que esperar y escuchar gritos y llantos y, ya satisfecha, la mujer se volvió a sus brasas dejando a su víctima sexual sucumbida bajo la mortal pasión. A pocos metros había una placa que me acerque a ver y cuya inscripción decía “Judas Iscariote, condenado a sufrir la eternidad”. Y así era, todos los días venía la mujer de fuego a torturar al pobre Judas así como el águila que se comía el hígado a Prometeo.

Pasó el tiempo y tuvimos una amistad profunda en la que yo le contaba cosas y el simplemente sufría cuando le tocaba y el resto del día se quedaba tirado, nunca habló. Acabé decidiendo que tenía que partir de nuevo, me sentía mal por él pero no podía quedarme allí de por vida. Así que al final, en medio del momento de dolorosa pasión, me marché gritándole entre lágrimas “¡Lo siento, Judas! ¡Perdóname, por favor! ¡Judas, lo siento!”…


The Blind

martes, 25 de noviembre de 2008

La amabilidad no va por delante


Antes de nada advierto: esto no es un relato sino un artículo de opinión para un periódico escolar que pretendemos hacer para un concurso. Yo por supuesto voy completamente a mi bola y escribo acerca de lo que me da la puñetera gana. Os lo pongo porque supongo que estaréis de acuerdo y sea como sea os hará gracia (espero).

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Aún recuerdo aquellos tiempos en los que viajábamos en familia en coche con mi pobre madre martirizada pues, como ella siempre nos cuenta, a falta de media hora para llegar a cualquiera que fuese nuestro destino, mis hermanos y yo teníamos un chip que nos hacía alborotarnos y ser, a conciencia, lo más molestos que pudiésemos. En estos viajes en concreto, tengo presente también parar a menudo en un bar para comprar el periódico del día y ese señor cuyo enfadado rostro nos demostraba que se veía forzado a dejar su silla y su cerveza durante unos segundos para atendernos.


Me resulta tedioso tener que pagar por unos servicios y que aquella persona que me atiende, y cuyo sueldo depende de mi cartera y la de otras gentes similares, no sepa manifestar siquiera un leve gesto de agradecimiento sino que incluso llega a tener unas formas completamente reprochables en sus métodos para atinar con los modales. Y es que seré raro pero me desagrada por ejemplo ir a comprar el pan, cosa común donde las haya, y que la señora, que por supuesto se gana la vida de forma honrada y virtuosa, tenga una gran dificultad en convertir en sonrisa la desalentada curva que forma la abertura anterior de su tubo digestivo. Ya no existe ni amago o intento de ser hipócrita y pretender así contentar al cliente sino que encima me repatea que se dedique a criticar a la persona anterior. Logra que me pregunte qué maravillas contará de un fiel comprador de pan como soy yo, y es que odio premiar con mi dinero a quien no lo merece.


Normalmente me entran ganas de agarrarle las mejillas y estirárselas hasta el cielo gritando a la vez “¡Señora, escandalícese! ¡Vive Vd. tan amargada en su trabajo que no podrá ser feliz tampoco en su tiempo libre y morirá vieja y sola y su único pasatiempo se convertirá en tejer abrigos durante horas sentada en una butaca rodeada de gatos a los que encima será alérgica!”. Es una pena que esta situación tenga unas consecuencias desastrosas que difieran de mis intenciones con tan bondadosa acción. Seguramente la señora se llevaría un susto sobrecogedor y yo sería echado a la tremenda con una barra de pan golpeando mi cabeza y perseguido por violentos ataques orales.


Definitivamente, mi envidia particular en lo que respecta a lo que he vivido se encuentra en un país sencillo como Andorra. En Andorra son conscientes de lo importante que es el comercio para todos ellos y, vayas donde vayas, la gente te tratará de una forma tan afable que entonces te plantearás lo mismo que yo, ¿por qué en mi tierra parece que me estén haciendo un favor si soy yo quien paga y aquí el trato es exquisito aún cuando no compro nada?


Tal vez la razón de todo esto sea que la sociedad, la cual formamos todos y cada uno de nosotros, se dedica a premiar a los que actúan de forma indigna y no a los que deben. Con esto me refiero a que alguien de físico destacado, alguien que sepa dar patadas a un balón e incluso un camello van a vivir mejor, o por lo menos más fácilmente que alguien que se ha pasado su vida estudiando y no le da para pagarse una casa mientras los que actúan con poco esfuerzo se bañan en dinero. Creo entender entonces que, como yo mismo con mi primer trabajo, tanto un hombre que abrió un bar como una mujer que hizo lo mismo con una panadería, comenzasen con un brillo especial en los ojos al iniciar un negocio propio y, al conocer mejor la vida o quizás cansados de la rutina, esa luz con el tiempo haya muerto.


The Blind