Ruoka se despertó sin recordar nada. Se encontraba encadenado en una tabla de madera apoyada sobre una pared de piedra. Observó el lugar en el que se encontraba y se vio en una amplia habitación redonda cuyo centro estaba ocupado por una gran mesa de mármol blanco con trece asientos en los que cabrían cinco personas normales sentadas. En la pared circular en la que él mismo se encontraba, pudo ver a otros doce hombres como él, con una puerta a derecha e izquierda de cada uno, enumerando así trece puertas también. Algunos de ellos estaban aun inconscientes mientras que otros estaban despiertos como él, pero por desgracia, todos llevaban una mordaza que les impedía hacer ningún tipo de ruido legible.
No pasó demasiado tiempo hasta que por salió un hombre de cada una de las puertas. Estos personajes parecían, como poco, tercermundistas. Sus cuerpos estaban secos y arrugados, sin apenas nada más que una fina capa de piel rodeando sus huesos. Eran como verdaderas momias andantes. Ruoka y los demás hombres encadenados se agitaron e intentaron inútilmente gritar para que les soltaran. Fueron ignorados. Los hombres ocuparon sus asientos y uno de ellos tomó la palabra:
- Bienvenidos de nuevo a este ritual, compañeros. Sé que todos estamos hambrientos y no nos gusta demasiado la charla así que, ¡que comience el banquete de los trece hambrientos!
Al momento, de las puertas empezaron a desfilar cocineros con cubiertos, platos diminutos y bebidas variadas que colocaron en la mesa. Ruoka se fijó en estos nuevos sujetos y descubrió que eran completamente normales, exceptuando claro que en su cara no tenían más que la boca, algo fundamental en un cocinero. Los trece hambrientos empezaron a comer lentamente sin levantar la vista de su comida. Ruoka no tardó en aburrirse a pesar del miedo que tenía.
Pasada alrededor de una hora, los trece hambrientos ya iban por un quinto plato. Aunque lentos, no dejaban de comer. Ruoka descubrió que poco a poco los platos que traían los cocineros eran cada vez más grandes, los hambrientos comían más rápido y hubiera jurado que ahora habían recuperado algo de carne. No sabía muy bien como seres tan pequeños y esmirriados podían comer algo que superase el tamaño de un puño pero poco a poco lo hacían y parecía que ello les iba recomponiendo poco a poco su físico normal, engrosando de nuevo sus músculos y mejorando su aspecto.
Pasaron numerosas horas en las que Ruoka se asustó de verdad por lo que estaba viendo. Los trece hambrientos ya tenían una apariencia normal, personas que no hubiesen destacado entre las demás. ¿Cómo podían estar metabolizando todo mientras seguían comiendo? Además ahora comían a una velocidad que pocas personas podrían mantener durante más de dos minutos, los cocineros iban y venían cada vez más a menudo. ¿Cuánto más podrían crecer esos hombres?
Varias horas más tarde lo descubrió. Los trece hambrientos ahora desbordaban de sus ya de por sí descomunales sillas. Eran gigantes deformidades de grasa que seguían comiendo. Ahora habían abandonado por completo los cubiertos para comer con las manos y podían fácilmente comerse un pollo de un solo bocado, las jarras de vino, cerveza y agua superaban los cuatro litros de capacidad y las vaciaban de un trago. Todo estaba completamente lleno de restos de comida, grasa, y restos. Los platos se amontonaban en la mesa y el suelo y los cocineros parecían no dar abasto, iban y venían a una velocidad a la que deberían estar ya mareados. Los platos que traían habían aumentado de tamaño hasta el punto de acarrear cerdos enteros cocinados o incluso vacas.
Finalmente, los cocineros se acercaron a los hombres encadenados. Ruoka y el resto intentaron resistirse, pues ya sabían cuál iba a ser el siguiente plato. Evidentemente, no pudieron hacer nada por ser descolgados por los cocineros, quienes les pusieron en la mesa, uno delante de cada uno de los hambrientos. Lo último que vio Ruoka es la campanilla de una asquerosa boca enorme al cerrarse sobre su cabeza.
Los trece hambrientos acabaron con su último plato y el único que había hablado al principio volvió a hacerlo.
- Finaliza el banquete de los trece hambrientos. Hasta el año que viene.
Y así, con ayuda de los cocineros, se fueron por las puertas por las que habían venido, aunque los cocineros tuvieron que empujar mucho para desatascarlos del marco de sus respectivas puertas.
The Blind
jueves, 3 de diciembre de 2009
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4 comentarios:
No, no he encontrado una buena imagen para ilustrar el relato, si la encuentro más adelante ya la pondré.
Supongo que es un relato con final fácil de adivinar pero bueno, quería narrar una situación rara.
Por cirto, Ruoka es comida en finés.
Uf tío... cuanto gluten.
Entonces... estos son unas criaturas que se reúnen una vez al año para un banquete que tiene como postre humanos... mola
haber si es verdad que volveis a blogger y retomais el gremio, que llevo cargando con el un anno
Saludos desde praga (en donde el teclado no tiene ni acentos ni ennes)
Si hacemos algo será centrarnos en relatos de sangre, el Gremio es tuyo desde hace tiempo.
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