- Aquí tiene el dinero –dijo Gisp ofreciendo el dinero exacto a la dependienta de la tienda-. ¿De verdad funciona?
- Yo misma lo he probado, no he sabido nunca de un aparato tan perfecto.
- Me fiaré de ti entonces. Tu no me mentirías, ¿verdad?
- Verás que tu sueño es perfecto, ocurrirá lo que siempre quisiste que ocurriese en tu vida real. De hecho, no sabrás que es un sueño, creerás que todo es real a pesar de lo ilógico que puede resultarte hasta que despiertes. Es lo que ocurre en los sueños, ¿no?
Gisp se despidió y salió de la tienda con prisa. La “maquina de los sueños” había salido recientemente al mercado y tenía una crítica impresionante a nivel mundial. Lógicamente el precio era exorbitado, pero la posibilidad de evadirse a un mundo donde era feliz no tenía precio. Un mundo creado por su propia cabeza no podía otra cosa que ser perfecto.
La máquina en sí, leía los pensamientos, principalmente los deseos de cada uno y los ejecutaba. Daban más ganas de vivir dormido que despierto.
Y así fue como ese día, Gisp se tomó un somnífero y se arropó entre las sábanas de su cama para dormir cuanto antes, sin haber cenado siquiera.
Y así comenzó el sueño…
…
- Gisp… -decía una voz lejana- Gisp… Despierta Gisp…
Y Gisp abrió los ojos, los cuales se cruzaron con otros ojos de un verde que siempre había deseado, una blanca sonrisa rodeada por unos labios que necesitaba que chocasen con los suyos…
- Kitara… -dijo levantándose un poco confundido- ¿dónde estamos?
- No es importante –dijo sonriendo aún más-. ¡Vamos, no puedes llegar tarde al concierto!
- ¿Un concierto –dijo animado por la idea de ir con ella-? ¿Quién toca?
- ¿Te has vuelto loco –respondió ella riendo-? ¡Te está esperando el público! ¡Hace meses que se agotaron todas las entradas para verte!
Gisp no entendía nada pero la siguió corriendo como ella iba. Así de repente, llegaron al concierto. Concretamente él apareció en el escenario ante una oleada de gente como no podía existir en la tierra. Todos gritaron al verle llegar “¡Gisp! ¡Gisp!”. Kitara estaba en primera fila, y sus gritos se escuchaban por encima de los de los demás. No supo ni por qué, pero le apareció una guitarra en forma de lanza entre sus manos. Sabía tocar la guitarra pero no podía considerarse un profesional.
Sin embargo, no más plantar la mano en el mástil hizo un punteo acelerado que levantó los gritos de la gente de nuevo. Convencido, empezó a tocar y cantar canciones que ni conocía. Todas hubiesen sido grandes canciones de los mejores grupos y habrían necesitado meses para crearlas. Sin embargo, ¡él las estaba interpretando con una improvisación incongruente!
Tocó varias canciones y, tras romper la guitarra contra su propia cabeza, saltó hacia el público que le recibió con los brazos en alza para cogerle. Pero al caer, se encontró en el suelo, encima de Kitara, sin nadie más en rededor.
- Un concierto increíble –le dijo ella con las mejillas rosadas y las pupilas clavadas en las de él-.
- Bueno… -dijo el sonrojándose- Lo cierto es que no sabía que pudiera hacer eso.
- ¡Oh, que escena más enternecedora –sonó otra voz en tono burlesco seguida de las risas de otras dos.
Era una persona que Gisp conocía bien. Ese maldito descerebrado que volvía a estar acompañado de sus perros, sus fieles “amigos” con tanta personalidad que hubiesen seguido a un trozo de hormigón por ser más pesado e inteligente que ellos. Y allí estaban, haciendo bulto con ese matón que de por sí solo ya ocupaba lo mismo que un armario.
- Paletum… De esta te voy a devolver todas tus palizas juntas –con estas palabras, Kitara se apartó un poco asustada y Gisp se levantó-.
- ¿Que vas a hacer qué –respondió Paletum-?
- Matarte.
Se materializó a la espalda de su oponente y le propinó una avalancha de puñetazos (a una media de
Los otros dos corrieron en direcciones opuestas. Al primero lo alcanzó de nuevo apareciéndose delante y lo detuvo poniendo dos dedos en su frente. Bueno, mas bien incrustándose en ésta. Después le arrancó la cabeza y la utilizó como proyectil para derribar al otro. Se acercó con calma hasta donde el segundo esbirro estaba. Puso un pie en su pecho y le aplastó sus crujientes costillas sin contemplaciones.
Con todo esto, Kitara parecía sentirse delante de un salvador a pesar deque Gisp acabase de matar a tres personas. Bueno, esa escoria en concreto se lo merecía. Ella se le acercó y le dio un abrazo sin importarle que chorrease sangre.
- ¡Has estado fantástico!
- A veces la gente hace cosas que nunca hubiese pensado que pudiese hacer hasta que se encuentra en una situación de peligro.
- ¿Sabes ya que eres número uno en ventas?
- ¿Cómo dices?
- ¡Tú libro de relatos! ¡Tus historias son conocidas por todo el mundo, has vendido mas copias que
Y seguido se encontraron en la presentación de su libro, el cual curiosamente había vendido tanto siendo publicado en ese mismo momento. Él nunca había sido más que un escritor aficionado pero… ¡allí estaba! Sus pequeñas historias gore-humorísticas habían cuajado en el mundo de los lectores y se había convertido en el mejor escritor de la historia con su primera publicación. Tuvo que hablara ante la gente, tuvieron comida para picar y se codeó con las personas más brillantes del planeta que existía y que habían existido. Entre otras, tuvo una interesante discusión con Platón, el cual insistía en la existencia del continente perdido en las aguas del mar.
Entonces la presentación acabó y volvieron a quedar ellos dos. Los ojos verdes se aproximaban y se cerraron cuando estaban tan cerca que se veían desenfocados, pues, aunque no los ojos, su dueña le estaba besando. Besando como el siempre había querido…
…
- ¡Arriba, tienes que ir a clase –le despertó su madre encendiendo una molesta luz-!
Gisp se levantó sin decir nada. No podía ser que todo hubiese sido soñado, pero cogió el aparato que en su cabeza estaba enganchado y lo recordó con pena.
Miró su guitarra, reposando en una silla cogiendo polvo por la falta de atención, encendió el ordenador y abrió tristemente su blog, donde colgaba aquello que escribía. “Cinco comentarios…” dijo para sí mismo.
Y preocupado cogió rápido el teléfono y marcó un número determinado. Alguien cogió:
- ¿Sí –dijo una voz-?
- Paletum, ¿estás muerto?
- ¿Quién…?
Colgó. Y seguidamente marcó otro número.
- ¿Quién es –dijo otra voz-?
- ¿Está Kitara?
- Sí, ahora se pone.
- ¿Hola –dijo otra voz más pasado un momento-?
- Kitara, dime que me quieres…
- ¿Gisp? ¿Pero estás loco? Deberías cambiar de camell…
Colgó de nuevo y se fue deprimido a prepararse para ir a clase. No sabía como podría volver a soportar lo mismo de siempre tras haber sido feliz por una noche. Entonces obtuvo la respuesta: si soñando era feliz, debía de dormir para siempre…
Ese mismo día el metro estuvo inactivo durante horas a causa de un suicidio.
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Ah, y lo prometido es deuda, no tiene paint:
The Blind