miércoles, 25 de junio de 2008

Choque de acero (Final)



(...Tres meses después...)


Acomodó su cabeza sobre mi pecho mientras murmuraba en sueños. Su perfumado olor flotaba en el ambiente, y confirmó mis deseos de lo que estaba a punto de hacer. Debía desaparecer. Mis manos silenciosas se cernieron en torno a su suave y blanquecino cuello. Se despertó.
-Acarreas demasiados sentimientos.- dije -. Me haces débil.
Me miró. No opuso resistencia. Me comprendió. Una lágrima recorrió su congestinado rostro.
Tras unos pocos minutos de incómoda agonía cayó estrangulada al suelo.
Volvía a estar sólo.
Sin siquiera darme cuenta mis pies me alejaron del lugar y se dirigieron al bosque, donde se encontraba la tumba de Faghorn. En lugar de una lápida habíamos clavado Khaira y yo en el suelo su arma de acero valyrio, que se imponía entre los árboles a pesar de que la maleza la invadía. Acaricié el hacha con las yemas de los dedos. Aún estaba afilada. Lo estaría siempre.
-Lo nuestro es luchar- susurré.
Caminé sin rumbo. Pensé en lo insensible que podía llegar a ser. Sin embargo, me sentía bien. Seguí caminando sumergido en mi insensibilidad... mi soledad.

The Reaper.
Ilusos, mis relatos nunca acaban "bien".

lunes, 16 de junio de 2008

Choque de acero (Parte V)


Me levanté de mi asiento y desenvainé con lentitud. Subí pausadamente los tres escalones que conducían a la tarima. Todos los luchadores se encontraban en torno al cadáver de Faghorn. El que se hacía llamar mano de hierro sintió mi presencia y advirtió al resto. El recepcionista y el presentador de los combates se escabulleron por la puerta. Los dejé ir. Khaira se había levantado pero no se movía de su asiento.
Cerré los ojos durante unos segundos y respiré el aire que había en la sala. Olía a muerte. Decidí que no saldría ninguno con vida. Abrí los ojos y miré a Minos, aquel que había matado a Faghorn por la espalda. Antes de darle tiempo para pestañear le corté la mitad de la cabeza. La otra mitad me la reservé para arrancarla de un puñetazo. La cabeza colgó inerte de un tendón. El primer charco de sangre llegó hasta mis pies.
Me dirigí rápidamente hacia el siguiente. Le clavé la hoja en el esternón hasta que asomó por la espalda y bajé el filo, atravesando por la mitad el estómago y los genitales. Tripas e intestinos se salieron de golpe. Dejé que se desangrara.
De pronto otro hombre se abalanzó contra mí con un hacha sobre su cabeza. Esquivé sin dificultad el golpe y le hice una segunda sonrisa roja en el cuello. Una cascada de sangre cubrió su cuerpo.
Me di la vuelta y me encontré con un tórax enorme a la altura de mi cabeza. Sin pensarlo dos veces hundí mi acero entre las costillas e hice palanca. Noté como los músculos se desgarraban y los huesos se quebraban. A través de la carne pude ver un trozo de pulmón. Me aparté con rapidez antes de que el enorme cadáver cayera encima de mí.
¡Oh!. Uno de ellos intentaba huir. Le alcancé en un segundo y le di una patada en los pies. Justo cuando cayó de boca en el suelo le di un pisotón en la cabeza y oí el quebrar de la mandíbula. Tracé un corte en línea recta a lo largo de la espalda. Introduje la mano en la herida y saqué la columna vertebral como se saca una espina de pescado. Con los huesos aún en la mano y en la otra mi catana busqué al resto.
Quedaban un par de ellos. Me dirigí hacia uno y le corté en dos. El último intentó huir a la desesperada. Antes de llegar a la puerta el filo de mi acero le asomó por la nuez.
Una vez que el cuerpo cayó al suelo solté mi catana y me agaché sobre él. Comencé a dar golpes sobre el cráneo ensangrentado con los puños. Maldije a toda la humanidad mientras aplastaba a la asquerosa masa cerebral que salpicaba mi rostro. Grité y grité mientras los nudillos me sangraban en carne viva y la cabeza de aquel hombre se reducía a puré.
Noté las manos de Khaira que agarraban mis hombros y me separaban del mar de sangre que reinaba a mi alrededor. Luché por liberarme para seguir machacando a aquellos cadáveres.
-¡Basta ya!- gritó Khaira mientras me cogía de los hombros y pegaba su rostro al mío. Tenía los ojos llorosos- ¡Ya están muertos Souka!¡Se acabó! Ya se acabó...- su voz se quebró.
Recobré la compostura. Observé la masacre que había creado. La tarima de combate, antes blanca, ahora era una fuente de sangre que caía con elegancia por los bordes. Cadáveres deformados yacían empapados de sangre en medio de un silencio sepulcral, roto por el sonido de la sangre caer como cualquier día de lluvia.
-Vayamos fuera- dije.
Khaira se había vendado con habilidad la herida del hombro. No parecía nada grave. Andamos hasta un río y allí nos lavamos la caras y manos ensangrentadas.. La verdad es que yo necesitaría introducirme por completo en el agua porque estaba cubierto de sangre. Estaba pensando en esto cuando de pronto Khaira me cogió el rostro con las manos y depositó un suave y húmedo beso sobre mis labios.
En cuanto se separó y me miró con esos ojos azul vidrioso bajó la mirada a modo de disculpa.
-Llevo mucho tiempo esperando este momento, Souka.
Me levanté y no dije nada. Miré al río. Khaira no aguantó demasiado mi silencio.
-Podrías decir algo...- sonrió con timidez.
-Nunca he sentido nada por nadie.- me limité a decir con tono imperturbable-. Me gusta estar sólo.
-¿Y qué hay de Faghorn?.- inquirió con los brazos en jarras.
-Faghorn ha sido mi único amigo. Lo único que tenía... y me lo han quitado- dije con pesar.
Khaira posó con suavidad su mano sobre mi hombro para consolarme. -No necesito consuelo- pensé.
-Si no sientes nada por mí...- dijo en voz baja- al menos déjame ir contigo.
Di media vuelta y caminé por donde habíamos venido.
-Está bien.
Khaira sonrió y me dio un rápido beso en la mejilla.
-¿Vas a dejar de besarme?- dije sin poder contener una sonrisa.
-Puede- bromeó mientras me daba otro beso juguetón.
-En fin...- suspiré para mis adentros.
-Hemos de enterrar a Faghorn ¿no crees?- me dijo poniéndose seria de nuevo.
No respondí de inmediato.
-Sí, vayamos.

(...)

Fin

The Reaper

viernes, 13 de junio de 2008

Choque de acero (Parte IV)


-Interesante- susurré.
Palpé mi mejilla y observé con curiosidad la sangre que empapaba las yemas de mis dedos. Cerré el puño con fuerza en torno a la empuñadura y adopté una pose de ataque.Los aceros volvieron a fundirse en una traca de choques y destellos metálicos. Esta vez me tocaba atacar a mí. Conforme luchábamos a una velocidad vertiginosa, podía notar que Khaira no aguantaba mi ritmo todo el rato, por lo que de vez en cuando le fallaban las piernas y se veía obligada a dar un salto hacia atrás para esquivarme.
Tomé control del combate. Aumenté la velocidad de mis movimientos una vez más, hasta tal punto que las estocadas de Khaira me parecían lentas y torpes.
Khaira dirigió su catana hacia mí con todas sus fuerzas, pero conseguí esquivarla agachándome rápidamente, oí el cortar del aire justo por encima de mi cabeza. En ese preciso instante apoyé una mano en el suelo y derribé a Khaira de una patada en la espinilla. La catana se resbaló de sus manos y, una vez que quedó tendida en el suelo, hundí mi hoja en su hombro, atravesando la clavícula hasta llegar al suelo.
El grito de dolor pareció desgarrar su garganta. Extraje el acero con suavidad y lo envainé a mi espalda.
Me levanté y di media vuelta dispuesto a volver a mi asiento cuando de pronto oí mascullar:
-¿A dónde vas?- me volví- Aún puedo luchar.
Hizo acopio de sus fuerzas y me lanzó el puñal. Lo detuve con dos dedos a unos milímetros de mi entrecejo. Khaira intentó coger su catana, pero apenas le respondía el brazo para apretar la mano, y mucho menos para luchar.
-Estás fuera de combate.- Me acerqué y le devolví el puñal con la empuñadura mirando hacia ella-. Ha sido el mejor combate de toda mi vida, ha sido un placer haber luchado contra ti- le confié.
La expresión de Khaira cambió. No se molestó en ocultar su sorpresa. Alargó el brazo para tomar el puñal y se levantó.
-El placer ha sido mío.- sonrió-. Pero no te confíes... la próxima vez te machacaré.
Khaira lanzó de nuevo el puñal, que me pasó por encima del hombro y fue a clavarse en la pared, a un milímetro de la oreja del presentador de los combates, que se despertó de un brinco.
-Armgajam- masculló volviendo de sus sueños.- Bueno...- bostezó y caminó hacia la tarima- veo que ya habéis termina... ¡joder!- exclamó- ¡Me habéis dejado esto hecho un asco!.
Buscó con la mirada al recepcionista.
-¡Tú!- señaló- ¡Límpialo!.
En cuanto me senté, Faghorn se inclinó hacia mí.
-¿Sabes?. Estás más guapo con la cara ensangrentada.- sonrió con aquel toque macabro de siempre.
Una voz resacosa anunció el siguiente combate. Faghorn alzó la cabeza para prestar atención.
-Minos, el guerrero- leyó- contra Faghorn, la roca de acero.
-¡Al fin!- rugió.
Faghorn se levantó y subió de un salto a la tarima mientras se llevaba las manos a la espalda y hacía chocar su increíble hacha contra el suelo.
El hombre llamado Minos se levantó. Era corpulento, aunque no tanto como Faghorn. Sus armas eran simples: un escudo y una espada. -Demasiado simples- pensé. Y efectivamente, bajo una muñequera de cuero negro alcancé a ver un destello plateado que probablemente era un disco dentado. Esperé que Faghorn también se diera cuenta.
Como era de esperar, el escudo se hizo añicos al primer ataque de Faghorn. Hay que decir que Minos hizo bien al esquivarle continuamente, pero no aguantaría mucho. El hacha acabó por alcanzarle y le desarmó con tal violencia que Minos voló por los aires y cayó fuera de la tarima..
Faghorn se dio la vuelta y alzó los brazos celebrando la victoria, mientras que Minos se llevaba la mano a la muñequera para atacarle por la espalda. Quise advertirle del peligro, pero no era mi combate, sino el suyo.
El disco cortó el aire como una bala y le atravesó el pecho.
Me quedé sin aliento. Eso le habría alcanzado al corazón. Faghorn cayó de rodillas y tosió sangre.
Me miró. Dejó asomar una leve sonrisa, que ya no era macabra, sino amistosa. Su despedida.
Cayó al suelo. Muerto.
Minos comenzó una carcajada a la que se fueron sumando progresivamente los demás, salvo Khaira, que observaba la escena. El más temido había sido derrotado, en ese instante fue cuando me di cuenta de lo tanto que le aborrecían. -No le conocían.- pensé con tristeza mientras todos los hombres de la sala se burlaban y pateaban su cabeza. Faghorn se había criado en Svalbard: Las montañas habitadas por los más fieros hombres, donde no existe otra ley que la supervivencia... el vivir para matar. Allí lo único que importa es el amor a la sangre. A pesar de todo Faghorn había conseguido salir de ese mundo y consiguió hacerse más humano por así decirlo... Eso sí, demostraba su cariño a su manera. Sonreí al recordar su sonrisa macabra, sus puñetazos a modo de caricias, sus continuas bromas...
-¿Sabes?. Estás más guapo con la cara ensangrentada- resonó en mi cabeza.
Sonreí. Se me hizo un nudo en la garganta.
Ahora su cuerpo cubierto por innumerables cicatrices estaba siendo pateado y escupido... mi único amigo.
-Faghorn... amigo... ya tengo una razón para matar.
Me levanté de mi asiento y desenvainé con lentitud.

The Reaper

lunes, 9 de junio de 2008

Asesinato de la Luna

Lágrimas caen esta noche
un terrible crimen se ha dado
y la sangre la noche acoje
a la Luna han asesinado

Y como en una pesadilla
todo el mar de sangre se llena
y la gente al cielo le grita
el apocalipsis espera.

Los poetas no tienen musa
el arte murió en el olvido
la inspiración es simple y nula
y toda esperanza ha partido

...




The Blind

miércoles, 4 de junio de 2008

Poeta desviado


¿Por qué siempre hablan poetas
de un amor que desvaría
que se clava tal que astilla
la dolorosa saeta?

Tal vez, si a todos ellos
les gusta pasar mil penas
merezcan ser como hienas
que de amor buscan destellos.

Pues yo planto mi estandarte
en el más oscuro estilo
por eso con sangre escribo
tétricos versos de mi arte.




The Blind