domingo, 24 de agosto de 2008

Arrasar (Parte I)

Bajaba la temperatura. Mi aliento entrecortado se fundía en forma de niebla con el aire gélido que castigaba mis pulmones. Hacía demasiado frío. Los melancólicos y distantes sonidos quebraban el tétrico silencio que tan sólo podría hallarse en aquel oscuro, frío, siniestro y solitario cementerio.
No me preocupaba la pulmonía que posiblemente cogería por la falta de abrigo y de calzado. No sentía en absoluto los pies y el resto del cuerpo parecía haberse esfumado. Pero tampoco esto me preocupaba. Lo importante en ese momento eran mis manos que, al contrario que el resto de mi cuerpo, estaban vivas y ajenas al frío que las rodeaba. Mi mano izquierda danzaba con firmeza sobre el mástil de mi pequeño violín, mientras que la otra deslizaba el arco de un lado a otro, unas veces con suavidad, y otras con brusquedad.
Me encontraba sentado en una roca, con los pies hundidos en la nieve y mi instrumento pegado al cuello. Los pantalones a penas si protegían mis congeladas piernas y mi torso desnudo se contraía con todos sus músculos para no desfallecer. Unos mechones cubiertos por una fina capa de hielo entrecortaban mi visión, clavada con determinación en la tumba de mi padre. Mis labios amoratados estaban apretados con firmeza, luchando contra los temblores que amenazaban con hacerme perder el control.
Sin embargo, la música contrarrestaba el duro clima. Las melodías me hacían pensar y mi mente vagaba por mundos imaginarios. Cerré los ojos con fuerza y los volví a abrir al instante. Las pestañas por poco se me quedaron pegadas en el párpado inferior, lo cual hubiese provocado que muriera allí mismo.
Recordé de pronto porqué estaba allí. Necesitaba una respuesta a mi vida. “¿Qué mejor noche que ésta?” pensé para mis adentros. Mis manos no se detenían. El frío me ayudaba a tocar con mayor velocidad.
Odiaba al mundo. Casi tanto como me odiaba a mí mismo. Mi padre, empresario ejemplar de pelo relamido y traje impecable, yacía entre cientos de tumbas colocadas sin orden alguno. Sonreí y noté un crujido en mis mejillas del hielo al resquebrajarse. Miré la tumba con nostalgia y lamenté no haber sido el hijo que él quiso tener. ¿Debía convertirme en el hombre que él quiso que fuera?. Continué tocando. “No”, me respondí a mí mismo. “Es hora de endurecerse y elegir mi propio camino”, pensé.
Paré de tocar. Me sentía contento por la decisión que había tomado. En ese momento el sol comenzó a asomarse por el horizonte.
Toqué una última canción dedicada a mi padre y me levanté con suma dificultad. Las piernas apenas me respondían y temía que se me rompiera algún dedo del pie. En estas condiciones llegué hasta la tumba de mi padre. Una lápida de mármol negro que rezaba su nombre con inscripciones blancas. Unos ramos de flores yacían alrededor cubiertos de una fina escarcha. Dejé mi violín apoyado contra el gélido mármol.
De pronto oí el batir de alas de un pájaro. Levanté la mirada y vi a un cuervo que volaba hacia mí. Levanté la arco del violín por instinto, pero el cuervo se limitó a posarse sobre la lápida. Las duras garras rasgaron ligeramente el hielo que cubría la tumba. Observé con curiosidad al cuervo. De pronto clavé la mirada en una de sus patas. Llevaba atado con un trocito de cordel un pergamino viejo y doblado.
Miré al cuervo y éste levantó las alas. Alargué mis manos temblorosas y desaté con dificultad el cordel. En cuanto tuve el papel entre los dedos el cuervo alzó la cabeza y se fue por donde había venido.
Desdoblé el papel. Una tinta roja cubría el pequeño mensaje con letra delgada y afilada:

“Crea tu propio camino. Extremo Este de la Calle del Olvido”.

The Reaper


8 comentarios:

Rock Lobster dijo...

Me dijiste que mi ultimo relato estaba bien escrito pero este tambien tiene tela, joder.
Un par de cosas que señalar:
1º ¿Mueres si se te pegan las pestañas?
2º La frase "Casi tanto como me odiaba a mí mismo." me recuerda a una frase de mi relato de odio.
Sera que tambien a ti se te pegan algunas cosas al escribir.

The Reaper dijo...

Con lo de las pestañas me refiero que quedarse con los ojos cerrados a tales temperaturas te quedas dormido y ya no lo cuentas. Eso de la muerte dulce.
Todo lo que tenga que ver con odio ya lo habrás escrito tú xD
Yaw!

Kali y su diario dijo...

Ey! yo se de que tipo de muerte hablas, como de morir por hipotermia no? solo te quedas dormido en el frío y se congela la sangre, ya no bombea el corazón y te mueres no?

no se, creo que me equivoco, no creo que no. o si?

The Reaper dijo...

Sí, a eso me refiero

Lady Nerón dijo...

Una imagen típica de libro de Victoria Francés. Me encanta el frío.

P.S. ¿Me permites una corrección? Verás, en esta frase:
"Mi mano izquierda danzaba con firmeza sobre el mástil de mi pequeño violín, mientras que la otra deslizaba la barra de un lado a otro"
... ¿no quedaría mejor expresado si cambiases "barra" por "arco"? En la anatomía del violín, es más correcto.

Por favor, perdonadme por ser tan petarda, pero era necesario. No me odiéis.

ana dijo...

guaauuuu...

asi me gusta, volviendo fuerte!

The Reaper dijo...

Mmmm arco.
Nunca te acostarás sin saber algo nuevo

Gittana dijo...

dioses!!!!! regresaste con mucha fuerza mortaaaaal...!!! muerte en por el frío... cool!!! no me desepciones hermano, vamos, la segunda parte!!!