lunes, 10 de marzo de 2008

Orquesta de Metal (Parte 2)


Una vez que Deem hubo desaparecido, me quedé un momento quieto, pensativo. Comencé a andar hacia el espectacular edificio. Eché de menos la compañía de aquel hombre mientras me aproximaba a la inmensa puerta negra. Cuando llegué a los pies de ésta me sentí tan pequeño como puede sentirse una pulga frente a un escalón.
¿Y ahora qué?, a ver quien consigue abrir este bicho, dije para mis adentros. En respuesta a mi pensamiento, la puerta emitió un sonoro y siniestro chirrido, como si hace años que no se abriera, y comenzó a abrirse con lentitud. Esperé pacientemente, un poco intimidado, hasta que vi un destello blanco acercándose hacia mí. Distinguí la forma de una mujer. Andaba con un paso elegante y al mismo tiempo despreocupado. Llevaba el pelo suelto, plateado, que caía resplandeciente sobre sus hombros al descubierto, y un vestido blanco como la nieve cubría su cuerpo perfecto. Tanto su rostro como sus extremidades eran muy pálidos, como sino conocieran la luz del sol. Iba descalza.
Me di cuenta de que me había quedado con la boca abierta, embobado, por lo que la cerré un tanto incómodo. La mujer, que cuando llegó hasta mí pude apreciar que no tendría muchos más años que yo, notó mi turbación y sonrió con gracia, divertida.
Recobré la compostura.
-Buenas, mm... Deem me ha guiado hasta aquí...-.
-Lo sé, le envié yo- me interrumpió sonriendo- me llamo Yaris, vaya...- me miró de arriba abajo- nunca pensé que viviría para ver a otro Músico... y tan joven- añadió admirada mientras me cogía del brazo para conducirme al interior, sin dejar de sonreír.
Hablaba rápidamente, como si temiera que la fuera a interrumpir en cualquier momento. Paró de hablar en cuanto llegamos al interior y las puertas se cerraron a nuestra espalda, con ese chirrido que parecía anunciar que no los dejaría volver a salir.
Ante la vista del interior me quedé sin aliento, sobrecogido. Si la fachada de fuera ya parecía enorme, el interior parecía sobrenaturalmente gigantesco, hasta tal punto que sentí vértigo. En ese momento estuve seguro de que si gritaba, el eco no respondería. Una cúpula cubría la estancia, repleta de vanos que dejaban pasar los rayos del amanecer, que iluminaban todo el edificio, y en el centro de la cúpula había un agujero que ascendía cuyo fondo no podía divisar. Me di cuenta de que ese agujero era la altísima torre negra que había visto desde fuera. En el borde de la pared, había un balcón que daba toda la vuelta en torno al muro, en el que se encontraban un montón de personas, silenciosas, parecían reunidas para presenciar a un gran acontecimiento.
-La Sociedad de Metal...- susurré conmocionado. Comencé a ponerme un poco tenso, todos esperaban algo de mí.
Noté la mano de Yaris posarse sobre mi hombro, sacándome del trance.
-Tranquilízate- me dijo al notar mi temblor- ha llegado el gran momento. Muéstranos lo que es capaz de hacer un Músico-.
-¿Cómo?-.
No respondió de inmediato. Alzó su mano y acarició con ternura mi rostro.
-Aquí, para hacer las cosas, tan sólo tienes que pensarlas- se limitó a decir mientras esbozaba otra sonrisa.
Dio media vuelta y corrió sin hacer ruido alguno a reunirse con el resto de la multitud. Me sentí sólo ante el peligro, vulnerable.
De pronto supe lo que tenía que hacer. Si querían un espectáculo, lo tendrían. Necesito estar mas elevado, pensé. Al instante la parte del suelo en la que me encontraba comenzó a elevarse. Pensé en un trono, y este se materializó enseguida a mi espalda. Me senté. Tan sólo tenía que pensar... Que comience el concierto, me dije a mí mismo, sonriendo.
En el centro de la gran sala materialicé a una niña, sentada con las piernas cruzadas, con una flauta blanca y pequeña entre los dedos. La niña se llevó la flauta a los labios, y comenzó a tocar una bonita melodía, bastante sencilla y pegadiza. Observé, como había pretendido, que el comienzo había impresionado al público. El instrumento de viento era lo único que rompía el silencio... por ahora.
Al lado de la niña materialicé a un niño, de su misma edad. Éste sostenía otra flauta, idéntica a la anterior, salvo que esta era negra. El niño tocó una melodía en una escala más grave, que se entrelazaba con la anterior, doblando así el ritmo. Comencé a complicar la melodía al mismo tiempo que añadía una guitarra acústica, que acompañaba con suavidad a las flautas. Incorporé una batería unos metros más atrás, marcando con precisión un ritmo rápido y complicado.
Una voz de mujer surgió del aire, aumentando de volumen conforme materializaba poco a poco la figura junto al resto de instrumentos. Subí la escala de sus cuerdas vocales hasta que quedó tan aguda como la pena misma. Al mismo tiempo que la mujer desaparecía de nuevo, junto a las flautas, apagándose progresivamente su grito lastimero, una voz impura, aunque limpia, fue aumentando de volumen. Tres guitarras eléctricas comenzaron, una detrás de otra, siguiendo mis instrucciones, a tocar melodías mezcladas con rapidísimos punteos. Un poco más atrás unos bajos y unos contrabajos se encargaron del ritmo con golpes graves.
Voces impuras comenzaron a sonar por todas partes, entrelazándose unas con otras, sin letra alguna... Las voces puras surgieron de la nada en coro, que acompañaban a las guitarras y a la veintena de violines que aparecieron en hilera tras centenares de cantantes. A la batería se le sumaron cinco más, y tocaban al unísono los mismos redobles de bombos con ambos pies, mientras que unos pares de manos alzaban sus baquetas para desprender un mar de sonidos metálicos de los platillos, acompañados de escalas de tambores ordenadas milimétricamente al compás de las melodías de veintena de guitarras y teclados. Los teclados doblaban el ritmo de las guitarras, que ya eran de por sí increíblemente rápidas, y a su vez marcaban el ritmo a los violines, que les seguían en escalas más agudas, dando un efecto espeluznante.
De pronto todos pararon de tocar, rompiendo la avalancha de sonidos bruscamente... todos menos uno. La niña con la flauta apareció de nuevo y siguió tocando hasta acabar el compás... silencio absoluto... Tras unos pocos segundos, las baterías y los tambores, los bajos y los contrabajos, los violines y los violonchelos, las guitarras y los teclados, las voces impuras y las voces puras, todos a coro, estallaron en una orgía de sonidos, tan increíbles como indescriptibles.
Allí sentado, en mi trono, ante toda una multitud de hombres y mujeres que se inclinaban ante mí, culminé mi obra, y ésta culminó todos los límites.


PD: Luego volví a invocar a la niña y le clavé la flauta en la frente atravesándole la cabeza... ¡Oh! ¡cómo salieron esparcidos sus sesos!


The Reaper

6 comentarios:

Rock Lobster dijo...

Quiero matar a la niña atravesandole la cabeza con la flauta.

Rock Lobster dijo...

Gracias por hacerme caso primo.

The Reaper dijo...

Se refiere al PD. Un relato sin final sangriento no tiene lógica verdad primo?
Morid todos

ana dijo...

no lo entiendo!!
por qué!!??
q demonios te pasa a ti con las niñas??
cuanto odio..

en fin, por lo demas el relato genial!!
esta xaxi komo deskribes el lugar, a la mujer, y el concierto impresionante, me resulta indescriptible la manera en que lo has descrito.. me gustaria poder escucharlo..
a tope!

[ кeя ] dijo...

vaya concierto! XD seguro q ademas se escuxaba de pm.
mola eso de que estes sentado en el trono organizandolo solo con pensarlo xD

[ кeя ] dijo...

Ah y ya decia yo que faltaba algo.. no habia sangre!