jueves, 21 de febrero de 2008

Eterna pesadilla


Caía. El gélido aire me pegaba en la cara con fuerza... abrí un poco los ojos. Descendía a toda velocidad por un estrecho desfiladero. Miré hacia abajo por instinto, aterrorizado, esperando el impacto, pero no divisé el suelo. Ganaba velocidad... mi trayectoria comenzó a desviarse y choqué de lado bruscamente contra las afiladas rocas de la pared del desfiladero. El brazo y parte del costado se me quedaron en carne viva. Grité de dolor. Miré hacia abajo otra vez, pero ante mí se extendía un eterno abismo sin fondo.
Me di cuenta de que estaba boca abajo, así que me apresuré a ponerme en horizontal para caer algo más despacio. Hubiera sido una buena idea de no ser porque me desvié de nuevo y volví a chocarme contra las rocas. El dolor me hizo perder el control y reboté de roca en roca, como una pelota, que dejaba trozos de carne en los filos desgarradores. Al llevar tanta velocidad, mi piel se desintegraba al contactar con la dura roca. El aire impactaba implacable contra mis heridas. Desesperado, intenté recobrar mi rumbo.
Probé ponerme hacia arriba, de espaldas al abismo sin fondo. Esta vez lo conseguí sin chocarme, pero me sentí inquietantemente vulnerable al no poder mirar hacia el fondo.
Vi mi propia sangre que ascendía rápidamente en cuanto brotaba de mis heridas, marcando el camino de mi eterna caída.
Ya no podía ver el inicio del desfiladero... recordé cómo había caído. Me encontraba en el borde del precipicio, mirando melancólicamente el paisaje, cuando alguien me tiró dos veces de la camiseta. Me volví. Un niño con cara inocente me sonrió y, con un dedo, me empujó levemente.
Me estrellé otra vez contra la pared. Me quedé sin la poca piel que me quedaba y tenía rotos todos los huesos. “No es el mejor momento para distracciones”, me dije sarcásticamente. Caía como un meteorito, deshaciéndome por momentos.
De pronto vi el fondo. Vacilé. Una parte de mí se alegró al verlo... significaba el fin de aquella tortura. Por otra parte no era un una vista muy halagüeña. Montones de rocas en forma de pinchos me esperaban al final del trayecto. Cerré los ojos, esperando el impacto.
Desperté. Me encontraba de nuevo en el borde del precipicio. Me palpé con manos temblorosas y comprobé aliviado que las heridas habían desaparecido.
De repente noté que alguien me tiraba dos veces de la camiseta... me volví lentamente, con el corazón latiendo con fuerza. Me quedé paralizado. Ahí estaba el niño. Me sonrió, con aquella cara inocente, y levantó un dedo...

The Reaper

5 comentarios:

The Reaper dijo...

A la vista de no encontrar ninguna foto, y de que estoy hasta los mismísimos de buscarla, aceptaré imagenes más aceptables para sustituir la actual

Rock Lobster dijo...

yo era ese niño
ahora mato de forma mas cruel

xathick dijo...

por eso es que no queremos que te apuntes a bidean uso, imagina que vamos al monte,... volverías solo

Anónimo dijo...

Mmmmm, como el puenting pero sin cuerda.

ana dijo...

uff k mal rollo

ayer en la salida andoni y yo nos akordamos del relato verdad? abia una kaida kuriosa desde donde estabamos

niño kapuio..