miércoles, 27 de febrero de 2008

Agresividad musical



Scubb

Se encontraba en un amplio paseo. A su izquierda iba dejando atrás unas palmeras, separadas ordenadamente por bancos de piedra. Detrás de éstas se alzaban unas casas normales y corrientes. A su derecha su vista podía recorrer kilómetros de playa, salpicada por la marea baja de las aguas calmadas del mar.
Caminaba pesadamente hacia su casa. Las clases en el colegio no habían tenido nada divertido y, aunque se entretuvo pegando junto a sus colegas a unos niños, exentos de culpa alguna, con la excusa de que le habían "mirado mal", no andaba de buen humor.
Se movía con andares torpes y mirando desafiante a todo el que se cruzaba consigo. Le gustaba que la gente se intimidara y le cediera el paso... le hacía sentirse superior. Comenzó a llover. Levantó la vista al cielo y vio que estaba oscuro y presagiaba tormenta. ¡Lo que faltaba!, Se quejó. El paseo no tardó en quedar desierto. Siguió caminando, con cara de pocos amigos.
De pronto vio a una chica. Vestía de negro, con ropas sencillas. Una marginada seguramente, pensó Scubb, no llevaba ropa de marca así que supuso que sería una estúpida sin dinero... pero no estaba nada mal a decir verdad, se dijo, lujurioso, imaginándose escenas obscenas que ambos protagonizaban. La chica se encontraba de pie, apoyada con gracia en una palmera. Tenía unos ojos oscuros que le gustaron.
-¡Eh preciosa!...- le gritó, con aquella voz habitual de atontado, intentando llamar su atención llevándose una mano al paquete- ¿Qué te parece si nos resguardamos de la lluvia en mi habitación...?-.
La chica no respondió de inmediato... puso una cara de asco.
-Me gusta la lluvia. Anda, ve y resguárdate en tu casa tú solito con esa mano ¿te parece?-.
Scubb se acercó a ella y le propinó un fuerte puñetazo. Se dispuso a llevársela por la fuerza.
-Ya la has liado... - oyó que le decía la chica, burlona, al mismo tiempo que miraba detrás de él.
Se volvió para ver a qué se refería la chica. El cielo, ahora oscuro, dejaba caer una fina capa de lluvia sobre el paseo. Scubb atisbó a través de la siniestra lluvia a un hombre que corría hacia él, rápido como un animal salvaje. Tembló de miedo. El hombre no parecía tener intenciones de detenerse. No podía moverse, estaba paralizado. Tan sólo pudo observar con impotencia cómo el hombre corría hacia él y cómo su garganta emitió un grito imposible que se materializó en un puñetazo. Cayó bruscamente al suelo e intentó gritar en busca de auxilio, pero al hacerlo sintió un dolor insoportable en la mandíbula. La palpó con sus temblorosas manos... tenía la mandíbula inferior partida. Una mano le agarró fuertemente por la nuca y le levantó con violenta brusquedad. Se incorporó como pudo y se vio arrastrado hacia la palmera más cercana. El hombre le dijo algo al oído con una voz extraña que no comprendió y, corriendo consigo, estampó su cabeza contra la palmera, a la par que gritaba con una voz impura y macabra.
La boca le sabía a sangre y le dolía todo el cuerpo. Le estaba propinando una buena paliza. De pronto el hombre le dio la espalda, como si estuviera intentando calmarse. Era su oportunidad. Huyó a la desesperada. Llevaba unos segundos corriendo cuando tronó el cielo. Scubb supo al instante que estaba en su persecución. Corrió despavorido, asustado como una débil presa perseguida por unas siniestras fauces que se cernían hacia él sin piedad ni descanso. La adrenalina le impulsaba a correr como nunca lo había hecho. Sin embargo, su perseguidor también era rápido. Cada vez que Scubb doblaba una esquina, el hombre aparecía de pronto de la nada, cortándole el paso... en cuanto giraba para esquivar un banco, él lo sobrepasaba por los aires sin aparente esfuerzo. Poco a poco le fue ganando terreno... se arrepintió de haberse metido con esa chica... el hombre se aproximaba... finalmente le dio alcance. Scubb continuó recibiendo la satánica furia de aquel hombre. Tras tres golpes contundentes -Yaw! Yaw! Yaw! Gritaba el hombre con aquella voz espantosamente impura- y otro golpe final... su vida acabó.

El hombre

-Estúpido... - dije entre dientes.
Arrastré el penoso cadáver por entre las dunas de la extensa playa y lo tiré al mar. Me quedé un momento allí de pie, observando que la tormenta finalizaba al mismo tiempo que el sol se ponía, escupiendo los últimos rayos de luz que iluminaban débilmente el mar. Hasta que el paisaje se sumergió en la oscuridad de la noche.
Oí los pasos apenas audibles acercándose hacia mí. La chica posó con suavidad sus cálidas manos sobre mis hombros. Subimos juntos de nuevo al paseo, no sin antes lavarme las manos ensangrentadas en una de las duchas de la playa, y nos fuimos de fiesta, como si nada nos hubiera molestado.

The Reaper

6 comentarios:

The Reaper dijo...

El relato transcurre en el paseo de laredo, conocido para algunos. Respecto a la foto digo lo mismo que en mi anterior relato.
Vais a morir

The Reaper dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rock Lobster dijo...

Se lo merecia el cabron de el.

[ кeя ] dijo...

Sep, el tío se merecía la paliza. Eso es una chica con buenas compañías... xD

Anónimo dijo...

¡Yo me había imaginado ese paseo! A partir de ahora seré más sutil a la hora de insinuarme.

The Reaper dijo...

Creo que he conseguido encender una chispa de odio contra mi propio personaje... odiadle!