Coloqué la mochila en mi regazo y saqué lentamente mi cuaderno, libro y calculadora, medianamente dispuesto a hacer matemáticas. Miré el reloj. Había pasado ya un cuarto de hora desde que me había sentado. Me enfadé conmigo mismo por mi falta de concentración y abrí mi cuaderno, sin dejar de arrepentirme por haber dejado la tarea para el último momento, como siempre.
Comencé con el primer problema. Se trataba de optimización... “Halla el valor de los catetos de un triángulo rectángulo para que el volumen sea máximo...” la verdad es que soy un máximo imbécil, me dije, ojalá explotara en este momento mi colegio y así probablemente no tendría que entregar los deberes al día siguiente... ojalá un diluvio de estrellas arrasara todo y se terminara este asqueroso mundo... ojalá muera toda esta estúpida humanidad... ¿de verdad merecía yo estar a altas horas de la noche sumergido entre los libros?...
Enfoqué de pronto la mirada en mi cuaderno. No había hecho nada. Me di un puñetazo a mí mismo para concentrarme. Admito que no es algo muy inteligente, pero funcionó. Hallé la derivada de la función, la igualé a cero, como requería el ejercicio, resolví la ecuación de segundo grado... 2/0... igual a infinito. Claaaro, un lado que vale infinito. Di un puñetazo al duro escritorio. Comencé a enfadarme.
Rompí bruscamente la hoja y la tiré sin miramientos a la otra punta de la habitación. Cambié de problema. “Calcule la probabilidad de que un hombre lance una pelota sabiendo que...”. Este es fácil... cálmate, me dije (...) El resultado me daba 3/2... claaaro, una probabilidad superior a la unidad... Destrocé la hoja y sin querer rompí más de las que pretendía. Mis manos temblaban. Cogí el cuaderno de la espiral central y lo partí en dos. Perdí el control. Volqué el escritorio echo una furia y lo lancé hacia delante mientras el cristal de mi ventana se hacía añicos. Intenté relajarme, pero me fue imposible. Me volví con brusquedad y arremetí contra mi armario, como si él tuviera la culpa de todo, partiendo la puerta en dos.
Notaba la sangre deslizándose por mi cuerpo, pero no me importó. De hecho me enfureció aún más. Di violentos puñetazos a la pared maldiciendo a las matemáticas y a todos sus descendientes. Atravesé la pared dejando escombros detrás de mí y salí a la calle.
Esta noche correrá sangre, me dije. Observé el coche más cercano... ¡Qué forma tan geométrica!. Todo estaba regido por las estúpidas matemáticas. Embestí al coche abollando su lisa carrocería y rompiendo los intactos cristales. Extendí los brazos, abarcando con ellos al vehículo, y lo alcé por encima de mi cabeza. Una ancianita que padecía insomnio que venía de hacer su compra del opencor 24 horas vio su vida acabar en cuanto se cernió un coche volador sobre su delicado cuerpo. Arranqué de cuajo una farola que tenía aquella forma tan cilíndrica y la dirigí con toda mi fuerza sobre una parada de autobús, donde se encontraba un montón de gente madrugadora que esperaba impaciente al rectangular autobús. A mi sangre que manchaba mi cuerpo se le sumaron las suyas.
De pronto vi a un hombre. Era evidente que había vivido muchos inviernos y el poblado y blanquecino bigote se removía distraído bajo la nariz. Las matemáticas surgían de su cuerpo como un aura de energía. Einstein había resucitado. No daba muestras de haberse percatado de toda la destrucción que yo estaba provocando. Se agachó despreocupadamente para atarse el cordón de un zapato, ensimismado en sus ecuaciones y fórmulas. Le odié con toda mi alma. Su cabeza estaba a pocos palmos del suelo... Corrí hacia él y le propiné una patada que le hizo el cráneo astillas. La cabeza se separó del resto del cuerpo y fue a parar, sin dejar de botar y rodar, a un pueblo próximo. Seguí rápidamente el rastro de sangre y pedacitos de cerebro y llegué hasta la masa deforme que antaño era tan inteligente. La pisoteé encolerizado.
Noté unas esposas aprisionando mis muñecas. No opuse resistencia, ya había acabado.
PD: A la mañana siguiente los periódicos se preguntaron cómo me escapé de la cárcel y qué hacía la cabeza de mi profesor clavada en una estaca...
The Reaper
7 comentarios:
Por eso no suelo hacer los deberes.
Sublime. Ese chico es idéntico a mí, además. Cuántas veces me habré quedado estudiando hasta las 2 ó 3 de la mañana... Incontables. También suelo imaginar escenas así. Lo único que nos diferencia, es que yo no las llevo a cabo XD.
Gracias por pasar por mi blog, me ha gustado mucho el tuyo (llevo un rato ya leyéndolo ^p^). Siento no haber comentado antes, pero es que... Estaba de exámenes y apenas he usado el ordenador XD
1beso!
vaaya a quien no le ha pasado eso XD mañana yo tngo un examen de matematicas... que asco XD a einstein no le gustaban las mates se supone... cosas de la vida.
una cosa que se me olvido respecto al otro relato(reflejo): teneis alguna experiencia personal de obsesionaros con una tia y luego "matarla"? esq me recordó al del tio que su fantasma se carga a la chica rompiendole la cabeza o algo asi XDD
Es lógico y evidente, si una mujer te ama, debes matarla.
Para nosotros es una muestra de odio amigable (es que no sentimos amor).
Veo completamente normal que si salgo con una tia o asi, se deje matar o como minimo torturar.
No es tema machista, tambien yo me dejo mutilar, desangrar, etc... de hecho, lo exijo!
jaja ok XD duda resuelta. lo vuestro es el masokismo :P
un abrazo (doloroso)
! danger
estos satánicos de mierda jeje
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