jueves, 17 de abril de 2008

Sangre de fuego

La fría brisa nocturna castigaba mi cuerpo, entumecido por el frío y pálido por el hambre. Los matorrales y las zarzas se dedicaban a rasgar sin compasión mis sucias ropas y me arañaban mis debilitadas piernas. Había pasado caminando toda la noche hacia el este, esperando famélicamente la salida del sol abrasador, que al fin dejaba asomar los primeros rayos de luz. El horizonte parecía extenderse hasta el infinito y no se veía ninguna casa en derredor. Pasadas unas horas, una vez que el sol se hubo alzado lo suficiente para calentar el suelo, me tendí sobre unas rocas, disfrutando al fin del calor que me recorría la espalda y las piernas. Miré al cielo, tan sólo se divisaban un puñado de nubes en el norte. Sonreí. No habría tormenta aquella noche. Desvié la mirada hacia el gran cometa rojo sangre que surcaba el cielo desde hacía ya una semana... ¿Tendría algún significado?. Recordé con la vista clavada en el cometa aquel trágico accidente de avión que cambió mi vida... y terminó con la de toda mi familia...

Desvié la vista del dichoso cometa y me senté abrazándome las rodillas. Llevaba una semana comiendo hierbas e insectos, no podía creerlo. Pero allí estaba. No había derramado ni una sola lágrima por mi familia y lo más curioso de todo es que me sentía mejor que nunca.
-No soy humano- me dije- nunca lo he sido.
Observé las venas de mis brazos. Siempre había tenido la sangre mucho más caliente que el resto y mis venas estaban excesivamente dilatadas... aquello me gustaba. Lo que no soportaba era el frío. Las noches habían convertido esta última semana en un suplicio.
De pronto me fijé en una columna de humo negro que comenzó a surgir a unos kilómetros de distancia.
-Fuego...- susurré emocionado. Anhelaba fundirme entre el calor de las llamas, el calor me atraía.
Hice un esfuerzo y me levanté torpemente. ¿Sería un incendio?. El terreno era cálido y seco, pero apenas había vegetación. Aquello me intrigó, por lo que comencé a caminar hacia allí a pesar de las pocas fuerzas que me quedaban.
El sol se ocultaba por el oeste mientras yo caminaba en dirección contraria. Sin embargo, cuanto más me acercaba a la columna de humo, más calor hacía.
Al cabo de unas horas, el suelo comenzó a estar agrietado, despedía bocanadas de humo y se deshacía como ceniza conforme caminaba. Me di cuenta de que estaba subiendo por una pendiente. Alcé la cabeza. Ascendía una montaña negra como la muerte. La cima humeante recibía los últimos rayos del atardecer y me incitaba a llegar hasta ella.
Hacía calor, mucho calor... y la adrenalina comenzó a subirme a la cabeza.
Todo el cansancio que sentía antaño se esfumó, mi estómago dejó de rugir exigiendo desesperadamente alimento, mis ojos se abrieron como si no conocieran el sueño... Subí hasta la cima del volcán movido por el fuego que ahora recorría mis venas.
Me asomé al enorme agujero. Tendría al menos treinta metros de ancho y el fondo no se podía ver por el humo que salía incesantemente. De pronto, de las profundidades ascendió un cuerpo escamoso, con un par de ojos rojos como dos grandes brasas y unos colmillos alargados, curvos y afilados como jamás había visto. La criatura desplegó sus majestuosas alas negras y se situó frente a mí.
No temí. Le acaricié el morro, y en respuesta unas llamas azules y verdes salieron de sus fosas nasales. Lo interpreté como un gesto amistoso y subí sobre su lomo. Las escamas eran duras y ardientes como el acero al rojo vivo.
El dragón batió sus enormes alas y emprendió el vuelo. Nos elevamos unos pocos metros por encima del volcán. Los gigantescos músculos del dragón se movían bajo mis piernas. Observé la vista. El horizonte de suelo duro y seco se extendía sin límite.
-Ahora... yo domino todo- dije al mundo.
En respuesta, los últimos rayos del atardecer se esfumaron dejándonos a merced de la oscura noche, oí un temblor en la tierra, el volcán escupió un chorro de lava tan grande que podría fácilmente calcinar una ciudad entera. Parecía una mezcla entre fuego y sangre. El dragón rugió mientras salía una llamarada de fuego de entre sus fauces, anunciando el fin del mundo.

The Reaper

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola The Reaper, pones en tu perfil que tu profesión es matar. Eres un sicario??????
Yaw!!!

The Reaper dijo...

¿Sicario? Soy la muerte
¿Gritas igual que yo? Yaw!

Rock Lobster dijo...

Primo, el fuego nos hiela.
¿Quien es ese que grita como nosotros?

Yaw!! a el tambien.

[ кeя ] dijo...

un dragon! XDD a mi el frio no me afecta mucho, pero cuando hace calor que haya una piscina cerca ¿tendré yo las venas de hielo? en fin... buen relato.
! danger

ana dijo...

ke genial!!!
mola el relato y mola el fuego, y molan los dragones!!

lo del fin del mundo ya no mola tanto :D

a tope!!

Anónimo dijo...

-No soy humano- me dije- nunca lo he sido.
me gusta esta frase!! eske estamos dando algo de sto en filosofia....jajaja
bueno que decirte...sabes que me gustan tus relatos pero este me ha gustado más que el anterior que leí...weno sigue escrbiendo xaoo!!

Kali y su diario dijo...

Buena profesión, te hubieramos podido utilizar en nuestro trabajo. ja ja ja ja ja ja ja

Saludos yaW?

Shamman dijo...

Kali? Yo lo hubiera utilizado sus servicios hace unos día cuando el idiota del pit boss me rompio las manos. Pero con la maldicion tiene.
ja ja ja

¿que es yaw? ¿Reaper?
Perdon, no quise tomar tu cuadro de coment para chatear.
Entre por la página de gitana. Por un comentario que dejó en uno de sus poemas. ¿Acaso eres la muerte?

Shamman dijo...

¡Tambien gracias por visitar mi blog¡
Y contestando tu pregunta, es una maldición que en un momento de ira se me salió.

The Reaper dijo...

Vamos a ver, "Yaw" es un grito muy frecuentemente utilizado por nuestra banda favorita: Children of Bodom! y The Blind y yo les imitamos: Yaw!
Sí, soy la muerte y os voy a matar a todos.
Espero la continuación de tu relato, Kali.
Yaw!