Mi mente no alcanza a entender cómo la gente corriente puede andar despreocupadamente por la calle sin perturbarse en absoluto por los incesantes ruidos que raspan el aire cada día. Los motores de los coches, el apresurado paso de personas que van a trabajar, los chirridos de los autobuses al frenar delante de la parada, los conductores que parecen divertirse comunicándose mediante bocinazos, el rítmico campaneo rutinario del tranvía...
En mi caso particular es aún más desagradable. Oigo el agua moverse por las cañerías, el eterno teclear de los que trabajan en las altas oficinas, el sonido de la electricidad llegando a las bombillas, las conversaciones de los teléfonos, las hojas chocando las unas con las otras movidas por el caprichoso viento, el crepitar del fuego de las chimeneas hogareñas, las respiraciones de todo el que me rodea, el sonido de sus cuerpos al rozar con sus vestiduras, el repugnante chapoteo de los pies al remojarse con el sudor impregnado en los zapatos, la saliva correteando por la boca, el batir de alas de cientos de pájaros, el contacto de las uñas de las ardillas rasgando la corteza subiendo sin motivo aparente por los árboles... e infinitos sonidos más.
Cualquiera puede comprender que yo, con mi oído extraordinario, no pueda salir a la calle sin que mis tímpanos se vean sometidos a tal vibración que de éstos comience a emanar sangre a borbotones, intentando asimilar un mar de sonidos a través de un pequeño agujero. Esta es la causa por la que evito las grandes ciudades y me aíslo de los demás, buscando silencio en los abismos de la soledad.
Hace tiempo que escapé de casa y pasé otro tanto en el campo, sobreviviendo como podía. Bebiendo de arroyos frescos, comiendo tanto insectos como animales, resguardándome de los malos climas bajo los árboles... como en una película. En el campo no había nadie, pero no estaba silencioso ni mucho menos. Aún continué oyendo los movimientos de los pájaros. Sus cantos me taladraban la mente. Los saltamontes saltando de planta en planta, la serpiente deslizándose unos metros mas allá, las hormigas escalando los árboles sin descanso, el viento y todo lo que se lleva con él.
Pero lo peor de todo, lo que me volvía loco con creces, era la lluvia. Millones de gotas impactando sobre mi cuerpo y sobre kilómetros de tierra. Si pudieras ponerte en mi lugar, comprenderías que un diluvio por poco acabó con mi vida.
Allí me encontraba, medio muerto, tirado en el suelo. El campo tampoco era para mí. Comencé a preguntarme si este ruidoso mundo había dejado algún recóndito e insonoro lugar para mí, exclusivamente para mí.
Regresé a la ciudad, pues no tenía sitio alguno a donde ir. Entré de nuevo en el ambiente repleto de desalentadores sonidos. Las ondas sonoras penetraban en mis tímpanos como el agua en una esponja, que cuando ésta queda repleta, el agua sale por donde puede.
Debía ser día de fiesta porque no oía coches. Tampoco oía el habitual sonido de la multitud de personas caminando prestas por doquier.
Aproveché este ambiente para buscar un lugar en el que pudiera sumergirme en el silencio. Temblaba de emoción sólo de pensar el estar sólo, sin sonido alguno... al fin en paz...
Me puse en marcha. Me encerré en los sótanos más oscuros, en los áticos más abandonados, en iglesias olvidadas, en lo alto de los campanarios, en pasillos subterráneos, en cementerios... era inútil. En los lugares en los que la gente corriente se hubiese conformado, yo no me daba por satisfecho. Porque aún oía el raudo andar de las cucarachas en los sótanos, el movimiento del polvo de los áticos, el tétrico eco de las iglesias, la corriente de viento de los campanarios, las constantes goteras de los subterráneos, los gusanos comiendo cadáveres en los cementerios...
Comenzaba a enloquecer. Tenía que haber un lugar en el que no existiera sonido alguno. Me puse a pensar acurrucado en la esquina de una iglesia abandonada, tapándome en vano los oídos, pensando en ese lugar recóndito, convencido de que en alguna parte debía estar. De pronto me vino una idea a la mente.
Salí presuroso de la iglesia y volví a la ruidosa calle. Me las arreglé para robar algo de dinero... he de decir que yo era tan silencioso en comparación con los demás que nadie notaba apenas mi presencia. Entré en un edificio. Pagué a un hombre el dinero robado y me dejó entrar en una sala insonorizada. Debió extrañarle que no llevara instrumentos y que fuera solo, pero yo sabía pasar inadvertido. Entré sin más complicaciones.
Cerré la puerta. Era muy gruesa. Tenía un manillar en el que había que hacer fuerza para girarlo. En cuanto giré, un tanto nervioso, del todo el manillar, me aislé. Ya no oía los sonidos del exterior.
Me tumbé. Esperé a que las ondas de sonido producidas por mi cuerpo dejaran de rebotar por la estancia. Éstas fuero remitiendo poco a poco... hasta que al fin cesó todo sonido. ¿Ya está? ¿Esto es todo?. Estaba equivocado. Me di cuenta desesperado que aún oía cosas. Sí, aún oía mi propio corazón latiendo, enviando sangre por todo mi cuerpo. También oía señales eléctricas producidas por mi sistema nervioso enviadas a mi cerebro...
Dándome cuenta al fin que el silencio solo podría producirse con la ausencia de todo ser vivo... Tras largos minutos de dolor, logré llegar con mis propias manos hasta mi ruidoso corazón... mi propio grito me desgarró los oídos.
Finalmente, tan solo podía oír mi cálida sangre deslizándose por mi cuerpo... esto fue lo más cerca que llegué a lo que llamamos "silencio".
Yo, ciego, con un oído prodigioso, sin nada que me anclase a esta ruidosa vida, morí en la desesperación... tan solo por buscar sin éxito algo imposible...
The Reaper
6 comentarios:
He suprimido mi propio comentario.
Os odio.
Morios todos.
ta guay el relato!! admas aora m stoy leyendo un libro kel prota tne super oido, pero a el le gusta.. jajaja
nga aiioo
P.D: xk has suprimido tu komentario iñaki?? :D
¡como mola el relato!me ha gustado el tono que se le iba dando,... the reaper, eres mi idolo.
(the blind,... nosotros tambien te apreciamos...mucho...)
jaja m stoy empezando a aficionar a los relatos...ahora los leo en infor! jaja pero... es necesario k todos akaben maL?? siento decirlo...pero era predecible k akabaria kitandose la vida... me lo he imaginao solo xk el autor era The reaper xD
Es como cuando cenamos en mi casa o como cuano nuria nos daba clase de química; ser sordo y ciego es un milagro
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