Mi nombre es irrelevante. Soy un simple chaval de doce años. Vivo en Finlandia. Voy al colegio de Las Espadas, que se encuentra a unos diez minutos andando desde mi casa (si se le puede llamar casa). Mi padre nos mantiene trabajando duro pero aun así estamos sumergidos en la pobreza. Mi madre murió hace tiempo. La economía nos llega lo justo para el colegio.
En el colegio mis compañeros de clase se meten constantemente conmigo. Incluso he recibido varias palizas del Mayor y sus Subordinados, llegando a casa echo una mierda. El Mayor es un hombre gigantesco, capaz de aplastar el cráneo de una cabra con una sola mano. Él manda en las clases. Incluso los profesores se sienten dominados por él. Éste tiene como sus Subordinados a los veinte chicos más fuertes y corpulentos de la escuela. Y todos ellos administran palizas gratuitas, torturas psicológicas... vamos, básicamente joder a todo el mundo.
Yo, esmirriado y larguirucho, con mi ropa descosida y mi escaso dinero, soy el principal objeto de burla y diversión del Mayor y sus Subordinados. Tengo como único amigo a Roger. Él es de los “pringados” como yo, pero tiene una mente avispada y es muy inteligente. Su especialidad es sacar dinero de cualquier negocio que requiriera una actividad intelectual. Gracias a él (y a las perras que se sacaba) puedo comer sin tener que pedir dinero a mi padre.
Desperté sobresaltado por un grito de mi querido padre anunciando el desayuno. Me quedé sentado en mi dura cama, somnoliento, y oí, como es costumbre, los ruidos de mis hermanos pequeños y los gritos de una de mis hermanas cantando mientras bajaban por las escaleras. Me incorporé y bajé con el resto.
Me sentí demasiado adormilado como para entablar una conversación, así que opté por que hablasen ellos. Terminé mi tostada. No había mucho más que comer, y si lo hubiera se lo dejaría a mis hermanas pequeñas.
Me retiré de la mesa, cogí mi mochila y salí hacia el colegio. Me reuní con mi amigo Roger en la entrada. Nada mas entrar nos encontramos con el Mayor y algunos de los suyos fumando porros. Estaban molestando a unos chicos, pero en cuanto me vieron, se dirigieron hacia mí.
-¿Cómo te va coleguita? ¿No has venido con tu mamá?- me dijo el Mayor
Me limité a mirar fijamente al suelo, temblando de rabia.
-¿No respondes? ¡Que maleducado!- continuó- ¿es que tampoco tienes dinero como para estar bien educado?-.
Todos sus compañeros rieron la broma a carcajadas. A mí particularmente me pareció una gracia con muy poco ingenio, pero éste no se caracterizaba por ser muy inteligente que digamos.
-Vamos a ver lo que tienes en la mochila... Parece muy cargada-.
Y lo estaba. La cogió de un asa y la levantó sin preocuparle que yo estuviese sujeto a ella. Me elevó como se eleva a una simple mosca unos dos metros y luego me dejó caer. Aplastado por mi propia mochila, por poco pierdo el conocimiento. Sacó todos mis cuadernos en los que me había esmerado tanto para aprobar el curso y los hizo trizas. Me dije a mí mismo que debía darle una paliza aunque muriese en el intento, pero mi cuerpo no reaccionaba. No tenía ningún espíritu de lucha.
Por suerte pasé el resto del día sin verle más el pelo a ese cabrón. Me entretuve participando en los ingeniosos juegos de Roger y las clases se me hicieron más amenas. Sonó la campana y corrimos todos a la salida, no sin ser empujado por un Subordinado del Mayor, haciéndome salir el último. Miré a la profesora buscando ayuda, pero ella se limitó a dedicarme una sonrisa triste, impotente. La impotencia que me acompañaba día tras día.
Me despedí de Roger y volví a mi austera casa. Estaba anocheciendo y temí que el Mayor se cruzara conmigo por el camino, por lo que apresuré el paso.
Atravesé el pobre portal de hierro oxidado y empujé la agrietada puerta de la entrada con el hombro, demasiado desanimado como para levantar los brazos. Sin embargo, lo que vi al cruzar el pasillo me hizo olvidar al Mayor y sus palizas. La mesa de la sala estaba volcada, las sillas rotas, desperdigadas por el suelo. Cristales rotos esparcidos por toda la estancia. Pero nada de esto me preocupó en absoluto. Lo que me dio ciertas razones para preocuparme fue la abundancia de sangre... las paredes, el suelo, los muebles... todo había quedado manchado siniestramente. Reaccioné rápidamente. Rebusqué por toda la casa con intención de encontrar a mi padre y a mis hermanos. Nada. Tras lo que me parecieron horas corriendo desesperado por la casa, me rendí sentándome en la habitación de mi padre. Notaba un nudo en la garganta y el pecho parecía que me iba a explotar. Grité. Salió de mis cuerdas vocales un rugido de angustia. Liberé toda la furia retenida en mi interior durante estos últimos años. (El grito lo puedes oír en la canción “Uncloud the sky” de “Skyfire” en el minuto 3.46. Recomendado).
Salí de casa, no podía permanecer más tiempo allí. Debía buscarlos. No podían estar muertos, no podían... Di una patada a un árbol cercano con furia. No sentía dolor, pero sabía que luego me dolería. Esto hizo que me cabreara aun más. Miré a mi alrededor. A la izquierda se prolongaba el paseo, repleto de gente. Busqué con la mirada alguna cara conocida. Me volví a la derecha y de pronto vi a mi padre. Se encontraba a unos metros de distancia. Estaba cubierto de sangre y le costaba andar. Recé para mis adentros que la sangre no fuera de él y corrí hacia él lo más rápido que pude.
Al verme echó a correr en dirección contraria. Le alcancé sin preguntarme por qué huía de mi.
-¡Soy yo!¿Estás bien?¿Dónde está el resto?- dije atropelladamente temblando de la tensión.
-¡Yo lo hice!- exclamó enloquecido.
Me miró con furia y se sacó una katana de la cintura e intentó atravesarme de parte a parte. Yo flipando claro. Me hizo un corte en la cara, dejándome ahí tirado cegado por la sangre que cubría mi rostro. Antes de que pudiese reaccionar, ya había escapado. Entonces la verdad me golpeó en la frente... mi propio padre... pero ¿porqué iba a hacer algo así?... no tenía ningún sentido. Todos estos años trabajando como un descosido para mantenernos y ahora... ¿va y se carga a todos? Me había imaginado muchas veces que mi padre muriese y que yo tuviese que mantener a toda la familia... pero no al contrario...
Seguía ahí tirado en el suelo. Un grupo de personas me rodeó, preguntando lo ocurrido. Me levanté sin dar ninguna explicación. Vi la katana que había usado mi padre en el suelo y a un hombre que se acercaba a recogerla.
-¡Quieto!, ¡Si la coges... te mataré!-
Dije esto apenas sin darme cuenta. Para mi sorpresa el hombre vaciló asustado y retrocedió. Cogí la katana. Estaba bañada con demasiada sangre como para ser toda mía. Debía ser de mis hermanos, me dije furioso. Pedí disculpas al hombre. Al fin y al cabo, sólo intentaba ayudarme. Conseguí persuadirles de que no llamaran a la policía. No quería que nadie interfiriera. Llevaría a cabo mi venganza por mi cuenta.
Los días siguientes no fui a clase y los pasé mentalizándome para matar a mi padre. No era tan fácil como parecía.
Me senté en la orilla de un lago, donde allí nadie me interrumpiría. Estuve largo rato meditando, consumiéndome en el odio. No podía creer lo que estaba pasando. ¿Porqué yo?¿Porqué cojones...
-Bonito día ¿eh?-
Me volví sobresaltado. Cerca se encontraba un hombre de mediana estatura, de pelo negro. Miraba melancólico al lago. Sin separar su vista de él, me preguntó:
-¿Sabes porqué has venido aquí?- y sin esperar respuesta continuó- El lago Bodom. Aquí fueron asesinados unos jóvenes. Uno aún sigue vivo, pero quedó gravemente dañado de la mente. No pudo vengarse-.
Se sentó a mi lado y nos quedamos un rato en silencio. Yo meditando sobre lo que acababa de decirme.
-¿No te sientes afortunado?- preguntó de pronto.
Le dirigí una mirada incrédula, dando por evidente mi respuesta.
-La gente suele venir aquí instintivamente cuando ha de vengarse. El hecho de que estés sano y salvo implica que podrás llevar a cabo tu venganza- tras una breve pausa añadió- de hecho, te envidio-.
-¿Entonces no estás aquí por venganza?- le pregunté. Tenía la voz ronca de estar tanto tiempo sin hablar.
-No, yo ya la disfruté- sonrió.
-¿A qué has venido entonces?- dije malhumorado.
-He venido a ayudarte. Ven conmigo- dijo.
Sin más palabrería se volvió y echó a andar. Dudé un momento. Hace tiempo que aprendí a aceptar cualquier tipo de ayuda. Pensé que no podía hacerme ningún daño el hecho de ir con este hombre. Finalmente me levanté y le seguí. Me pregunté quién sería, aunque nunca se lo cuestioné... simplemente acepté la ayuda que me ofrecía. Tampoco le pregunté por qué me ofrecía su ayuda ni cómo sabía que toda mi familia estaba muerta. Me limité a ser su aprendiz....
En el colegio mis compañeros de clase se meten constantemente conmigo. Incluso he recibido varias palizas del Mayor y sus Subordinados, llegando a casa echo una mierda. El Mayor es un hombre gigantesco, capaz de aplastar el cráneo de una cabra con una sola mano. Él manda en las clases. Incluso los profesores se sienten dominados por él. Éste tiene como sus Subordinados a los veinte chicos más fuertes y corpulentos de la escuela. Y todos ellos administran palizas gratuitas, torturas psicológicas... vamos, básicamente joder a todo el mundo.
Yo, esmirriado y larguirucho, con mi ropa descosida y mi escaso dinero, soy el principal objeto de burla y diversión del Mayor y sus Subordinados. Tengo como único amigo a Roger. Él es de los “pringados” como yo, pero tiene una mente avispada y es muy inteligente. Su especialidad es sacar dinero de cualquier negocio que requiriera una actividad intelectual. Gracias a él (y a las perras que se sacaba) puedo comer sin tener que pedir dinero a mi padre.
Desperté sobresaltado por un grito de mi querido padre anunciando el desayuno. Me quedé sentado en mi dura cama, somnoliento, y oí, como es costumbre, los ruidos de mis hermanos pequeños y los gritos de una de mis hermanas cantando mientras bajaban por las escaleras. Me incorporé y bajé con el resto.
Me sentí demasiado adormilado como para entablar una conversación, así que opté por que hablasen ellos. Terminé mi tostada. No había mucho más que comer, y si lo hubiera se lo dejaría a mis hermanas pequeñas.
Me retiré de la mesa, cogí mi mochila y salí hacia el colegio. Me reuní con mi amigo Roger en la entrada. Nada mas entrar nos encontramos con el Mayor y algunos de los suyos fumando porros. Estaban molestando a unos chicos, pero en cuanto me vieron, se dirigieron hacia mí.
-¿Cómo te va coleguita? ¿No has venido con tu mamá?- me dijo el Mayor
Me limité a mirar fijamente al suelo, temblando de rabia.
-¿No respondes? ¡Que maleducado!- continuó- ¿es que tampoco tienes dinero como para estar bien educado?-.
Todos sus compañeros rieron la broma a carcajadas. A mí particularmente me pareció una gracia con muy poco ingenio, pero éste no se caracterizaba por ser muy inteligente que digamos.
-Vamos a ver lo que tienes en la mochila... Parece muy cargada-.
Y lo estaba. La cogió de un asa y la levantó sin preocuparle que yo estuviese sujeto a ella. Me elevó como se eleva a una simple mosca unos dos metros y luego me dejó caer. Aplastado por mi propia mochila, por poco pierdo el conocimiento. Sacó todos mis cuadernos en los que me había esmerado tanto para aprobar el curso y los hizo trizas. Me dije a mí mismo que debía darle una paliza aunque muriese en el intento, pero mi cuerpo no reaccionaba. No tenía ningún espíritu de lucha.
Por suerte pasé el resto del día sin verle más el pelo a ese cabrón. Me entretuve participando en los ingeniosos juegos de Roger y las clases se me hicieron más amenas. Sonó la campana y corrimos todos a la salida, no sin ser empujado por un Subordinado del Mayor, haciéndome salir el último. Miré a la profesora buscando ayuda, pero ella se limitó a dedicarme una sonrisa triste, impotente. La impotencia que me acompañaba día tras día.
Me despedí de Roger y volví a mi austera casa. Estaba anocheciendo y temí que el Mayor se cruzara conmigo por el camino, por lo que apresuré el paso.
Atravesé el pobre portal de hierro oxidado y empujé la agrietada puerta de la entrada con el hombro, demasiado desanimado como para levantar los brazos. Sin embargo, lo que vi al cruzar el pasillo me hizo olvidar al Mayor y sus palizas. La mesa de la sala estaba volcada, las sillas rotas, desperdigadas por el suelo. Cristales rotos esparcidos por toda la estancia. Pero nada de esto me preocupó en absoluto. Lo que me dio ciertas razones para preocuparme fue la abundancia de sangre... las paredes, el suelo, los muebles... todo había quedado manchado siniestramente. Reaccioné rápidamente. Rebusqué por toda la casa con intención de encontrar a mi padre y a mis hermanos. Nada. Tras lo que me parecieron horas corriendo desesperado por la casa, me rendí sentándome en la habitación de mi padre. Notaba un nudo en la garganta y el pecho parecía que me iba a explotar. Grité. Salió de mis cuerdas vocales un rugido de angustia. Liberé toda la furia retenida en mi interior durante estos últimos años. (El grito lo puedes oír en la canción “Uncloud the sky” de “Skyfire” en el minuto 3.46. Recomendado).
Salí de casa, no podía permanecer más tiempo allí. Debía buscarlos. No podían estar muertos, no podían... Di una patada a un árbol cercano con furia. No sentía dolor, pero sabía que luego me dolería. Esto hizo que me cabreara aun más. Miré a mi alrededor. A la izquierda se prolongaba el paseo, repleto de gente. Busqué con la mirada alguna cara conocida. Me volví a la derecha y de pronto vi a mi padre. Se encontraba a unos metros de distancia. Estaba cubierto de sangre y le costaba andar. Recé para mis adentros que la sangre no fuera de él y corrí hacia él lo más rápido que pude.
Al verme echó a correr en dirección contraria. Le alcancé sin preguntarme por qué huía de mi.
-¡Soy yo!¿Estás bien?¿Dónde está el resto?- dije atropelladamente temblando de la tensión.
-¡Yo lo hice!- exclamó enloquecido.
Me miró con furia y se sacó una katana de la cintura e intentó atravesarme de parte a parte. Yo flipando claro. Me hizo un corte en la cara, dejándome ahí tirado cegado por la sangre que cubría mi rostro. Antes de que pudiese reaccionar, ya había escapado. Entonces la verdad me golpeó en la frente... mi propio padre... pero ¿porqué iba a hacer algo así?... no tenía ningún sentido. Todos estos años trabajando como un descosido para mantenernos y ahora... ¿va y se carga a todos? Me había imaginado muchas veces que mi padre muriese y que yo tuviese que mantener a toda la familia... pero no al contrario...
Seguía ahí tirado en el suelo. Un grupo de personas me rodeó, preguntando lo ocurrido. Me levanté sin dar ninguna explicación. Vi la katana que había usado mi padre en el suelo y a un hombre que se acercaba a recogerla.
-¡Quieto!, ¡Si la coges... te mataré!-
Dije esto apenas sin darme cuenta. Para mi sorpresa el hombre vaciló asustado y retrocedió. Cogí la katana. Estaba bañada con demasiada sangre como para ser toda mía. Debía ser de mis hermanos, me dije furioso. Pedí disculpas al hombre. Al fin y al cabo, sólo intentaba ayudarme. Conseguí persuadirles de que no llamaran a la policía. No quería que nadie interfiriera. Llevaría a cabo mi venganza por mi cuenta.
Los días siguientes no fui a clase y los pasé mentalizándome para matar a mi padre. No era tan fácil como parecía.
Me senté en la orilla de un lago, donde allí nadie me interrumpiría. Estuve largo rato meditando, consumiéndome en el odio. No podía creer lo que estaba pasando. ¿Porqué yo?¿Porqué cojones...
-Bonito día ¿eh?-
Me volví sobresaltado. Cerca se encontraba un hombre de mediana estatura, de pelo negro. Miraba melancólico al lago. Sin separar su vista de él, me preguntó:
-¿Sabes porqué has venido aquí?- y sin esperar respuesta continuó- El lago Bodom. Aquí fueron asesinados unos jóvenes. Uno aún sigue vivo, pero quedó gravemente dañado de la mente. No pudo vengarse-.
Se sentó a mi lado y nos quedamos un rato en silencio. Yo meditando sobre lo que acababa de decirme.
-¿No te sientes afortunado?- preguntó de pronto.
Le dirigí una mirada incrédula, dando por evidente mi respuesta.
-La gente suele venir aquí instintivamente cuando ha de vengarse. El hecho de que estés sano y salvo implica que podrás llevar a cabo tu venganza- tras una breve pausa añadió- de hecho, te envidio-.
-¿Entonces no estás aquí por venganza?- le pregunté. Tenía la voz ronca de estar tanto tiempo sin hablar.
-No, yo ya la disfruté- sonrió.
-¿A qué has venido entonces?- dije malhumorado.
-He venido a ayudarte. Ven conmigo- dijo.
Sin más palabrería se volvió y echó a andar. Dudé un momento. Hace tiempo que aprendí a aceptar cualquier tipo de ayuda. Pensé que no podía hacerme ningún daño el hecho de ir con este hombre. Finalmente me levanté y le seguí. Me pregunté quién sería, aunque nunca se lo cuestioné... simplemente acepté la ayuda que me ofrecía. Tampoco le pregunté por qué me ofrecía su ayuda ni cómo sabía que toda mi familia estaba muerta. Me limité a ser su aprendiz....
The Reaper
4 comentarios:
Tio espero ansioso la segunda parte, es bestial y me parece muy bueno. Es muy bueno, ya tienes el argumento para novela
Grande donde los haya. Espera que la gente lea la segunda parte del relato.
Por cierto, me he vuelto a reir con el "Yo flipando claro.", es la ostia meter eso en medio de un relato.
Joder, joder, joder, que mi padre se compró hace poco una katana. Él dice que es porque va a ir disfrazado de samurai en carnavales y yo también lo creía, hasta que he leído este relato
jaj mola me recuerda a kill bill xD a ver cuando cuelgas el resto y lo leo otra vz! :P
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